Hawthorne se removió en su asiento, su mirada oscilando entre el arma de Ryan y los papeles que Hailey había deslizado sobre la mesa. Sus manos temblaban ligeramente, un tic que delataba el miedo que intentaba ocultar.
—Miren, yo… no es lo que piensan —balbuceó—. No estoy traicionando a Graves, solo… me aseguraba de tener un seguro de vida.
Hailey cruzó los brazos, estudiándolo con frialdad.
—¿Vendiendo información a la competencia? Eso no suena a seguro de vida. Suena a sentencia de muerte.
Hawthorne tragó saliva.
—¡No lo entienden! Graves cree que tiene el control de todo, pero hay alguien más… alguien que está moviendo las piezas desde las sombras.
Ryan golpeó la mesa con la palma de la mano, impaciente.
—¿Quién?
Hawthorne bajó la voz hasta casi un susurro.
—El verdadero líder de la División Sombra. El que incluso Graves teme.
Las palabras de Hawthorne hicieron que Hailey sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. La División Sombra era una amenaza lo suficientemente grande como para que Graves pareciera solo un intermediario, pero si había alguien por encima de él… eso lo cambiaba todo.
—Dame un nombre —dijo Hailey con voz firme.
Hawthorne dudó. Sus ojos buscaron desesperadamente una salida, pero solo encontró la mirada fría de Hailey y el arma de Ryan.
Finalmente, exhaló y susurró:
—Nathaniel Cross.
El aire en la habitación pareció volverse más denso. Ryan entrecerró los ojos, reconociendo el nombre de inmediato.
—Eso es imposible. Cross murió hace años.
Hawthorne negó con la cabeza.
—Eso es lo que quieren que piensen. Cross está vivo. Y si Graves es peligroso, él es diez veces peor.
Hailey se reclinó en su asiento, procesando la información. Nathaniel Cross había sido un nombre temido en las agencias de inteligencia, un hombre que operaba en la línea entre el terrorismo y la política. Oficialmente, había muerto en un ataque aéreo hace cinco años. Si eso era mentira, entonces estaban persiguiendo algo mucho más grande de lo que imaginaban.
—¿Dónde está? —preguntó Ryan.
Hawthorne negó rápidamente con la cabeza.
—No lo sé con certeza. Pero he escuchado rumores de que se está moviendo por Europa del Este. Budapest, Praga… nunca permanece mucho tiempo en un solo lugar.
Hailey sintió que la adrenalina le recorría el cuerpo. Esto no solo los ponía en la mira de Graves, sino también de un hombre al que todos creían muerto.
—Si Graves descubre que has hablado con nosotros… —dijo Ryan con dureza.
Hawthorne se estremeció.
—Por eso necesito desaparecer.
Hailey intercambió una mirada con Ryan. Graves aún creía que Hawthorne era el traidor, pero si querían usar esta información en su favor, tenían que asegurarse de que siguiera respirando.
—Te ayudaremos a salir de Londres —dijo Hailey—, pero si intentas jugarnos, seré yo quien te elimine.
Hawthorne asintió frenéticamente.
—No tienen que decírmelo dos veces.
Ryan suspiró y guardó su arma.
—¿Tienes una salida segura?
Hawthorne sacó un pasaporte falso de su chaqueta.
—Un avión privado en Heathrow. Pero necesito llegar sin ser detectado.
Hailey se puso de pie.
—Entonces movámonos antes de que sea demasiado tarde.
El trayecto hasta el aeropuerto estuvo cargado de tensión. Hailey y Ryan condujeron con cautela, asegurándose de que no los seguían. A cada esquina, a cada luz roja, sentían que el peso de la mentira que habían construido se hacía más insoportable.
—¿Y si Graves ya sabe? —murmuró Ryan, su mano cerca de su arma.
—Entonces nos enteraremos pronto —respondió Hailey.
Cuando llegaron a una pista privada en Heathrow, el avión de Hawthorne ya estaba esperando. La puerta trasera se abrió y un piloto con gafas oscuras les hizo una señal.
Hawthorne se giró hacia ellos, su expresión una mezcla de alivio y miedo.
—Si encuentran a Cross… tengan cuidado. Él no juega bajo ninguna regla.
Hailey asintió.
—Lo mismo va para ti. Mantente lejos del radar.
Hawthorne asintió y subió al avión. En cuestión de minutos, el jet despegó en la oscuridad.
De regreso en Londres, Hailey y Ryan sabían que el próximo paso era enfrentar a Graves. Pero tenían que hacerlo con cuidado.
—Si le decimos que Hawthorne está muerto, no sospechará —dijo Ryan mientras conducían de vuelta.
—Sí, pero eso no nos da mucho tiempo. En cuanto descubra que Nathaniel Cross sigue vivo, sus prioridades cambiarán.
Ryan miró por el retrovisor.
—Entonces tenemos que adelantarnos a él.
Hailey respiró hondo. Sabía que esto solo estaba comenzando.
—Tenemos que encontrar a Cross antes de que lo haga Graves.
Cuando llegaron a su hotel, una nota estaba esperándolos en la puerta de su habitación. Un sobre negro con su nombre escrito en tinta plateada.
Hailey lo abrió con precaución y leyó el mensaje en su interior.
Felicidades por un trabajo bien hecho. Nos vemos mañana para discutir tu próxima tarea.
Ryan exhaló con alivio.
—Al menos por ahora, Graves no sospecha.
Hailey dobló la nota y la guardó.
—No podemos confiarnos. La próxima vez, la prueba será aún más difícil.
Ryan tomó su arma y la dejó sobre la mesa.
—Entonces será mejor que estemos preparados.
Hailey miró por la ventana, observando la ciudad que se extendía frente a ella.
Nathaniel Cross. Un fantasma que regresaba del pasado. Un hombre que ni siquiera Graves podía controlar.
La cacería acababa de comenzar.
Y sabían que el tiempo se estaba agotando.