La nieve caía sobre Moscú con la suavidad de una cortina blanca, cubriendo las calles y edificios con una capa de hielo traicionera. Hailey sentía el aire frío quemándole los pulmones a cada inhalación, pero no tenía tiempo para pensar en eso.
Logan caminaba junto a ella, su mirada oculta bajo la sombra de la capucha de su abrigo negro. El mensaje de Volkov había sido claro: “Si quieren respuestas, vengan solos.”
Era una trampa. Lo sabían. Pero no tenían opción.
—Aún podemos abortar esto —murmuró Logan, con la mano lista sobre la pistola oculta en su chaqueta.
—No —respondió Hailey sin dudar—. Estamos demasiado cerca.
La dirección los llevó hasta un edificio abandonado a las afueras de la ciudad. La estructura era un antiguo búnker soviético, su entrada medio oculta por la nieve y la maleza crecida.
Hailey sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el clima.
Empujaron la puerta oxidada y entraron.
El interior estaba oscuro y helado, con un fuerte olor a moho y óxido. Sus pasos resonaron en el pasillo estrecho mientras avanzaban con cautela, armas listas.
De pronto, un ruido a la izquierda.
Logan reaccionó antes que ella, apuntando su pistola hacia la sombra que emergía del polvo.
—Bajen el arma, Reed —una voz profunda y burlona rompió el silencio—. No querrán dispararle a un viejo amigo.
El corazón de Hailey se detuvo.
Esa voz…
El hombre que salió de las sombras tenía el cabello entrecano y una cicatriz cruzándole la mejilla izquierda. Ojos afilados, oscuros, llenos de una frialdad que helaba la sangre.
Hailey sintió que el mundo se inclinaba bajo sus pies.
—No puede ser… —susurró.
—Pero lo es —respondió el hombre con una sonrisa ladeada—. Han estado buscándome, ¿no es así?
Logan no bajó el arma.
—Dime por qué diablos seguimos encontrando tu nombre en los archivos de Graves —exigió.
El hombre esbozó una sonrisa cínica.
—Porque Graves y yo compartimos más historia de la que imaginas.
Hailey intentó mantener la compostura, pero algo dentro de ella se revolvía con violencia.
—¿Quién eres?
El hombre la miró directamente a los ojos.
—Soy Edward Carter.
El aire se volvió insoportablemente denso.
Hailey sintió que su pecho se encogía.
—No… —murmuró, dando un paso atrás.
Ese nombre… era imposible.
Edward Carter estaba muerto.
—Eso no es posible —su voz sonaba vacía, como si no saliera de su propia garganta.
Edward Carter sonrió con amargura.
—Eso es lo que todos creen. Pero no siempre la muerte es el final, Hailey.
La cabeza le daba vueltas. La última vez que había escuchado ese nombre fue en un informe de misión clasificado, un documento que describía la ejecución de Edward Carter hace más de quince años en una operación encubierta fallida.
—¿Cómo…? —intentó hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
—Fingí mi muerte —respondió sin rodeos—. Era la única forma de escapar.
Hailey sintió un nudo en el estómago.
—¿Escapar de qué?
Edward la miró con algo parecido a la tristeza.
—Del hombre que ahora ustedes buscan.
Logan tensó la mandíbula.
—¿Graves?
Edward asintió lentamente.
—Graves no siempre fue el hombre que conocen ahora. Hubo un tiempo en que él y yo éramos aliados. Trabajábamos juntos en la misma operación, hasta que me di cuenta de que su verdadera lealtad no estaba con nuestra agencia, sino con algo mucho más oscuro.
Hailey sintió su pulso acelerarse.
—¿Qué quieres decir?
Edward dio un paso más cerca.
—Graves no trabaja solo. Nunca lo hizo. Es solo una pieza de un juego más grande. Uno en el que yo era una amenaza… y por eso intentaron eliminarme.
El silencio se hizo pesado entre ellos.
Logan seguía sin bajar el arma.
—Si fingiste tu muerte, ¿por qué ahora decides salir de las sombras?
Edward soltó una leve risa.
—Porque ya no puedo seguir escondiéndome. Y porque ustedes han llegado demasiado lejos.
Hailey aún no podía procesarlo. Su padre… su verdadero padre… estaba vivo.
—¿Por qué nos contactaste?
Edward la miró con seriedad.
—Porque si siguen por este camino, Graves los matará.
Hailey sintió que el miedo le recorría la espalda, pero no permitió que se reflejara en su rostro.
—Necesitamos encontrarlo —dijo con firmeza—. Y tú eres la única persona que puede ayudarnos.
Edward suspiró.
—No les gustará lo que tengo que decirles.
—Dínoslo de todos modos —intervino Logan.
Edward los miró a ambos antes de hablar.
—Graves está en un lugar donde nadie puede tocarlo. Si quieren llegar a él… tendrán que hacer algo impensable.
El tono de su voz hizo que un escalofrío recorriera la columna de Hailey.
—¿A qué te refieres?
Edward apoyó ambas manos sobre la mesa de metal oxidada entre ellos y los miró con seriedad.
—Tienen que trabajar con él.
Hailey sintió que su estómago se hundía.
—¿Qué?
Edward continuó:
—Graves solo se deja ver por aquellos en quienes confía. Si realmente quieren atraparlo, tienen que hacerle creer que están de su lado.
Logan resopló con incredulidad.
—Eso es un suicidio.
Edward sonrió con amargura.
—Bienvenidos al juego.
El silencio se extendió entre ellos.
Hailey no podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Quieres que nos aliemos con el hombre que destruyó mi vida?
Edward negó con la cabeza.
—Quiero que lo destruyan desde adentro.
Logan y Hailey intercambiaron una mirada.
Era una locura.
Era imposible.
Y, sin embargo…
Era su única opción.