Fuego Cruzado

CAPÍTULO 31: PERSIGUIENDO A UN FANTASMA

El rugido del motor rompía la quietud de la noche. Hailey y Ryan se deslizaban entre las sombras de París, rumbo a los muelles. El aire estaba cargado de tensión, de promesas de violencia. Sabían que cada kilómetro que recorrían los acercaba al enfrentamiento definitivo.

—Adler no es estúpido —murmuró Hailey, con la vista fija en la carretera—. Si sabe que lo buscamos, también sabe que alguien más lo está cazando.

Ryan asintió.

—No espero que nos reciba con los brazos abiertos.

Hailey apretó el volante.

—No necesitamos su bienvenida. Solo respuestas.

El auto se desvió por una calle lateral, ocultándose en la penumbra de los contenedores apilados. Desde allí, podían ver el almacén abandonado que Adler usaba como escondite. Y no estaban solos.

Varios vehículos negros estaban estacionados cerca.

—Mierda —murmuró Ryan—. Llegamos tarde.

Hailey apagó el motor y se agachó en el asiento, observando con cuidado. Hombres armados patrullaban la zona, sus sombras proyectadas por la tenue luz de las farolas.

—¿Quiénes son? —preguntó.

Ryan sacó unos binoculares y escaneó la escena.

—No son de Mikhailov. Sus hombres están ocupados peleando por el control ahora que él está muerto.

Hailey frunció el ceño.

—Entonces, ¿quién demonios los envió?

Ryan tardó un momento en responder.

—El Cuervo.

El nombre cayó sobre ellos como un presagio. Hailey sintió el pulso acelerarse. Todo indicaba que su peor enemigo estaba más cerca de lo que pensaban.

—Si El Cuervo está involucrado, significa que Adler sabe algo que podría acabar con él —dijo Hailey, revisando su pistola.

Ryan la observó por un momento.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Podríamos dar la vuelta, desaparecer. Dejar que se maten entre ellos.

Hailey lo miró fijamente.

—No. Si Adler muere, perdemos la única pista real que tenemos. Entramos y lo sacamos de ahí.

Ryan suspiró.

—Entonces será mejor que no nos maten en el intento.

Se movieron entre los contenedores con pasos silenciosos, acercándose al edificio sin ser detectados. Hailey contuvo la respiración cuando dos guardias pasaron junto a ellos, sus voces apenas audibles.

—El Cuervo quiere a Adler con vida. Pero si se resiste…

El otro hombre asintió.

—Entonces morirá aquí mismo.

Hailey y Ryan intercambiaron miradas. No tenían mucho tiempo.

—Entramos por la parte trasera —susurró Hailey—. Debemos movernos antes de que se lo lleven.

Ryan asintió y desenfundó su arma. Con movimientos coordinados, rodearon el edificio hasta encontrar una entrada lateral. La cerradura era sencilla. Hailey sacó sus ganzúas y la abrió en segundos.

Dentro, el aire olía a humedad y pólvora. Pasaron por un pasillo estrecho, manteniéndose pegados a las paredes. A lo lejos, se escuchaban voces. Se acercaron con cautela y se asomaron a la habitación principal.

Adler estaba arrodillado en el suelo, con un arma apuntándole a la cabeza.

Un hombre alto y vestido de negro lo observaba con calma, su pistola firmemente sujeta.

—Dame el nombre —exigió el hombre—. Sabemos que lo tienes.

Adler escupió sangre y rió entre dientes.

—Puedes matarme, pero no obtendrás nada de mí.

El hombre suspiró, como si su paciencia se agotara.

—Muy bien, entonces hagámoslo a mi manera.

Levantó el arma.

Hailey no esperó más.

Disparó.

El primer tiro impactó en la mano del agresor, haciendo que soltara su arma. El caos estalló de inmediato. Los hombres de El Cuervo sacaron sus armas y dispararon en su dirección.

—¡Cúbrete! —gritó Ryan, disparando mientras corría hacia una pila de cajas.

Hailey se lanzó al suelo, rodando hasta quedar detrás de una columna de metal. Su corazón martilleaba en su pecho, pero su mente estaba enfocada.

Adler seguía en el suelo, aturdido pero consciente.

—¡Adler! —gritó Hailey—. ¡Muévete!

El hombre levantó la vista, sus ojos llenos de sorpresa. No tuvo tiempo de responder antes de que una bala pasara rozando su oreja.

Ryan disparó dos veces, eliminando a otro enemigo. Hailey aprovechó la distracción para avanzar hacia Adler.

—¿Puedes caminar? —preguntó, agachándose junto a él.

Adler asintió con dificultad.

—Más o menos.

—Pues será mejor que corras.

Lo ayudó a ponerse de pie mientras Ryan seguía cubriéndolos. Los disparos resonaban por todo el almacén. Los enemigos no eran muchos, pero estaban bien entrenados.

—¡Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen refuerzos! —gritó Ryan.

Hailey asintió y comenzó a moverse hacia la salida trasera.

Pero justo cuando creían que lo lograrían, un nuevo enemigo apareció.

Un hombre vestido con un abrigo largo bloqueaba la puerta. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una máscara negra. Sus ojos fríos los recorrieron con calma.

Hailey sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Quién diablos eres? —preguntó, con el arma levantada.

El hombre inclinó la cabeza.

—Yo soy la persona que han estado buscando.

Ryan se tensó a su lado.

—No puede ser…

Hailey sintió su respiración detenerse cuando la verdad la golpeó.

Estaban cara a cara con El Cuervo.




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