Hailey no podía apartar la vista de Logan mientras caminaban a través de los callejones oscuros, lejos del mercado negro. A pesar del tiempo, su silueta le resultaba familiar. Cada paso suyo era preciso, calculado, con la misma seguridad que recordaba de su infancia. Pero ya no era una niña. Y él ya no era el hombre que había conocido.
El aire nocturno era espeso, cargado de la promesa de peligro. Logan avanzaba con la misma indiferencia de siempre, como si nada pudiera tocarlo. Pero Hailey sabía que todo hombre tenía una debilidad. ¿Y si la suya era ella?
—¿Cuándo vas a hablar? —preguntó Logan sin mirarla.
Hailey apretó los labios. Sabía que el silencio lo irritaba, y quizás por eso se resistía a romperlo.
—¿Qué quieres que diga? —respondió al fin.
Logan se detuvo y se giró, sus ojos grises brillando bajo la tenue luz de un farol. La observó como si intentara desentrañar un código secreto. O tal vez como si estuviera midiendo cuánto había cambiado ella.
—No lo sé. Tal vez algo sobre por qué decidiste venir aquí —dijo con tono seco.
Hailey cruzó los brazos y alzó la barbilla.
—Porque esta es mi misión. No necesito tu aprobación.
Una sonrisa fugaz cruzó el rostro de Logan.
—Siempre fuiste testaruda —murmuró.
Esa palabra, “siempre”, trajo consigo una ráfaga de recuerdos. Tardes en la casa que compartían cuando él aún estaba casado con su madre. Miradas fugaces que ella no entendía en su momento. La forma en que su presencia llenaba cada rincón.
—¿Por qué desapareciste? —soltó Hailey antes de poder detenerse.
Logan no respondió de inmediato. Su expresión se endureció, y por un instante, pareció que consideraba decir la verdad. Luego, con un suspiro, desvió la mirada.
—Porque era lo mejor —respondió con un tono áspero.
Hailey sintió una punzada de frustración. ¿Era lo mejor para quién? ¿Para su madre? ¿Para él? ¿Para ella?
—No me digas que te preocupabas por mí —dijo con amargura—. No después de irte sin una sola palabra.
Logan cerró los ojos un instante antes de abrirlos de nuevo, su mirada más sombría que antes.
—Lo que pasó entre nosotros… no debía pasar —murmuró.
El corazón de Hailey latió con fuerza. Su mente sabía que debía odiarlo, pero su cuerpo reaccionaba de otra manera. El aire entre ellos se volvió denso, eléctrico.
—Pero pasó —susurró ella.
Logan dio un paso más cerca. Su olor, mezcla de pólvora y tabaco, invadió sus sentidos.
—Y por eso me fui —dijo con voz baja, pero firme.
Hailey levantó el rostro, desafiándolo con la mirada.
—¿Y ahora? —preguntó—. ¿Qué harás ahora que estoy aquí, que ya no puedes ignorarme?
Logan no respondió de inmediato. Su mandíbula se tensó y sus ojos vagaron por el rostro de Hailey, deteniéndose un segundo demasiado largo en sus labios.
—Ahora no importa lo que queramos —dijo finalmente—. Hay cosas más grandes en juego.
Hailey sintió una mezcla de decepción y enojo. No esperaba una declaración de amor, pero tampoco esa distancia calculada. Antes de que pudiera responder, un ruido en la distancia los alertó. Ambos se giraron al mismo tiempo, sus instintos en alerta.
—Nos siguieron —susurró Logan, sacando un arma de su chaqueta.
Hailey contuvo la respiración y llevó la mano a su propia pistola. La sensación de peligro era una distracción bienvenida. Algo en lo que concentrarse, lejos de los sentimientos confusos que la presencia de Logan despertaba.
—Muévete —ordenó él.
Ella obedeció, pero no sin antes lanzar una última mirada a Logan. Aún no había terminado con él.
Se escabulleron entre las sombras, sus pasos sincronizados. Hailey sentía el pulso acelerado, no solo por la amenaza inminente, sino por la cercanía de Logan.
Doblaron una esquina y se refugiaron en un pasillo estrecho. Logan le hizo una seña para que se quedara en silencio. Un grupo de hombres pasó a pocos metros de ellos, sus voces bajas pero cargadas de intención asesina.
Hailey podía sentir la adrenalina corriendo por su cuerpo, pero también la presencia de Logan detrás de ella, demasiado cerca. Su respiración se mezclaba con la de él.
Cuando el peligro inmediato pasó, Logan bajó el arma lentamente y la miró.
—Esto no ha cambiado nada —murmuró.
Hailey alzó la ceja.
—Claro que lo ha cambiado. Y lo sabes.
Él no respondió, pero sus ojos hablaron por sí solos. La guerra dentro de él no había terminado.
Y la de ella, apenas estaba comenzando.