El reloj avanzaba con una crueldad implacable. Hailey y Ryan sabían que tenían menos de veinticuatro horas para resolver lo que Graves les había ordenado. Langley debía morir. Al menos, en apariencia.
Ryan frotó su rostro con frustración mientras caminaban de regreso al hotel.
—Esto es una locura —gruñó—. Si Graves sospecha que estamos fingiendo, no saldremos vivos de Londres.
Hailey se apoyó contra la pared y exhaló lentamente.
—No tenemos opción. Si lo matamos, perdemos un aliado clave. Si no lo hacemos, nos delatamos.
Ryan cruzó los brazos.
—Entonces tenemos que hacerlo perfecto.
Hailey asintió.
—Necesitamos que Langley confíe en nosotros. Y eso significa convencerlo de que fingir su muerte es su mejor oportunidad para seguir respirando.
Contactar a Langley sin levantar sospechas era el primer desafío. Usaron una línea segura para citarlo en un almacén abandonado en el distrito financiero.
Cuando Langley llegó, su expresión era la de un hombre que sabía que algo estaba muy mal.
—¿Por qué tanto misterio? —preguntó, encendiendo un cigarro.
Hailey cruzó los brazos.
—Graves te quiere muerto.
Langley soltó una carcajada.
—Graves quiere a mucha gente muerta. ¿Por qué debería preocuparme ahora?
Ryan arrojó la foto sobre la mesa. La misma que Graves les había entregado.
—Porque esta orden viene con fecha de caducidad. Y expira mañana.
El rostro de Langley se endureció.
—¿Qué planean hacer? —preguntó Langley, su tono menos arrogante.
Hailey se acercó y apoyó las manos sobre la mesa.
—Fingimos tu muerte. Hacemos que parezca real. Graves recibe la noticia y nosotros seguimos respirando.
Langley exhaló humo lentamente, evaluando la propuesta.
—Suena jodidamente arriesgado.
Ryan asintió.
—Es porque lo es.
Langley tamborileó los dedos sobre la mesa. Luego sonrió levemente.
—Bien. ¿Cuál es el plan?
El plan era simple en teoría, pero peligroso en ejecución. Tenían que organizar un asesinato convincente, con un cadáver que pudiera pasar por Langley y pruebas que aseguraran que Graves creyera en su muerte.
—Conozco a alguien en la morgue que puede conseguir un cuerpo parecido a Langley —dijo Hailey—. Solo necesitamos que el fuego haga el resto.
Ryan asintió lentamente.
—Un incendio en un almacén. Cuerpo calcinado. Sin forma de identificarlo más que con la información que nosotros proporcionemos.
Langley dejó su cigarro en el cenicero.
—Espero que sean mejores falsificando muertes de lo que son dando garantías.
Hailey sonrió con frialdad.
—Si fallamos, no vivirás para quejarte.
El siguiente paso fue conseguir el cuerpo. Hailey y Ryan se dirigieron a la morgue clandestina de un contacto llamado Fischer, un exmédico que había cambiado la medicina por negocios más lucrativos.
—Necesitamos un cuerpo —dijo Hailey sin rodeos cuando entraron en la oscura habitación refrigerada.
Fischer levantó una ceja.
—Eso suele costar.
Ryan arrojó un sobre con dinero sobre la mesa.
—Hazlo rápido.
Fischer revisó los cuerpos almacenados y finalmente señaló uno que tenía rasgos similares a Langley.
—Este servirá —dijo—. Pero será mejor que sean cuidadosos. La policía ya está demasiado interesada en los cuerpos que desaparecen.
Trasladaron el cuerpo al almacén donde fingirían el asesinato. Langley los observó con una mezcla de incredulidad y cautela.
—Esto es una locura —murmuró.
—Lo es —respondió Hailey—. Pero es la única forma de sacarte del radar de Graves.
Prepararon la escena con meticulosa precisión. El cuerpo fue vestido con la ropa de Langley, y su rostro sería irreconocible tras el incendio.
Ryan colocó explosivos de baja intensidad para que la combustión hiciera el resto.
Langley suspiró y los miró con resignación.
—Si esto funciona, les deberé la vida.
Hailey esbozó una sonrisa fría.
—Y espero que sepas pagar las deudas.
Encendieron la mecha y salieron del almacén antes de que la explosión sacudiera la noche. Desde la distancia, observaron las llamas consumir el edificio.
—Ahora solo falta hacer llegar la noticia a Graves —murmuró Ryan.
Hailey sacó su teléfono y marcó el número que Graves les había dado.
—El trabajo está hecho —dijo cuando él respondió.
Hubo un breve silencio.
—Bien —dijo Graves finalmente—. Espero que hayan disfrutado su primera tarea. Pronto hablaremos de cosas más importantes.
Hailey colgó y miró a Ryan.
—Lo creyó.
Ryan asintió.
—Pero esto solo es el comienzo.
Langley se desvaneció en la noche, con una nueva identidad y un destino incierto.
Hailey y Ryan regresaron al hotel, sabiendo que su juego con Graves apenas estaba empezando.
—Ahora estamos dentro —dijo Hailey, observando su reflejo en el espejo.
Ryan se dejó caer en una silla y suspiró.
—Sí. Y cuanto más adentro estemos, más difícil será salir.
Hailey cerró los ojos por un segundo. Sabía que tenía razón.
Pero ya era demasiado tarde para retroceder.