El demacrado salón del trono carecía de la belleza de antaño. Aquellos diez años de abandono y sangre derramada, todavía se aferraban a las paredes de piedra, los tapices y alfombras carcomidas por el mismo frío y humedad del aire.
Ahí, en medio, el príncipe Ambon observaba el demacrado trono que un par de soldados terminaba de arrancar de su lugar, sintiendo la añoranza de los antiguos días en que fue la sombra de su padre. Pronto sería colocado un nuevo trono. Nuevo y fuerte, alzándose hacia el cielo a casi cuarenta centímetros por sobre su gente.
La devastación extendida desde las alturas de Quajk, azotó con fuerza todo el sector oriente de la isla, provocando el desplazamiento de gran parte de los sobrevivientes hacia el lado occidente del río Onode. Solo los valientes fieles a la corona, lograron mantenerse de pie entre aquel frío mortal y la persistente amenaza de los Monstruos del Abismo.
Era cuestión de tiempo para que Tarsinno lograse extender sus fuerzas hacia el resto de Radwulf…
Pero el joven General Clim, poderoso Bletsun de Fuego, guió a sus tropas con audacia por las congeladas tierras de Duhjía y hacia Quajk, arremetiendo a las criaturas del Abismo sin titubear, arrasando con su fuego toda la congelada tierra.
Y ahí, en las grandes puertas del salón, se hallaba Clim. De regreso luego de largas semanas de travesía.
El General dio algunos pasos acercándose a Ambon, mientras que los soldados acarreaban los restos del antiguo trono fuera del salón, dejándolos solos. Y a poco más de un metro del príncipe, Clim dobló una rodilla sobre el suelo y saludó.
—He regresado, su alteza real.
—Bienvenido a casa, General —asintió Ambon, observando con atención el desgaste de su joven mano derecha y la manchada bolsa de yute que traía en mano.
—Mi señor, el Traidor ha caído —dijo Clim, con la cabeza baja mientras dejaba la bolsa sobre el piso de piedra.
—Todo gracias a usted, General. Y a la bendición de nuestro gran Dios Deiw, por supuesto. —Frunciendo el ceño, el príncipe dio la espalda a su General acercándose al lugar del trono—. Pero todavía no descifro dónde has dejado a Amace de Quajk.
—Ruego me perdone, majestad. La bruja de hielo huyó antes de ingresar al castillo. —Se disculpó, frunciendo el ceño.
—Está bien. Pero, General, debes hallarla y traerla al palacio. —Volteando, Ambon espero a que Clim alzase la mirada para agregar—; Se debe llevar a cabo un juicio, como corresponde.
Clim se abstuvo de gruñir y replicar. En su lugar asintió y se excuso, para ir a refrescarse antes de la ceremonia de coronación.
Sí se concentraba lo suficiente, podía sentir la presencia de la bruja en la distancia. Efímera. Pero seguro como estaba de su nombre, sabía que era ella… Y la encontraría, solo para acabar con la amenaza que suponía para el reino.