Fuego Cruzado

Capítulo 44: Un Nuevo Enemigo

El aire de París era denso, cargado con el aroma del tabaco y el perfume caro de la multitud que llenaba el bar. Hailey se mantuvo inmóvil, con la espalda recta y los dedos entrelazados sobre la mesa, pero por dentro, su pulso era una bomba de tiempo.

Sophia Laurent la observaba con una sonrisa felina, sus ojos verdes brillando con una mezcla de diversión y curiosidad.

—Así que quieres que te entregue a Mirov —murmuró, girando lentamente su copa de vino entre los dedos—. Qué osado de tu parte venir a pedirme ayuda después de lo que pasó la última vez.

Hailey sostuvo su mirada sin parpadear.

—No vengo a pedirte ayuda, vengo a hacer un trato.

Sophia soltó una risa suave y seductora, apoyando la barbilla en una mano.

—Siempre me ha gustado esa arrogancia tuya.

Desde su posición, Logan no apartaba la vista de Sophia. Estaba apoyado contra la pared cercana, su postura relajada, pero Hailey sabía que estaba analizando cada palabra, cada movimiento.

Sophia inclinó la cabeza.

—Mirov es peligroso, querida. Más de lo que recuerdas. ¿Estás segura de que quieres caminar hacia su jaula por voluntad propia?

Hailey sintió el peso de la decisión en su pecho, pero no mostró duda alguna.

—No tengo opción.

Sophia sonrió como si hubiera estado esperando esa respuesta.

—Bien, entonces dime… ¿qué gano yo con esto?

Hailey se inclinó hacia adelante.

—Tu vida.

Sophia entrecerró los ojos, pero la diversión no desapareció de su rostro.

—Eso suena como una amenaza.

—Es una advertencia —corrigió Hailey—. Graves está eliminando a todos los que alguna vez trabajaron con él. Eres una pieza desechable en su juego.

Sophia se quedó en silencio por unos segundos y luego suspiró.

—Dios, extrañaba estos intercambios contigo.

Se echó hacia atrás en su asiento y le lanzó una mirada a Logan.

—¿Y qué dice el guardaespaldas?

Logan habló por primera vez.

—Digo que si intentas traicionarnos, te arrepentirás.

Sophia sonrió ampliamente.

—Oh, mon amour, me encanta cuando los hombres me amenazan.

Logan no respondió. Solo la observó con una calma gélida que hizo que la sonrisa de Sophia se desvaneciera ligeramente.

—Está bien —dijo al fin, dirigiéndose a Hailey—. Te llevaré con Mirov. Pero una vez que estés dentro, estarás sola.

—Eso lo sé.

Sophia bebió un último sorbo de su vino y se puso de pie.

—Entonces prepárate, querida. Porque Mirov no ha cambiado… y todavía le gusta jugar con sus presas.

Hailey sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero lo ignoró.

—¿Cuándo lo veremos?

Sophia sonrió, maliciosa.

—Esta misma noche.

El tiempo pareció acelerarse después de eso.

Sophia organizó un encuentro con Mirov en una mansión a las afueras de París, un lugar que, según sus fuentes, el traficante usaba como base temporal.

Hailey se vistió para el papel que tenía que jugar: un vestido negro ajustado, tacones altos y una actitud calculada.

Logan no estaba de acuerdo con el plan, y lo dejó claro cuando entraron al vehículo que los llevaría al encuentro.

—Esto es una locura —gruñó, con la mandíbula tensa.

Hailey lo miró.

—Lo sé.

—Entonces dime por qué diablos lo estamos haciendo.

Ella suspiró.

—Porque no hay otra manera.

Logan pasó una mano por su cabello con frustración.

—Si algo sale mal, no podré ayudarte.

Hailey sintió el peso de esas palabras, pero solo asintió.

—Lo sé.

Pero eso no hacía que la situación fuera más fácil.

Cuando llegaron a la mansión, Hailey sintió la adrenalina recorrerle las venas.

El lugar estaba fuertemente custodiado, con hombres armados en cada entrada. La fachada de mármol y los jardines perfectamente cuidados contrastaban con el peligro que se escondía dentro.

Sophia la condujo al interior, mientras Logan se quedaba afuera, oculto en la oscuridad, listo para intervenir si algo salía terriblemente mal.

—Recuerda —murmuró Sophia mientras caminaban por el pasillo—, no muestres miedo.

—Nunca lo hago.

Sophia sonrió.

—Por eso me agradas.

Las puertas dobles al final del pasillo se abrieron y Hailey vio a Viktor Mirov por primera vez en años.

El hombre seguía igual de imponente que en su memoria. Alto, corpulento, con el cabello rubio peinado hacia atrás y ojos que parecían analizar cada detalle de su presencia.

Estaba sentado en un sillón de cuero, con una copa de whisky en la mano.

Cuando la vio, sonrió.

—Hailey Carter —su voz era profunda y teñida de burla—. Nunca pensé que volvería a verte.

Hailey mantuvo su expresión neutral.

—Eso nos hace dos.

Mirov le hizo un gesto para que se acercara.

—Si Sophia te trae hasta mí, significa que tienes algo que ofrecer.

Hailey se acercó lentamente, sintiendo el peso de cada mirada en la sala.

—Tengo información. Sobre Graves.

Mirov entrecerró los ojos.

—Eso es interesante.

—Pero no suficiente para confiar en ti.

El aire en la sala se volvió más denso.

Hailey sostuvo su mirada.

—Dime qué necesitas para confiar en mí.

Mirov la estudió por un momento y luego sonrió.

—Quiero una prueba de lealtad.

Hailey sintió que la tensión se acumulaba en su pecho.

—¿Qué tipo de prueba?

Mirov chasqueó los dedos y uno de sus hombres se acercó, sosteniendo un arma.

—Quiero que mates a alguien por mí.

El silencio se apoderó de la habitación.

Hailey sintió el frío del metal cuando le pusieron la pistola en la mano.

—Si lo haces, te creeré.

Hailey apretó la mandíbula.

Sabía que no tenía opción.

La puerta lateral se abrió y trajeron a un hombre con una bolsa en la cabeza.

Cuando le quitaron la bolsa, Hailey sintió que el suelo se hundía bajo sus pies.

Su respiración se detuvo.

Porque la persona que estaba arrodillada frente a ella, con las manos atadas y la cara ensangrentada…




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