A la mañana siguiente, me levanto agotada otra vez, pero a Dante no le parece motivo suficiente lo que ha pasado ayer y me obliga a entrenar, soltándome el rollo de que los músculos se desacostumbran rápido del movimiento y la rutina.
—Hoy vamos a practicar algo distinto, sígueme —levanto mis pesados párpados hacia él, temiéndome lo peor.
—¿No podríamos hacer algo suave hoy? Estoy hecha un flan y no he podido dormir mucho por toda la cosa del robo y la agotadora carrera de veinticuatro kilómetros seguidos y cosas de esas, ya sabes...
—Lo sé, no tienes nada de qué preocuparte. Hoy no abusaremos de tus cansadas piernas, que son muy bonitas por cierto —ay Dios, y encima quiere hacer que me desplome aquí mismo por sus comentarios.
—Ve al grano, por favor —refunfuño sin ganas.
—Sí, señora —imita a un soldado y consigue arrancarme la primera sonrisa del día.
Bajamos desde nuestra posición actual, el gimnasio, y ante mi sorpresa, acabamos en el sótano. ¿Qué narices pretende que hagamos aquí? ¿Limpiar las telarañas?
—Practicaremos la orientación y la capacidad de moverte deprisa por la oscuridad— anuncia Dante, sacándome de mis dudas.
—¿Cómo?
Sin duda está trastornado. El joven abre al fin la misteriosa puerta cerrada con llave. Enseguida me llega un desagradable olor a tierra y humedad. Permanezco expectante ante la repentina y posible aparición de alguna criatura fantástica precipitándose desde el interior. Nada. No hay ningún ghoul harapiento. Qué decepción, aunque pensándolo bien, estos viven en una buhardilla.
—Este túnel se construyó cuando mis padres adquirieron la casa, con el objetivo de tener una salida de emergencia, solo por si acaso. Su longitud total es de un kilómetro y trescientos metros.
—¡Hala! ¿Por qué tan largo? —qué barbaridad. ¿Dónde estará la salida, en China?
—La ubicación hacía imposible hacer una salida más cercana —enciende la luz y observo el lúgubre túnel.Uf, qué mal rollito. ¿Quién sabe lo que te puedes encontrar al final de la curva? Es estrecho, pero cabe una persona alta sin problemas.
—He aquí la pregunta del millón, ¿qué demonios quieres que haga? Y como me digas que tengo que pasar por allí, te llevarás una patada —lanzo tal mirada envenenada en su dirección, que creo que merecería ganar un Óscar por la maravillosa interpretación de un dragón asesino.
—Pero es exactamente lo que quiero que hagas, y no me pegues, por favor. He visto tus hábiles y más que capaces patadas.
¡Y encima se pone a reír, el muy desgraciado!
—Ni de coña, yo no me apunté para esto. ¿Qué tiene que ver esto con la defensa personal? Adelante, ilumíname —inquiero, sintiendo una chispa de curiosidad.
—Está bien. Imagina que estás en un sitio de poca visibilidad y alguien te ataca —suelta su diatriba rápido y sin perder el aliento. Fija los ojos en el túnel—. Deberías poder ser capaz de escabullirte y evitar los obstáculos sin perder la calma. Para eso, el ejercicio es perfecto —después, con lentitud y con la misma expresión, devuelve la vista hacia mí—. Agudizará tus sentidos, aumentará tus reflejos y aprenderás a no entrar en pánico en situaciones peligrosas.
—Todo eso está muy bien —objeto—. Pero sigue sin gustarme.
—No te tiene que gustar —rebate mi débil argumento agitando la mano y restándole importancia—. Este ejercicio te va a ayudar en muchos aspectos, créeme. Venga, entra. Te juro que lo he revisado antes y no te encontrarás con nada extraño.
Pues menos mal, porque además de una patada conseguiría mi dimisión de sus "clases".
