Fuego en mis venas (radwulf #2)

CAPÍTULO VI

La mañana llegó, y no existían maldiciones suficientes para insultar mi estado. El descanso apenas me había alcanzado. Casi, casi maldije al Dios Suphnos. Pero bien sabía que ello me llevaría a un futuro de sueños desagradables, o para el caso, la falta de estos.

Jamás debes provocar la ira de un Dios. Son muy volátiles... la mayor parte del tiempo.

Todavía recostado revise la actividad de la magia de Amace, solo para encontrarla exactamente dónde estaba la última vez que había comprobado.

Dos firmes golpes en mi puerta terminaron por convencerme de dejar la incómoda cama.

—¿Qué? —contesté con brusquedad mientras abría la puerta de golpe, sin molestarme en arreglar mis ropas arrugadas.

—Vaya, ¿mala noche, General?

Lesson se adentro en mi habitación, empujándome un poco para hacerse espacio con sus manos cargando un montón de cartas, notas y cuadernos. Maldije por lo bajo, antes de cerrar la puerta y enfrentar su mirada nada agradable. Él seguía molesto por la forma en que trataba a Amace.

—Si las miradas mataran...

—Ya estaría muerto —terminó por mi, con una sonrisa forzada en sus labios.

Dejó las cosas sobre el escritorio y tuvo el descaro de dirigirme su mirada coronada por un ceño fruncido.

—Si no quieres hacer tu trabajo, solo dilo. Llamaré a Garb...

—Garb tampoco quiere ver tu cara en este momento. —Me interrumpió, logrando que el calor se agitaran a mi alrededor—. Dijo que cualquiera que fuera así de... así de bruto, con una dama evidentemente quebrada, merecía todo su desprecio.

—Me importa una...

Un estremecimiento me recorrió, cortando mis palabras y el hilo de cualquier pensamiento molesto.

Algo le ocurre a Macy...

Sentí su magia agitándose, cosa que alertó todos mis sentidos. Algo ocurría con Amace, y la urgencia de correr a socorrerla me envolvió, apenas dejándome respirar con un estremecimiento recorriendo mi cuerpo. Maldiciendo por lo bajo, me deje caer en la escuálida silla del escritorio.

La mirada cuestionadora de Lesson me enervaba, pero él no tenía culpa alguna del extraño actuar de mis sentidos. La posible culpable en realidad tampoco podía cargar con ello... y mi cabeza. ¡Dioses!

—Está inquieta —murmuré reticente.

Tardó un momento en aparecer en sus claros ojos la comprensión, y algo más que molestia la reemplazó rápidamente.

—¿No piensas ir a verla?

—¿No basta con que la mantenga controlada? —gruñí.

Lamentablemente, mi voz sonó más altanera de lo que pretendía, encendiendo el propio disgusto de Lesson. Algo atípico de ver.

—¡No puedo creerlo, Clim! ¡Ma... Lady Amace no tiene culpa en lo ocurrido! ¡¿Cuándo piensas que es apropiado disculparse?!

—Te estas fastidiando por nada —espeté, recargando mi barbilla en una mano, tratando de comprenderlo. En realidad traté.

—¡Por todos los Dioses! —gruñó, mientras se inclinaba sobre el escritorio, más cerca de mi.

Abrí la boca para soltar alguna palabrería nada agradable, cuando escuché algunos golpes en la puerta. Maldiciendo por lo bajo, vi cómo Lesson suspiraba y se alejaba hacia la puerta sin esperar mi orden. Al abrirla, la oscura figura de Noemia ingresó cual torbellino. Su mirada, incluso más irritada que la de Lesson. No auguraba algo bueno.

—Quiero a todos tus hombres reunidos en el atrio —gruñó, cruzándose de brazos.

La observé en silencio durante un largo minuto, cuestionándome si valía la pena negarme a su petición con regusto a orden. No creía que vendría a mi sin consultarlo con Ambon, sin embargo, dudaba de sus razones para decírmelo en persona, por voluntad propia. Es un hecho que no somos muy cercanos.

—¿Cuál sería el motivo? —pregunté finalmente.

Me abstuve de gruñir cuando soltó un suspiro exasperado.

—Necesito hablarle a tus soldados y eso es todo lo que debes saber.

No me convencía ni su tono, ni su actitud para pedir algo de tal envergadura.

—Sabes que no todos los soldados asistirán, ¿verdad? —Por el bordillo de mi mirada vi a Lesson tratando inútilmente de no reír.

—Todos los que puedas, será.

Reprimiendo maldiciones y replicas nada agradables, asentí.

—Lesson, encárgate. —Fue toda mi orden.

Y así, sin más, ambos se retiraron de mi habitación. El dolor de cabeza aumentó con un tirón de la magia de Amace. Poniéndome de pie, planeaba llamar a Gale para que me trajera algo de comer, cuando volví a escuchar golpes en la puerta.

Inhale con fuerza, buscando algo de calma.

Cálmate... no puedes explotar por cada pequeña cosa.

—Adelante –dije.

Volví a sentarme, viendo como dos soldados pertenecientes a la guardia real abrían las puertas, y el mismísimo rey entraba a la habitación.

¡Dioses!

De pie con un salto, salude a Ambon con una leve reverencia.

—Su majestad.

—¿Mala noche, General? —La sonrisa tirando de sus labios, no ayudaba a calmar mis revueltas emociones.

—Algo —murmuré. Con un gesto de su mano, Ambon despacho a los soldados—. Noemia ya...

—No es por eso que estoy aquí. —Me cortó, perdiendo la sonrisa bajo una sombra de preocupación.

—Claro, siéntese...

—No es necesario. Necesitamos aclarar este asunto con Lady Amace.

Mi estómago se agitó en protesta.

—¿Este asunto?

—Su lugar en el reino, General —aclaró escuetamente, mientras su mirada vagaba por las paredes—. Los viejos nobles están preocupados por la situación.

Asentí, incapaz de dar alguna seguridad en cuanto a esas dudas que la sola presencia de Amace provocaba.

—Si me permite unos minutos. —Me disculpe, dirigiéndome a la puerta de la alcoba.

Ambon asintió, y me apresure en cambiarme y refrescarme, antes de lo que seguramente sería una conversación nada agradable.

Llamamos a la puerta de las habitaciones de Amace. Una doncella se asomó y nos dejó ingresar con evidente nerviosismo.




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