❄️Katerina❄️
Todo se había ido a la mierda hoy. Ni siquiera podía hacer un triple salchow sin terminar con mi cuerpo contra el hielo. Mi entrenador me encontró y me hizo salir por miedo a que terminara con la mandíbula abierta de par en par por algún ejercicio que en mi tozudez decidiera yo llevar acabo.
Había intentado todo, pero las cosas me estaban yendo al carajo. Al paso que iba mi sueño de ser medallista olímpico se iba a ir directo al excusado y sin ningún reparo. Porque parecía improbable.
Y fue cuando empezó la fiesta de autocompasión.
Si hubiese sido mejor, yo habría ganado todas las competencias, pero mis compañeros y yo no pasábamos nunca del seis. Estaba casi segura de que esto no era para mi. Bien mi padre me había dicho que me retirara cuando las medallas no fueron llegando, pero aquí seguía yo enfrascada en algo que no parecía para mí.
Me habían dicho por mucho tiempo que era la futura promesa del patinaje, que me lo creí. Ahora no queda nada de esa chica. Solo un fracaso. No servía para nada.
Y no parecía ayudar el hecho de que no entendía la maldita materia que estaba reprobando. ¿Qué tenía que ver con los números? Nada. Entonces por qué yo seguía aquí.
Al parecer la pasión y la disciplina no bastaban. Necesitaba ser una prodigio.
También que solo tenía este año, si no llegaba a nada, podría olvidarme de seguir con el patinaje. Tener veintiuno ya era suficientemente mayor para estar anhelando una carrera deportiva prometedora.
Intenté mantenerme positiva, dormir para poder reponer toda la energía gastada el día de hoy, pero también se me hizo imposible, por lo que antes de hacer una tontería, decidí salir con la única persona que me soportaba y entendía mi sueño más que nadie.
Me calcé mis deportivas y me quedé en pijama, fui directo a una tienda de comestibles y comencé a meter todo tipo de comida prohibida. Hoy sería mi día de trampa, mañana podría quemar todo esto en la caminadora, pero hoy necesitaba algo más.
Llegué a casa de mi hermano, pero al tocar la puerta, me di cuenta que no estaba. Me desanimé pensando en que había cometido un error, aunque tenía llave para entrar, no quería hacerlo porque había venido a verlo a él. Necesitaba hablar con alguien y era mi gemelo.
Estaba por irme cuando escuché pasos y al girarme me di cuenta de que fue un error venir aquí.
Joder, ¿por qué de todas las personas que había en el mundo me tenía que encontrar con Mason? Mi enemigo acérrimo desde que lo conozco. Toda mi existencia se ha basado en molestarme la paciencia a más no poder y hoy no estaba de ánimos para devolverle alguna de las puyas que me lanzaba.
No servía que fuera el deportista más aclamado de la escuela y que él y mi hermano muy probablemente fueran a las olimpiadas dentro de un tiempo, porque estaban a nada de ser llamados por el comité olímpico.
Me sentía como un fracaso. Creo que lo era.
—Ya me voy —dije abrazando mis bolsas para irme.
—Nadie te está echando de aquí —dijo.
—Pero Ivan no está, así que no sirve de nada —tal vez era mejor, quizas no me atiborraría de dulces, tal vez podría hacer algo de ejercicio en el gimnasio antes de ir a la cama.
No me respondió, tomó una de mis bolsas que traía papitas y nachos con queso. —No, eso sí que no, de aquí no te vas sin compartirme de esos doritos.
—Pensé que los jugadores de Hockey no comían estas cosas —dije con retintín.
—Este jugador de Hockey sí —abrió la puerta de la casa y pasó, yo lo seguí porque se había llevado una de mis bolsas—. Quien yo creía que no comía estas cosas eras tú. Siempre te he visto con ensaladas.
Puse los ojos en blanco. —No es tu asunto.
—No, pero hoy estas triste por lo que veo. Puedo ayudarte.
Me reí sin nada de gracia. —¿Ayudarme tú? Si no haces nada, tus groupies hacen todo por ti
—Vele el lado positivo, alguien más haría el trabajo por ti —hice de irme, pero de nuevo lo impidió—. Oye, entierra las hachas de guerra por un momento. No estoy para molestarte.
Lo miré fijamente. —Pensé que era lo que siempre hacías.
—Eres la hermana de mi mejor amigo, está en el manual de amigos. ¿Acaso no lo sabías? Es mi deber.
Sin querer me rei, dandome cuenta de que sonó ronca y como si hubiese pasado mucho tiempo sin estar de esta manera.
—No creo que Ivan venga en un rato, está de fiesta en casa de las Sigma Tau. Pero si lo llamas estoy seguro de que llegaría en nada.
Mierda, no quería fastidiarlo. Sabía que él también tenía bastante presión con el Hockey y que vendría por mí si lo necesitaba, pero no quería tampoco que viera mi fracaso así de esa manera.1
—Mejor es que me vaya.
—¿Planeabas ver esa película? —me sorprendió la pregunta—. No me mires así, siempre la ves con tu hermano. Esa, la de la patinadora que casi muere
—No te metas con Ice castles —mascullé—. Es mi pelicula favorita en todo el mundo.
—No lo hago, pero prefiero las de Hockey —solo alguien como él podía decir una cosa como esa—. Puedo verla contigo, si quieres.
#8 en Joven Adulto
#268 en Novela romántica
romance academiajuvenil, jugadordehockey, patinadora artística
Editado: 25.07.2025