CAPÍTULO 12: REGLAS ROTAS

La madrugada cubría la ciudad con un velo de sombras y luces distantes cuando Hailey despertó, su cuerpo aún atrapado en la calidez de Logan. Por un instante, permitió que la sensación la envolviera, pero la realidad golpeó su mente como un balde de agua fría. No había espacio para esto. No aquí. No ahora.

Con cuidado, se deslizó fuera de la cama y se vistió en silencio. Sabía que Logan la observaba, aunque no dijo nada hasta que estuvo a punto de salir.

—¿Vas a fingir que esto no pasó? —su voz era grave, aún rasposa por el sueño.

Hailey se detuvo, apretando los labios. No se giró.

—No cambia nada —susurró.

Pero sí lo hacía, y ambos lo sabían.

—No puedes seguir pretendiendo que todo esto es solo una misión —dijo Logan, levantándose de la cama con el cuerpo aún cubierto por la penumbra—. Nos está consumiendo.

Hailey cerró los ojos por un instante antes de volverse hacia él. Su mirada era dura, pero había algo más en su interior: miedo.

—Si dejamos que esto nos controle, estamos muertos —respondió—. ¿Quieres morir por algo que nunca debió pasar?

Logan avanzó lentamente hacia ella, su presencia tan intensa como siempre.

—No me importa lo que “debió” pasar. Solo sé que no quiero perderte.

Hailey sintió su estómago contraerse. No podían permitirse estas conversaciones. No podían permitirse sentir.

—Prepárate —dijo, apartando la mirada—. Tenemos menos de 24 horas para encontrar a Mikhailov.

La tensión entre ellos quedó suspendida en el aire mientras se preparaban para la misión. El Cuervo no aceptaría fracasos y, si fallaban, serían desechables.

Se encontraron con su contacto en un bar oscuro del barrio bajo. Un hombre de mirada astuta y manos inquietas llamado Sergei. Tenía información sobre los movimientos de Mikhailov, pero su precio era alto.

—Quiero un favor a cambio —dijo con una sonrisa torcida—. Algo que solo ustedes pueden conseguir.

Hailey cruzó los brazos.

—¿Qué tipo de favor?

Sergei bebió un sorbo de su whisky antes de responder.

—Acceso a los registros de inteligencia de un oficial corrupto. Me ayudaría a resolver un problema… personal.

Logan gruñó en desaprobación, pero Hailey ya estaba analizando la situación.

—Si nos das lo que necesitamos, lo consideraremos —dijo con voz firme.

Sergei rió.

—Eso me gusta. Directa y sin rodeos. Aquí tienes —sacó un sobre del bolsillo de su abrigo y lo deslizó por la mesa.

Hailey lo tomó y lo abrió con cuidado. Adentro había fotos, documentos y coordenadas. Mikhailov estaba protegido, pero si jugaban bien sus cartas, podrían llegar a él.

—Esto nos servirá —murmuró Logan, aún con gesto de desconfianza.

Sergei levantó su copa en un gesto burlón.

—Entonces espero mi pago pronto. La vida es frágil, ya sabes.

Al salir del bar, la noche se sentía más pesada. Hailey apretó el sobre contra su pecho mientras Logan caminaba a su lado en silencio.

—No me gusta esto —dijo finalmente.

—Nada de esto nos tiene que gustar —respondió Hailey sin mirarlo—. Solo tenemos que hacerlo.

Logan dejó escapar un suspiro.

—Si cruzamos demasiadas líneas, no habrá vuelta atrás.

Hailey se detuvo y lo miró a los ojos.

—¿Cuándo fue la última vez que realmente hubo una vuelta atrás para nosotros?

No hubo respuesta. Porque ambos sabían que ya estaban demasiado lejos.

Horas después, en su refugio temporal, Hailey revisó los documentos de Mikhailov mientras Logan vigilaba la puerta.

—Parece que estará en un club privado esta noche —murmuró ella—. Seguridad reforzada, pero accesible.

Logan se acercó y estudió la información.

—Podemos entrar, pero no saldremos sin problemas.

Hailey exhaló, su mirada fija en las letras que parecían sellar su destino.

—Entonces mejor que nos aseguremos de que valga la pena.

Logan se inclinó sobre la mesa, su rostro a centímetros del de ella.

—¿Y si no lo logramos?

Hailey alzó la vista, sus ojos brillando con determinación.

—Entonces morimos intentándolo.

La guerra que libraban afuera no era nada comparada con la que ardía dentro de ellos.