Fuego Cruzado

CAPÍTULO 28: RESCATE EN EL INFIERNO

La noche en París era más oscura de lo habitual. Hailey y Ryan avanzaban por las calles silenciosas, sus sombras alargadas por las luces intermitentes de los faroles. No había tiempo para dudas, no había tiempo para procesar la verdad que acababa de descubrir.

Logan estaba en peligro. Y ella iba a sacarlo de ahí, sin importar cuántos cadáveres dejara en el camino.

—¿Cuántos hombres tiene Mikhailov en el almacén? —preguntó Hailey mientras revisaba el cargador de su arma.

Ryan exhaló lentamente.

—Al menos una docena. Y eso sin contar a los francotiradores.

Hailey apretó los dientes. Sabía que no iba a ser fácil, pero eso nunca la había detenido antes.

—¿Sigue confiando en ti? —preguntó, con la mirada fija en la carretera.

Ryan sonrió levemente.

—Suficiente como para no dispararme en cuanto me vea.

—Entonces eso nos da una ventaja —dijo Hailey, y quitó el seguro de su arma—. Pero solo una.

El almacén se alzaba en la lejanía, una estructura sombría en el distrito 19. Desde su posición en la azotea de un edificio cercano, Hailey observó a los guardias patrullando la entrada.

—Tres en la puerta principal, dos en la parte trasera —murmuró—. Y probablemente más adentro.

Ryan revisó su rifle de asalto.

—Podemos entrar por el costado este. Hay un punto ciego entre los turnos de vigilancia.

Hailey asintió.

—Tú ve primero. Si algo sale mal, crea una distracción. Yo iré por Logan.

Ryan la miró de reojo.

—Sigues sin confiar en mí, ¿verdad?

Hailey no apartó la vista del almacén.

—No se trata de confianza. Se trata de supervivencia.

Ryan suspiró, pero no discutió. Se deslizó por la escalera de incendios y desapareció en las sombras.

Hailey esperó unos segundos antes de moverse. Descendió con sigilo, manteniéndose en la penumbra mientras avanzaba hacia el costado del edificio.

El sonido de una radio crepitando llamó su atención. Dos guardias estaban apostados cerca de una camioneta, conversando en voz baja.

—Mikhailov dijo que lo mantuviéramos con vida, pero no especificó en qué condiciones —se rió uno de ellos.

El otro negó con la cabeza.

—No sé, hombre. El tipo se ve mal. No creo que aguante mucho más.

Hailey sintió que la rabia la consumía.

No había tiempo para sutilezas.

Se movió con rapidez, desenfundando su cuchillo en un solo movimiento fluido. Antes de que el primer guardia pudiera reaccionar, la hoja se hundió en su garganta. Un gorgoteo ahogado fue lo único que escapó de su boca antes de caer al suelo.

El segundo guardia intentó alcanzar su arma, pero Hailey fue más rápida. Lo golpeó en la tráquea con el mango del cuchillo y luego lo remató con un disparo silenciado a la cabeza.

Los cuerpos cayeron en la oscuridad.

Hailey respiró hondo y avanzó.

Dentro del almacén, la verdadera batalla estaba por comenzar.

Se movió entre las sombras, esquivando los haces de luz de las linternas. Desde su posición, podía ver una oficina elevada con cristales sucios. Allí debía estar Logan.

El eco de pasos acercándose la hizo detenerse. Un tercer guardia apareció al final del pasillo, su rifle en mano. Antes de que pudiera dar la alarma, Hailey disparó dos veces. Un tiro al pecho, otro a la cabeza.

El cuerpo cayó pesadamente.

—Eso no fue muy discreto —murmuró una voz en su oído.

Era Ryan. Había logrado entrar sin ser detectado.

—Cambia el plan —susurró Hailey—. Cúbreme mientras subo.

Ryan respondió con un seco “entendido”.

Subió las escaleras con rapidez, su arma lista. Cuando llegó a la puerta de la oficina, sintió un nudo en el estómago.

Empujó la puerta y lo vio.

Logan estaba encadenado a una silla, su rostro cubierto de sangre, sus ojos apenas abiertos. Pero cuando la vio, sonrió débilmente.

—Te tomaste tu tiempo.

Hailey sintió que algo dentro de ella se rompía.

—Voy a sacarte de aquí —susurró, arrodillándose para soltar sus ataduras.

Pero antes de que pudiera hacerlo, la puerta detrás de ella se abrió de golpe.

Mikhailov entró con una sonrisa cruel.

—Sabía que vendrías, Carter.

Hailey giró sobre sí misma, su arma apuntando directamente a su cabeza.

—Dame una razón para no volarte los sesos —gruñó.

Mikhailov rió entre dientes y alzó las manos en un gesto burlón.

—Porque si lo haces, ninguno de ustedes saldrá de aquí con vida.

Hailey no bajó el arma.

—Déjanos ir.

Mikhailov negó con la cabeza.

—No funciona así. Pero te haré una oferta: trabaja para mí. Tú y tu hermano. Con lo que sabes ahora, podrías ser una pieza invaluable.

Hailey sintió que la furia la devoraba.

—Jamás.

Mikhailov suspiró.

—Entonces no me dejas opción.

Antes de que pudiera reaccionar, Mikhailov sacó su arma. Pero no fue lo suficientemente rápido.

Un disparo resonó en la sala.

Mikhailov se tambaleó, su expresión de sorpresa congelada en su rostro antes de desplomarse al suelo.

Ryan estaba en la puerta, su pistola aún humeante.

Hailey se quedó en silencio por un segundo, su respiración agitada.

—Ya era hora —murmuró Logan, apenas consciente.

Ryan se acercó y la miró fijamente.

—Esto aún no ha terminado.

Hailey asintió y terminó de liberar a Logan.

No, esto no había terminado.

Esto apenas estaba comenzando.




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