Fuera de hielo

❄️CAPÍTULO 4❄️

❄️Mason❄️

—Es mi turno ahora —dije levantándome de mi lado del sofá, ella estaba hinchada de tanto llorar luego de ver la película que habíamos colocado. Le dije que ni siquiera sabía de qué trataba, pero mentí para molestarla. La había visto en una ocasión en su casa cuando aún éramos niños.

No podía decirle que me parecía tierna ahí bajo las mantas comiendo de su helado y que estar aquí se sentía mucho mejor que estar en la fiesta donde me escapé. Una cosa de la que no me arrepiento. Al parecer ella necesitaba compañía y aún la aceptó viniendo de mí.

—No, no pienso ver algo de tus matanzas. Estoy bien así —ella creía que mostraría algo malo, pero realmente era la película que me hizo querer jugar al Hockey, le estaba compartiendo a ella una parte de mí que ni siquiera su hermano tenía y eso que era mi mejor amigo.

Me recordaba a mi mamá y las cientos, quizás miles de veces que vimos cada vez que ella podía.

La busqué en la televisión y ella me miró sin creerme. —Confía.

—No puedo confiar en ti.

Katerina tenía razón en eso, siempre he sido un dolor en el trasero durante toda nuestra vida. Pero hoy no tenía malas intenciones con ella. Solo ser, tal vez su amigo, aunque fueran por unas horas. Nunca me ha caído mal. Aunque pensara lo contrario.

La película comenzó a reproducirse, ella no dijo nada más y tampoco seguí con la conversación. La manera en que Dean Youngblood intentaba hacerse un nombre a pesar de la reticencia de su padre.

No era ni siquiera la historia de mi vida, pero me sentí identificado. Yo no conocí a mi padre. Pero si a mi madre, quien pese a no tener muchas cosas, pudo pagarme los patines, los stick, los uniformes, porque no había algo que más quisiera que hacerme feliz.

Hombre, la extrañaba mucho.

Ver aquí a Katerina no se sintió extraño, realmente hemos pasado prácticamente toda nuestra vida juntos. Yo era el hijo de la mucama de su casa, todos mis recuerdos estaban ligados a ella, incluso más que en mi hermana mayor.

—¿Pero por qué le hacen eso? —preguntó y pude notar en sus ojos lágrimas, lo que me dio en el pecho como un puñetazo. Pensar en verla llorar por mi película favorita era más de lo que hubiese planeado vivir.

—El hockey es duro, es supervivencia del más fuerte. Tiene que adaptarse o lo comerán vivo.

—Pero es que no le hacía daño a nadie, ahora perderá su sueño por culpa de unos idiotas.

Sonreí como un tonto al escucharla hablar de esa manera, lo que me prohibí al sentir las comisuras de mis labios estirarse. No era una buena idea que yo sintiera algo que no sea más que una amistad por la hermana de mi mejor amigo.

—Confía en el proceso, Kitten.

—No me llames así —pero si es que me recordaba a un lindo gatito enojado—. Maldición, ya se lo cargaron. Se tenía que enamorar de la hija del entrenador.

—No sabía que eras tan peleonera.

Bufó. —No lo soy.

—Sí lo eres, llevas toda la película despotricando, pero tranquila, me gusta —y eso era una bandera negra que debería colocar fuerte—. Voy a buscar más refrescos, ¿quieres algo?

Ella negó y yo tuve que huir a la cocina.

No sabía si era el cansancio, o el fastidio de la monotonía de los últimos días que me estaba haciendo pensar cosas no propias de mí. O estaba sacando meditando algunas que tenía por completo vetadas. La cuestión radicaba en que no podía continuar con ello. Era Katerina, la chica que vi comerse sus mocos de niña.

Regresé y ella estaba realmente interesada en la película y yo me dije que debía actuar de la misma manera. Intenté, pero me encontré en más de una ocasión girando hacia ella para verla comerse su peso en galletas oreo.

Cuando terminó, ella enfocó su mirada en mí y sabía que esto podía ser el final. Decidí irme por la cuestión de la que ella estaba triste. —¿Cuándo necesitas que te explique?

Ella me miró con la misma desconfianza de siempre. ¿Realmente ella me veía como una encarnación de Belcebú o algo? No sabía que había sido tan malo.

—Ya te dije que no es necesario.

—Claro que lo es. Sé lo difícil que es todo. Además se los debo, tu familia ha sido buena conmigo.

Tragué en seco sabiendo que no era algo que debería decir. Pero cómo no estarlo. El padre de los gemelos pagaba este departamento. Yo me quedaba aquí sin dar ni un centavo porque básicamente hasta el mercado lo hacían ellos. Ayudar a Katerina era nada comparado con lo que la familia Volkov ha hecho por mí durante mi vida.

—Sabes que mi familia no lo ha hecho por eso.

Asentí. —Lo sé, pero me haría bien ayudarte. Y así pasas tiempo conmigo, que sé que te gustaría. Un sueño cumplido, pero no se lo diremos a nadie.

Hizo un sonido de arcada y supe que las cosas estarían bien. —Quien te dijo que eras divertido, te mintió sin piedad.

—Todos opinan que soy el alma de las fiestas.

—Los amigos imaginarios no cuentan.

Solté una carcajada. Ella era la única capaz de fastidiarme de esta manera y realmente lo disfrutaba.




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