Fuego Cruzado

CAPÍTULO 27: MEMORIAS ENTERRADAS

CAPÍTULO 27: MEMORIAS ENTERRADAS

Las imágenes en la pantalla pasaban a una velocidad vertiginosa, cada una golpeando a Hailey como un puñetazo en el estómago. Rostros conocidos. Lugares que se sentían extrañamente familiares. Expedientes con su nombre escrito en tinta negra y sellos de “clasificado” en la parte superior.

—Esto no puede ser real —murmuró, su voz temblando más de lo que quería admitir.

Ryan se cruzó de brazos, observándola con paciencia.

—Lo es. Y cuanto antes lo aceptes, mejor.

Hailey sintió que la habitación se cerraba sobre ella. No podía respirar. No podía pensar con claridad. Su mente luchaba por encontrar una explicación racional, pero lo único que hallaba era un abismo de incertidumbre.

—Si esto es cierto, ¿por qué no lo recuerdo? —susurró.

Ryan suspiró.

—Porque alguien se aseguró de que no lo hicieras.

Las palabras de Ryan la atravesaron como un cuchillo.

—Eso no tiene sentido —negó, su voz endureciéndose—. No puedes simplemente borrar la memoria de alguien y esperar que siga funcionando como si nada.

Ryan tomó otro documento y se lo extendió. Hailey lo tomó con manos temblorosas y leyó las primeras líneas.

Proyecto Centinela. Reclutamiento no convencional. Métodos de condicionamiento psicológico. Eliminación selectiva de recuerdos.

La hoja se volvió borrosa ante sus ojos. Todo su cuerpo temblaba.

—¿Me hicieron esto a mí? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Ryan la observó con una mezcla de tristeza y resignación.

—No solo a ti. A muchos. Pero tú… tú eras especial para ellos. Por eso no podían dejar que recordaras.

Hailey sintió que sus piernas flaqueaban. Se dejó caer en una de las sillas cercanas, apretando los documentos en sus manos.

—¿Quién estaba detrás de esto? —preguntó, aunque temía la respuesta.

Ryan se apoyó contra la mesa, cruzándose de brazos.

—El mismo grupo al que crees que estás cazando. El Cuervo. Mikhailov. Incluso Adler… todos son piezas del mismo juego. Pero el verdadero enemigo está por encima de ellos.

Hailey alzó la vista.

—Dímelo.

Ryan sostuvo su mirada.

—El gobierno de los Estados Unidos. La agencia para la que trabajaste. Ellos te hicieron esto, Hailey. Y ahora, quieren que sigas jugando su juego sin siquiera saberlo.

El silencio entre ellos se volvió insoportable. Hailey sintió que todo su mundo se fracturaba en mil pedazos. Durante años, había creído que estaba luchando contra el enemigo, que estaba en el lado correcto de la historia.

Pero, ¿y si siempre había sido una marioneta?

—No te creo —dijo finalmente, aunque su voz carecía de convicción.

Ryan soltó una risa amarga.

—Claro que no. Porque han hecho un trabajo excelente en asegurarse de que nunca lo hagas.

Hailey se puso de pie de golpe, sus manos cerradas en puños.

—Si todo esto es cierto, ¿por qué no me mataron en lugar de borrar mi memoria?

Ryan la miró fijamente.

—Porque aún te necesitaban.

Las palabras la golpearon como una ola helada. Hailey retrocedió un paso, sintiendo que su cabeza daba vueltas.

—Esto… esto es una locura.

Ryan no apartó la mirada.

—Es la verdad. Lo sé porque pasé años siguiendo sus rastros, recopilando información, conectando los hilos. Y lo que encontré me llevó a ti.

Hailey sintió que su estómago se revolvía.

—Entonces, ¿todo este tiempo…? ¿Me has estado manipulando para traerme hasta aquí?

Ryan negó con la cabeza.

—No. Te estaba protegiendo. Pero necesitabas ver esto con tus propios ojos. Porque si no, habrías seguido luchando para las mismas personas que destruyeron tu vida.

Hailey sintió el peso de todo aquello aplastándola. Su respiración era errática, sus pensamientos un caos absoluto. No podía procesarlo. No quería procesarlo.

—¿Y qué se supone que haga con esta información? —preguntó, su voz cargada de rabia contenida.

Ryan se inclinó hacia ella.

—Dejar de correr. Dejar de ser su soldado. Y empezar a luchar por la verdad.

Hailey lo miró fijamente, buscando alguna fisura en su expresión. Algún indicio de que esto era solo otro juego.

Pero no encontró nada.

Y ese era el problema.

Porque si Ryan decía la verdad… entonces toda su vida había sido una mentira.

Antes de que pudiera responder, su teléfono vibró en su bolsillo. Con manos temblorosas, lo sacó y miró la pantalla.

Un solo mensaje.

Logan está vivo. Pero no por mucho tiempo.

El corazón de Hailey se detuvo por un segundo.

—¿Qué es esto? —murmuró.

Ryan se acercó y miró el mensaje sobre su hombro. Su mandíbula se tensó.

—Mikhailov. Sabe que estuviste en el banco. Y ahora tiene a Reed.

Hailey sintió que la furia la atravesaba como un rayo.

—Si le hacen daño, los mataré a todos.

Ryan la miró con seriedad.

—Entonces deja de dudar y haz lo que debes hacer.

Hailey guardó el teléfono y respiró hondo. En su interior, la rabia, el miedo y la confusión se mezclaban en una tormenta imparable.

—Dime dónde lo tienen —exigió.

Ryan no dudó.

—En un almacén en el distrito 19. Mikhailov lo está usando como cebo para atraerte.

Hailey asintió y agarró su arma de la mesa.

—Pues felicidades —dijo con una sonrisa fría—. Su trampa acaba de volverse su sentencia de muerte.

Ryan la observó por un instante antes de asentir.

—Si vas a hacer esto, lo haremos juntos.

Hailey no respondió de inmediato. Miró la pantalla con todos los documentos esparcidos. Los secretos que habían sido ocultados durante años. El rompecabezas que apenas comenzaba a completarse.

Luego, se giró hacia su hermano.

—Vamos a recuperar a Logan —dijo finalmente—. Y después…

Sus ojos brillaron con algo nuevo. Algo letal.

—Después, haremos que todos paguen por esto.




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