Fuego en mis venas (radwulf #2)

CAPÍTULO I

Diez años atrás...

Humo denso y oscuro se alzaba desde el palacio. Mis apresurados pasos titubearon un minuto, pero pronto comencé a correr, yendo en contra de la marea de asustados ciudadanos que huían del fuego.

Mi corazón latía con fuerza y el aire no lograba llenar mis pulmones, y sin embargo, no podía detenerme. Solo pensaba en mi familia. Mis padres, los padres de Macy, Lexuss… ellos están ahí.

Cuando atravesé las grandes puertas del muro exterior del palacio, aquellas que debían ser custodiadas por soldados, pero que entonces permanecían abiertas de par en par sin nadie refrenando la salida o entrada, pude sentir con claridad cada foco de fuego. Eran llamas dispersas y hambrientas, que parecían burlarse de los esfuerzos de los valientes soldados y campesinos. Quienes acarreaban baldes con agua, pasandolos de mano en mano con la desesperación y esfuerzo de quien ve su mundo derrumbarse.

Sin saber dónde buscar, corrí hacia ellos y me adentre en el palacio, comenzando a gritar.

—¡Mamá! ¡Papá!

Hemos sido llamados al palacio, Clim. Cuida a Macy y jueguen mientras no estemos, más no se alejen de la ciudad —dijo papá, quien luego de revolver mis cabellos se alejó con mamá y junto a la familia de Macy.

Escuché gritos en la lejanía y la única cosa que destacó entre mis inquietos pensamientos fue “apaga el fuego”. Cerrando los ojos, me concentré y abatí las llamas con un solo suspiro.

Los soldados y campesinos, sorprendidos, tardaron eso de un minuto en reaccionar y correr hacia el interior.

Yo fui tras ellos, internándome por los pasillos mientras veía rostros tras rostros desconocidos, sin poder hallar a mis padres o los padres de Amace. El aroma de la madera y tela quemada, la carne... me estremecía mientras jadeaba entre las lágrimas y las náuseas. No dejaba de pensar en el fuego consumiendo a mis padres, consumiendo a aquellas personas inocentes, los padres de Macy, su hermano...

Tropecé con una pierna de un soldado caído. Horrorizado, le observe pensando en que vería a un hombre desfigurado por las quemaduras, pero en su lugar vio a un hombre muy mal herido. Una herida aún sangrante en el abdomen y su espada caída a varios pasos.

No tenía sentido.

Si el fuego no es el culpable, entonces ¿qué?

Me puse de pie y corrí, corrí viendo a los soldados caídos, las doncellas degolladas y los nobles decapitados. Trague las náuseas y grite, grite llamándolos hasta que vi al primero de esos Monstruos. Grande y grueso, sin vellos y piel grasienta, piernas y brazos largos terminados en gruesos dedos con larguísimas garras, y tres oscuros ojos que se centraron en mi. Su ancha boca llena de al menos tres hileras de filosos colmillos se abrió, y un rugido ensordecedor retumbó en las paredes de piedra.

El Monstruo se abalanzó sobre mí, y aunque debía huir, pensé en Macy y los días en que solíamos practicar con el Maestro. Solo cerré mis ojos un segundo y al abrirlos, con decisión, alce mis manos y llamé al fuego. Aullando, el Monstruo cayó sobre el piso, agitándose en inútiles intentos por alcanzarme.

Mi fuego terminó con su vida en menos de un minuto, y sin darme tiempo a mediar en lo hecho continué corriendo.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Señor Hans! ¡Señora Cilla! ¡Lexuss!...

Mis gritos fueron ahogados por los rugidos de otros Monstruos que aparecieron por los pasillos, siguiéndome mientras les calcinaba con enfado.

—¡¡Detente ahí!!

Un hombre se abalanzó hacia mí con su espada alzada. Obviamente, no era un soldado.

—¡Aléjese de mí!

Trate de salir a un jardín interior, no queriendo herir a un humano. Pero nunca fui más rápido que Macy.

—¡Detente!

Un Monstruo se interpuso en mi camino, provocando que el sujeto me alcanzara, y sujetándome de un brazo me detuvo por completo.

Fue cosa de un segundo.

Lo vi a los ojos y supe, con aterradora certeza, que él no dudaría. Iba a matarme. Estaba decidido y cargado de tal furia inexplicable... que no pude dejar de luchar por mi vida.

Cerré los ojos y permití que el fuego destrozara todo a mi alrededor. La mano que me sujetaba desapareció y escuche un grito que rápidamente murió, junto con su dueño. No me permití mirar hasta estar seguro, de que todo lo que quedaba del Monstruo y ese hombre no fuera más que cenizas.

Al abrir mis ojos y contemplar el negro polvo a mi alrededor, cubriendo la tibia tierra marchita, sólo traté de centrarme en Macy. Ella me esperaba, debía volver por ella y protegerla hasta que nuestros padres volvieran.

Eso es. Proteger a Macy.

Sacudí mi cabeza y tambaleante, comencé a caminar buscando una salida. El aire se sentía más pesado con cada paso, mientras vagaba mi mirada entre cada rincón, atento a cualquier señal de aquellos Monstruos, o más humanos hostiles. Sin saber bien cómo, terminé en un oscuro pasillo. Mis pasos retumbaban en las paredes, y solo resolví extender una mano y encender un fuego en mi palma. Apenas se iluminó el pasillo, las manchas de sangre a mi alrededor produjeron escalofríos que recorrieron mi cuerpo.




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