El primer rayo de sol apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas rotas cuando Hailey despertó. El calor del cuerpo de Logan aún estaba sobre su piel, su respiración profunda y pausada llenando el silencio de la habitación. Durante un breve instante, permitió que la sensación la envolviera. La seguridad. La calma. Pero sabía que era una ilusión.
Se movió con cuidado, deslizando las sábanas a un lado mientras su mente volvía a la realidad. La misión. El Cuervo. Su hermano. Nada había cambiado, y sin embargo, todo se sentía diferente.
Se vistió rápidamente, sin mirar atrás. Pero cuando se giró hacia la puerta, la voz de Logan la detuvo.
—¿Vas a seguir fingiendo que esto no pasó? —preguntó, su tono aún rasposo por el sueño.
Hailey cerró los ojos por un momento antes de responder.
—No cambia nada.
Logan dejó escapar un suspiro, pero no la contradijo. Se incorporó lentamente, apoyando los antebrazos en sus rodillas mientras la observaba con esa mirada indescifrable que siempre la inquietaba.
—No sé qué es peor, Carter. Que realmente creas eso o que quieras creerlo.
Hailey se cruzó de brazos, sintiendo el peso de su mirada sobre ella.
—Tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos —respondió con frialdad—. Lo de anoche… fue un error. No podemos permitirnos esto.
Logan se levantó de la cama y avanzó hacia ella con calma, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que su proximidad hiciera que su pulso se acelerara.
—Si fuera un error, no estarías temblando —susurró.
Hailey inhaló profundamente y apartó la mirada. No podía permitirse esto. No ahora.
—Tenemos que prepararnos. El Cuervo espera resultados. Si nos quedamos aquí discutiendo, nos convertiremos en cadáveres antes del atardecer.
Logan observó su rostro por un momento más, luego asintió con resignación.
—Bien. Pero esto no ha terminado, Hailey. No voy a dejar que huyas de mí para siempre.
Ella no respondió. Porque, en el fondo, sabía que tenía razón.
El plan estaba en marcha. Tenían 24 horas para infiltrarse en la operación de Mikhailov y conseguir la información que El Cuervo exigía. Sabían que no habría margen de error.
Se encontraron con Sergei en un callejón a las afueras del distrito comercial. El ruso los esperaba con una carpeta en la mano y una expresión que dejaba claro que estaba disfrutando de la situación.
—Puntuales. Me gusta eso —dijo con una sonrisa torcida.
Hailey le quitó la carpeta de las manos y la abrió. Planos del edificio. Horarios de patrullas. Accesos restringidos.
—Esto nos servirá —murmuró.
Sergei encendió un cigarro y exhaló el humo lentamente.
—Espero que así sea. Porque si fracasan, ni siquiera tendrán tiempo de arrepentirse.
De vuelta en su escondite, trazaron la estrategia.
—Mikhailov estará en su oficina privada a las 22:00 —dijo Hailey, señalando el mapa—. Seguridad reforzada en la entrada principal, pero hay una vía de acceso desde los túneles de servicio. Si logramos llegar hasta ahí sin ser detectados, tendremos menos de diez minutos para extraer la información.
Logan asintió, pero su expresión se mantenía tensa.
—No me gusta. Todo parece demasiado… organizado. Como si alguien quisiera que llegáramos hasta él.
Hailey frunció el ceño. Sabía que Logan tenía razón. Nada en su mundo era tan sencillo.
—No tenemos otra opción. Si queremos seguir con vida, tenemos que arriesgarnos.
La noche cayó con rapidez, y con ella llegó el momento de actuar. Se vistieron con ropa oscura, armas ocultas y nervios de acero. Hailey sintió cómo la adrenalina se apoderaba de su cuerpo mientras se acercaban al edificio.
Logan iba delante, moviéndose con la precisión de un hombre que había hecho esto demasiadas veces. Hailey lo siguió, ajustando su auricular.
—¿Me copias? —susurró.
—Claro y fuerte —respondió Logan.
Se deslizaron por un pasillo lateral, evitando las cámaras y los guardias. Todo estaba saliendo según el plan. Demasiado bien.
Cuando llegaron a la puerta de servicio, Hailey introdujo el código que Sergei les había dado. Un clic metálico confirmó que la cerradura había cedido.
Pero justo cuando estaban por entrar, el auricular de Hailey crujió con interferencia.
—Salgan de ahí —la voz de Ryan resonó en su oído—. Es una trampa.
Hailey sintió que el pánico la golpeaba como una ráfaga helada.
—¿Qué? —susurró.
—Los están esperando. Mikhailov sabe que van por él —respondió Ryan con urgencia—. Si cruzan esa puerta, no saldrán vivos.
Logan la miró fijamente, leyendo la situación en su expresión. Sabía que algo estaba mal.
—Tenemos que irnos —dijo ella.
Pero antes de que pudieran moverse, la puerta se abrió desde adentro.
Varios hombres armados los esperaban con sus armas levantadas.
—Mierda —murmuró Logan.
Hailey levantó las manos lentamente, sintiendo la frialdad del metal en su espalda.
El plan había fallado.
Y ahora, estaban atrapados.