El eco de las palabras de Daniel aún resonaba en la mente de Hailey mientras salían del almacén. Se había aliado con el diablo, y lo sabía. Pero si su padre decía la verdad, entonces estaban en guerra contra algo mucho más grande de lo que jamás imaginaron.
Ryan caminaba a su lado, con el rostro endurecido.
—No me gusta esto —gruñó—. No confío en él.
Hailey apretó la mandíbula.
—Yo tampoco —admitió—. Pero ahora mismo, no tenemos opción.
Adler, que los seguía con pasos tambaleantes, rió entre dientes.
—Nunca pensé que viviría para ver este momento. La legendaria Hailey Carter, aliándose con su peor enemigo.
Hailey lo fulminó con la mirada.
—No abuses de tu suerte, Adler.
El aire nocturno era pesado mientras se alejaban del muelle. Daniel los había dejado con un sobre lleno de nombres y ubicaciones, pero no con un plan.
—Tenemos que movernos antes de que ellos lo hagan —dijo Hailey, revisando los documentos dentro del sobre.
Ryan observó las hojas con detenimiento.
—Aquí hay nombres de oficiales, empresarios, incluso políticos —dijo con incredulidad—. Si esta lista es real, la División Sombra no solo está en las sombras, sino que es el maldito gobierno.
Hailey sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Y nuestro trabajo es sacarlos a la luz. Uno por uno.
Se detuvieron en un callejón oscuro para revisar la información sin ser detectados. Hailey encendió la pantalla de su teléfono y buscó uno de los nombres en la lista.
—Charles Montgomery —leyó en voz alta—. Exdirector de operaciones encubiertas en la CIA. Desapareció del ojo público hace cinco años.
Ryan asintió.
—Lo conocí. Un cabrón despiadado. Si sigue vivo, significa que está operando en las sombras.
Adler se inclinó hacia ellos, con una sonrisa cínica.
—Y resulta que tengo una pista de dónde encontrarlo.
Hailey entrecerró los ojos.
—Si nos traicionas, te mataré.
Adler levantó las manos en un gesto de falsa inocencia.
—Vamos, Carter. Estamos en el mismo barco ahora.
La pista los llevó a un club clandestino en las afueras de París, un lugar donde los poderosos negociaban en la oscuridad. Hailey y Ryan se vistieron para la ocasión, adoptando la apariencia de jugadores más en el tablero de la corrupción.
Adler los acompañó, luciendo tan cómodo como siempre en ese ambiente.
—Montgomery viene aquí cada jueves —susurró mientras avanzaban entre la multitud—. Si sigue su rutina, no tardará en aparecer.
Hailey y Ryan se dirigieron a la barra, fingiendo ser una pareja más entre los asistentes. Desde allí, escanearon el lugar.
Y entonces lo vieron.
Charles Montgomery, con un whisky en la mano y rodeado de hombres que claramente eran guardaespaldas.
—Ahí está —murmuró Ryan.
Hailey respiró hondo. Tenían que acercarse sin levantar sospechas.
—Déjamelo a mí —dijo.
Se deslizó entre la multitud con la facilidad de alguien que sabía cómo moverse en ese mundo. Se acercó a Montgomery con una sonrisa ensayada y pidió un trago justo a su lado.
—Whisky doble —dijo con voz suave.
Montgomery la miró de reojo y sonrió.
—Una mujer con buen gusto.
Hailey levantó su copa y le dedicó una mirada calculada.
—Dicen que el buen gusto se gana con la experiencia.
Montgomery rió.
—Me gusta esa filosofía. ¿Cuál es tu nombre?
Hailey sonrió de lado.
—¿Y qué diversión habría si te lo dijera tan rápido?
La conversación fluyó con facilidad. Montgomery no era un hombre estúpido, pero su ego lo hacía vulnerable.
—Escuché que sabes cosas que pocos saben —dijo Hailey, inclinándose ligeramente hacia él—. Me gustan los hombres con secretos.
Montgomery sonrió, claramente complacido.
—Tal vez podamos hablar en un lugar más privado.
Hailey asintió y dejó que la guiara a un área VIP en la parte trasera del club. Ryan se movió discretamente, siguiendo la situación desde la distancia.
En cuanto estuvieron solos, Montgomery cambió su expresión.
—Ahora dime, querida, ¿quién demonios eres en realidad?
Hailey no perdió la compostura. Se inclinó sobre la mesa y bajó la voz.
—Alguien que quiere hacer un trato.
Montgomery entrecerró los ojos.
—¿Qué tipo de trato?
Hailey deslizó una fotografía sobre la mesa. Una imagen borrosa de Daniel Carter.
—Sé que trabajaste con él. Sé que sigues en contacto con los de la División Sombra. Y sé que ellos también quieren deshacerse de ti.
Montgomery dejó escapar una risa seca.
—¿Y qué me hace pensar que no eres uno de ellos?
Hailey se inclinó más cerca.
—Porque si lo fuera, ya estarías muerto.
Montgomery la estudió por un largo momento. Luego, con un suspiro, tomó un trago de su whisky y deslizó una tarjeta sobre la mesa.
—Hay alguien que puede decirte lo que necesitas saber —dijo—. Pero si vas tras él, debes estar lista para enfrentar lo peor.
Hailey tomó la tarjeta y la leyó.
Un nombre.
Elliot Graves.
Ryan se acercó discretamente, viendo la expresión en el rostro de Hailey.
—¿Quién es? —preguntó.
Hailey guardó la tarjeta y exhaló lentamente.
—El verdadero monstruo detrás de todo esto.
La primera jugada había sido hecha.
Y ahora, la cacería de verdad comenzaba.