El silencio entre Hailey y Daniel Carter era tan denso como el aire en el almacén. Ryan se mantenía tenso a su lado, y Adler, aunque aún tambaleante, no perdía detalle de la escena.
Hailey sintió el peso del arma en su mano. Cada fibra de su ser le decía que disparara, que acabara con el hombre que había destrozado su vida. Pero la otra parte, la que aún buscaba respuestas, la mantenía quieta.
—Empieza a hablar —ordenó con la voz firme.
Daniel no pareció sorprendido por su reacción. De hecho, asintió con aprobación.
—Siempre supe que llegarías a este punto —dijo con calma—. Pero lo que no sabía era si estarías dispuesta a escuchar.
Hailey apretó los dientes.
—Hazme perder el tiempo y verás lo rápido que cambio de opinión.
Daniel Carter entrecerró los ojos, evaluándola.
—Muy bien. Empecemos desde el principio.
Se giró y caminó hacia una mesa en el centro del almacén. En ella, había un maletín cerrado. Con un clic, lo abrió y giró la pantalla de una laptop hacia Hailey y Ryan.
En el monitor, aparecieron documentos clasificados, fotografías de operaciones encubiertas y nombres codificados.
Pero lo que realmente hizo que Hailey sintiera un escalofrío recorrerle la espalda fue ver su propio rostro en uno de los archivos.
—Esto no es solo sobre mí, ¿verdad? —murmuró.
Daniel negó con la cabeza.
—No. Es sobre todos nosotros.
Ryan se inclinó sobre la pantalla, su ceño fruncido al leer la información.
—¿Qué es esto? —preguntó con voz áspera.
Daniel giró la laptop hacia él.
—Una lista de agentes operativos dentro de la misma red que intentaron matarnos a todos. Algunos siguen activos, otros fueron eliminados cuando dejaron de ser útiles.
Hailey sintió un nudo en el estómago. Entre los nombres, reconoció a varias personas que había conocido durante su tiempo en operaciones encubiertas.
—Esto no tiene sentido —susurró—. ¿Por qué nos usarían para después querer borrarnos?
Daniel la miró fijamente.
—Porque sabíamos demasiado. Nos convirtieron en armas, en herramientas desechables. Pero en algún momento, dejamos de ser un activo y nos convertimos en una amenaza.
Hailey sintió la furia burbujeando en su interior.
—¿Y tú? —espetó, mirándolo con desconfianza—. ¿Cómo entras en todo esto?
Daniel se cruzó de brazos.
—Hace años, descubrí lo que estaban haciendo con los agentes como tú. Manipulación psicológica. Eliminación de recuerdos. Experimentación encubierta. Sabía que no podía detenerlos desde dentro, así que fingí mi muerte y empecé a trabajar desde las sombras.
Hailey dejó escapar una risa amarga.
—¿Desde las sombras? ¿Creando una red criminal propia?
Daniel sonrió levemente.
—Un hombre necesita recursos. Y enemigos con dinero y poder son la mejor forma de obtenerlos.
Ryan negó con la cabeza.
—Sigues siendo un bastardo manipulador.
Daniel no lo negó.
—Y sin embargo, aquí están. Listos para escuchar lo que tengo que decir.
Hailey cerró los ojos por un momento. Todo lo que había creído saber estaba colapsando. Y lo peor era que no podía permitirse el lujo de ignorarlo.
—Si realmente sabes quién está detrás de todo esto, dímelo de una vez —exigió.
Daniel tomó un respiro antes de responder.
—El verdadero enemigo no es solo El Cuervo, ni Mikhailov, ni Adler. Es una facción dentro del gobierno, una unidad encubierta que opera fuera del radar. Se hacen llamar División Sombra.
Hailey sintió que la sangre se le helaba.
Había oído rumores. Susurros entre los operativos más veteranos. Pero nunca había pruebas.
—¿Qué quieren? —preguntó Ryan.
Daniel cerró la laptop.
—El control absoluto. De la información. De las armas. De nosotros.
Hailey respiró hondo. Su mente trabajaba rápidamente, analizando todas las posibilidades.
—¿Y cómo los detenemos? —preguntó finalmente.
Daniel la miró con algo que parecía… orgullo.
—Así me gusta. Sin rodeos.
Se acercó a la mesa y tomó un sobre. Lo deslizó hacia Hailey.
—Aquí hay ubicaciones, nombres clave y cuentas bancarias vinculadas a ellos. Todo lo que necesitas para empezar a derribarlos.
Hailey tomó el sobre con cuidado.
—¿Y qué quieres a cambio?
Daniel sonrió.
—Quiero que sobrevivas. Y que hagas lo que yo no pude.
Ryan soltó una carcajada sarcástica.
—Claro. Qué conmovedor. El hombre más peligroso del mundo quiere redimirse a través de su hija.
Daniel no apartó la vista de Hailey.
—Esto no es sobre redención. Es sobre terminar lo que empezamos.
Hailey sostuvo su mirada. La parte racional de su mente le gritaba que no podía confiar en él. Pero otra parte… la parte que sabía lo que era ser utilizada y desechada… entendía que Daniel tenía razón en algo.
No importaba si él era un monstruo.
Había monstruos más grandes ahí afuera.
—¿Y cómo sabemos que no nos traicionarás? —preguntó finalmente.
Daniel esbozó una leve sonrisa.
—Porque si quisieran matarlos, ya lo habrían hecho.
El almacén quedó en silencio. Hailey sintió la tensión en su pecho. Sabía que la decisión que tomara ahora definiría todo lo que vendría después.
Miró a Ryan. Su expresión dejaba claro que no confiaba en Daniel ni un poco, pero estaba esperando su decisión.
Miró a Adler, quien solo observaba la escena con interés.
Y finalmente, miró a su padre.
—Lo haremos a mi manera —dijo finalmente—. Si descubro que nos estás usando, te juro que seré yo quien apriete el gatillo.
Daniel asintió, sin rastro de miedo.
—Entonces tenemos un trato.
Hailey sintió su corazón latir con fuerza.
Se acababa de aliar con el diablo.
Y ahora, no había marcha atrás.