El avión aterrizó en Estambul bajo un cielo teñido de gris. Hailey miró por la ventanilla mientras la ciudad se extendía ante ella, una maraña de luces, callejones y secretos ocultos. No había vuelta atrás.
—No me gusta esto —murmuró Logan a su lado, su mirada fija en la pista de aterrizaje.
Hailey no respondió. No porque no sintiera lo mismo, sino porque admitirlo no cambiaría nada. Ryan les había dado un nombre: Victoria Kane. Y si querían encontrar a Marcus Adler, ella era su única pista.
Bajaron del avión con las mochilas ligeras y las mentes pesadas. En la terminal, un contacto de Ryan los esperaba: un hombre de complexión robusta y barba descuidada llamado Emir.
—Bienvenidos a Estambul —dijo con una sonrisa tensa—. Espero que sepan en lo que se están metiendo.
Subieron a un vehículo discreto y se adentraron en la ciudad. Hailey observó a Emir a través del espejo retrovisor.
—¿Dónde está Victoria Kane? —preguntó.
Emir soltó una carcajada.
—Si fuera tan fácil, no necesitarían mi ayuda. Se mueve constantemente. Pero sé dónde la vieron por última vez.
Logan cruzó los brazos.
—¿Y qué quieres a cambio?
Emir sonrió de lado.
—Nada que no puedan pagar. Información. Necesito saber qué diablos quiere El Cuervo en esta ciudad. Se dice que su gente ha estado preguntando por ciertos envíos de armas.
Hailey intercambió una mirada con Logan. Dar información significaba venderse, pero negarse significaba quedarse ciegos.
—Danos algo primero —negoció ella—. Luego hablaremos de precios.
Emir asintió, apreciando la jugada.
—Muy bien. Kane fue vista hace tres días en un club privado en Karaköy. Un lugar exclusivo para gente con mucho poder y poca moral. Pero no entren como espías. Aquí, los que parecen peligrosos no duran mucho.
Hailey tomó nota mental. Esto significaba que tendrían que cambiar su enfoque.
—¿Cómo entramos? —preguntó Logan.
Emir se encogió de hombros.
—Con mucho dinero… o mucho encanto.
Hailey sintió cómo Logan la miraba y rodó los ojos antes de que él dijera algo.
—Usaremos la primera opción.
Emir rio entre dientes.
—Lo que ustedes digan.
Horas después, Hailey se miraba en el espejo del pequeño apartamento que habían alquilado. Llevaba un vestido negro ceñido, diseñado para llamar la atención en el club sin parecer sospechosa. Logan, detrás de ella, vestía un traje oscuro que lo hacía ver peligrosamente atractivo.
—Esto es una locura —dijo él, ajustando el cuello de su camisa—. ¿Y si Kane no aparece?
Hailey aplicó un labial oscuro y sostuvo su mirada en el reflejo.
—Entonces nos aseguramos de que alguien nos diga dónde encontrarla.
Logan bufó, pero no discutió más. Sabía que ya estaban demasiado dentro de este juego como para retirarse.
Salieron a la noche de Estambul, donde los secretos se movían entre copas de vino y negocios sucios.
El club era todo lo que Emir había descrito: lujoso, exclusivo y con una seguridad que no dejaba nada al azar. Entraron sin problemas gracias a las credenciales falsas que Emir les había conseguido. Ahora, solo tenían que encontrar a Kane sin levantar sospechas.
Se separaron. Hailey se movió entre los clientes con la naturalidad de alguien acostumbrado a ese mundo, mientras Logan se dirigía al bar, observando a su alrededor.
Una media hora pasó sin señales de Victoria. Justo cuando Hailey comenzaba a preguntarse si estaban perdiendo el tiempo, sintió una presencia detrás de ella.
—No sueles frecuentar lugares como este, Carter.
El escalofrío que recorrió su espalda fue inmediato. Se giró lentamente.
Y allí estaba ella.
Victoria Kane.
El tiempo pareció ralentizarse. Kane estaba igual que la última vez que Hailey la había visto: su cabello oscuro recogido en un moño elegante, su mirada calculadora y su sonrisa de quien siempre sabe más que los demás.
—¿Sorprendida? —preguntó Kane, tomando un sorbo de su copa.
Hailey mantuvo la compostura.
—No. Solo me preguntaba cuánto tardarías en encontrarme.
Kane sonrió, pero sus ojos se afilaron.
—La verdadera pregunta es qué demonios haces aquí. ¿Tienes idea del nido de víboras en el que te estás metiendo?
—Lo tengo claro —respondió Hailey—. Y por eso te estoy buscando.
Kane suspiró y dejó su copa sobre la mesa.
—Déjame adivinar. Marcus Adler.
Hailey asintió lentamente.
—Necesitamos encontrarlo.
Kane dejó escapar una risa seca y negó con la cabeza.
—Adler no es alguien a quien simplemente encuentras. Es un fantasma. Y si están detrás de él, significa que alguien los quiere muertos.
—Eso ya lo sabemos —intervino Logan, acercándose—. Pero aún estamos aquí.
Kane observó a Logan por un momento antes de girarse nuevamente hacia Hailey.
—Dime, Carter, ¿cuánto estás dispuesta a sacrificar por la verdad?
Hailey sostuvo su mirada, sin dudar.
—Lo necesario.
Kane suspiró y tomó una servilleta. Escribió algo en ella y la deslizó por la mesa.
—Si realmente quieres encontrar a Adler, comienza aquí.
Hailey tomó la servilleta y leyó las palabras escritas en tinta negra.
Una dirección.
—No me agradezcas todavía —dijo Kane, levantándose de su asiento—. Si vas tras él, no habrá marcha atrás.
Hailey asintió.
—Nunca la hubo.
Kane sonrió levemente y se alejó, desapareciendo entre la multitud del club.
Logan miró la servilleta en las manos de Hailey.
—¿Dónde nos lleva?
Hailey exhaló lentamente.
—A París.
Logan soltó una risa irónica y negó con la cabeza.
—Genial. Porque esto no era lo suficientemente complicado.
Hailey guardó la servilleta y tomó su copa.
—Más complicado o no, vamos tras él.
Porque ya no se trataba solo de sobrevivir. Ahora, se trataba de ganar.