Mantengo la boca cerrada para no soltar rayos, hago el mohín más épico de la historia y entro en contra de mi voluntad en el dichoso túnel. Arrastro los pies e inmediatamente se me pone la piel de gallina al notar el frío y la humedad sobre mi piel. Sin previo aviso, Dante cierra la puerta y oigo una serie de crujidos metálicos que me indican, sin duda alguna, que ha cerrado con llave dejándome plantada allí sola.
—¿Es necesario que cierres con llave? Ya he aceptado andar por el maldito túnel, no me voy a echar atrás —le chillo furiosa desde el otro lado y empiezo a asustarme.
—Totalmente necesario, gatita. Y no es andar, pretendo que corras lo más rápido que seas capaz. Recuerda que no debes alterarte. Intenta bajar el ritmo cardíaco y mantén la calma. Te espero en la salida.
Y sin más, hace la única cosa que podría hacer este momento perfecto para un ataque de corazón severo: apaga las luces y el infierno cae sobre mí.
—¡Italianooo! —Bramo desbocada, con el corazón (nada calmado), amenazando con estallar en mi pecho.
Golpeo la puerta con todas mis fuerzas, pero nada, nadie pone fin a esta pesadilla.
—¡Te arrancaré hasta las pestañas cuando te pille, pedazo de mascarpone rancio!
Me quedo quita y escucho con atención. No se oye nada aparte de mi forzosa respiración. Ahora mismo, estoy tan enfadada, que haría espaguetis con sus dedos y tiramisú con sus ojos. Maldita sea, solo quiero clavarle algo puntiagudo en el pecho, algo como mis uñas y mis dedos. Qué despropósito. ¿Y ahora, que narices hago? No queda otra que encontrar la vía de escape. Dudo que me abra la puerta por mucho que grite, dado que no parece que siga estando siquiera al otro lado de la puerta. «Te espero en la salida». Pues sí, tú espera, espera y verás. ¡Será caraculo! No me lo puedo creer, ayer mismo le defendía ante Lena y hoy va y se pasa de la raya. «Calma. Concéntrate». Es un túnel y dudo que haya bifurcaciones. Solo tengo que pasar las manos por la pared y caminar hacia delante, lo más recto posible.
—Venga Ángela, no seas cobardica —susurro intentando animarme un poco para dar más crédito a mis palabras y comienzo a dar pasitos de bebé.
Palpo la pared, rozando el frio cemento y en vez de andar recta, camino cuan estúpido cangrejo. De vez en cuando, detengo mi marcha fúnebre para detectar sonidos que me ponen los pelos de punta. Se oyen goteos de agua a lo lejos, pero el eco hace que parezca que las gotas están cayendo justo al lado de mis orejas. Muevo mi cuerpo entumecido a la velocidad de una tortuga zombi decapitada. A este paso, nunca volveré a ver la luz del sol. Trastabillo por el camino sin parar y el sonido de mis propios pasos hace que me den micro infartos. ¿Que esto me ayudará en muchos aspectos, no? ¿Que aumentará mi destreza, no es cierto? A él sí que le ayudará en muchos aspectos una santa paliza. Estoy muy tensa y no veo un carajo. Menos mal que no soy claustrofóbica, porque si no, sería el peor momento de mi vida. Después de lo que parecen horas sin fin, empiezo a escuchar árboles meciendo las hojas, crujidos de ramitas y hojarasca sobre el suelo. No sé si es mi imaginación, pero el espacio empieza a aclararse ante mis ojos. Instantes después, logro distinguir la silueta de unos tablones de madera por los que se filtran pequeños resquicios de luz solar. ¡Aleluya! Creí que mi cuerpo sin vida quedaría enterrado aquí para la eternidad como buen faraón. Empujo con todas mis fuerzas y levanto lo que parece ser una portezuela que cubre la salida del túnel. Salgo de allí e intento quitarme la mugre de encima. Localizo al trozo de carne muerta anDante que me tiene desesperada apoyando la cadera sobre un árbol cercano. Con furia asesina, hago gala de toda mi imaginación para soltar insultos censurables y obscenos y me abalanzo en su dirección.