❄️PRESENTE❄️
🔷KATERINA🔷
21 años
—De nuevo, Katerina.
Me levanté del maldito suelo lanzando imprecaciones contra mi compañero porque él me tiró por un descuido suyo. Estábamos tan próximos de las nacionales y no estábamos para nada cerca de que pudiera cargarme sin tirarme al hielo como si fuera un saco de papas.
Comenzamos de nuevo la coreografía, paso, pasó y un Mohawk, para luego terminar los dos en el hielo de nuevo.
Hasta que algo me fue tirado en mi culo.
—Hey Kitten, toma una almohada para tu trasero —sentí como el enojo venía a mi me levanté del hielo para tirarle el jodido cojín en su estúpida cara—. ¿Cuál es la violencia? Solo estaba siendo un buen amigo.
—Te voy a matar, desgraciado.
Corrí tras de él, y aunque yo era rápida, él lo era mucho más por ser el delantero de su equipo.
—Tal vez debería tírate el Puck —mascullé.
—No tienes buena puntería.
Lo tomé del suelo y él comenzó a correr más rápido y yo aproveché la ventaja para lanzarlo directo a su patín y tirarlo al suelo,
—Patinadora 1, neandertal 0 —dije con una floritura.
Volví a mi práctica en medio de la queja de mi entrenadora, pero logré calmar parte de la rabia que estaba en mi.
¿Qué? No había cambiado, podía tener veintiún años, pero mi odio por Wright sería para siempre.
No sólo tenía que ver que en toda la maldita escuela estaba su nombre. Cada afiche, anuncio tenía una gran foto de él diciendo que era la joven promesa del Hockey. Cada maldita vez.
Yo era la princesa de hielo, pero aquí él era el maldito rey.
Mi compañero se levantó quejándose de que ya no me aguantaba y yo lo dejé ir. No podía darme el lujo de perderlo con mira a las competencias que podrían mandarme a las olimpiadas
No en vano mi sueño en conseguir un oro para mi país en patinaje artístico. Solo debía hacer lo posible para que mi compañero no decidiera ser un imbécil y tirarme de nuevo. Pero al paso que íbamos, estaba siendo como difícil.
Me quedé en la mitad de mi pista y seguí en mi entrenamiento. Me deslicé sobre el hielo practicando mis dobles. Aquí, podía sentirme libre, etérea y como si volara. Era lo que más amaba en el mundo. No sé qué sería de mí si no pudiese patinar. Para mí era lo único que tenía sentido.
Escuché un silbato y maldije para mis adentros al ver que todo el jodido equipo de Hockey estaba aquí.
—Sí, Tinkerbell es hora de que te vayas.
Puse los ojos en blanco a las palabras del portero del equipo. —Puedes irte por dónde viniste, Jack.
—¿Qué mierda te crees ni…?
—Yo siendo tú no termino esa oración —masculló Wright—. Es hora de que los pequeños gatos se vayan a su casita.
—Hijo de....
Mi hermano me atajó antes de que pudiera cobrar venganza por mi cuenta. Cosa a la que debería estar acostumbrado—. Ya guerrillera, ya tu turno acabó.
Este no era el hielo de mi familia, así que debía hacer caso.
Me fui mientras escuchaba risitas y llegué al vestidor. Cuando me di una ducha noté los nuevos moretones en mis piernas. Tendría que meterme en una jodida tina con hielo nuevamente.
Yo puedo, yo puedo, yo puedo. Repetí pensando en la tarea que más odiaba en el mundo.
Estaba a punto de irme a mi habitación de la universidad, cuando mi teléfono sonó. Al ver el número no me sentí cómoda. Era de parte del jefe de nuestro departamento. Eso no podía significar nada bueno.
Mierda.
Señorita Volkov, por favor presentarse en la oficina a las 4pm.
Dejé mis planes de darme mi baño para más tarde y me encaminé a las oficinas de la entrenadora general y jefa de todos. Lo hice con un poco de aprehensión porque no era normal que me llamarán para algo.
Su asistente estaba fuera y apenas me vio señaló la puerta haciéndome saber que me estaba esperando.
Toqué y luego de que me permitieran el pase, me adentré en la sala sin saber las razones de que me llamaran, a menos que se tratara del desempeño de compañero los últimos días y yo misma tenía que decir muchas cosas sobre él.
—Buenas tardes, Trener Cohen.
—Buenas tardes, señorita Volkov. Tome asiento, por favor.
Las cosas no son buenas cuando te piden asiento. Tiene que ser algo que me va a sentar mal, me lo dijeron la mayoría de mis compañeros antes de darme la patada. Malditos, aún quiero asesinarlos.
Hice lo que me indicó, no quería tentar la ira de la mujer. Tenía la edad para ser mi madre, pero podría ir de la mano con la antigua reina Isabel por su carácter. De cabello rubio y ojos grises que podrían perforarte el alma. Era una leyenda urbana en todo este lugar.
Había sido expulsada de su país hace años, se hizo un nombre aquí en América, puso a entrenadores en su contra, sus compañeros la odiaban, pero era la mejor.
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Editado: 19.08.2025