Fuera de hielo

❄️CAPÍTULO 5❄️

Katerina

Si alguien hace tres meses atrás hubiese dicho que yo estaría nuevamente siendo ayudada para estudiar por Wright,le habría dicho que dejara de oler pegamento y buscara ayuda psicológica de inmediato.

Ahora esta era mi realidad. Vendí mi alma al diablo para poder participar en la próxima competencia. Pero no me quedó más opción que recurrir a eso. Porque no podría perder la oportunidad. Los mendigos como yo no podíamos elegir.

Era eso o papá me cortaba el grifo. En este punto no había otra opción.

Tenía una última oportunidad con este examen y sería el día de mañana. Si fallaba, todo se iría a la mierda, mi puntaje en el ranking bajaría y yo no lo podía permitir.

—Sabía que estabas tan ansiosa por mi presencia que pediste una segunda clase —dijo el inepto cuando colocó sus cosas sobre la mesa de nuestro ahora sitio de reunión.

—Te esperé tanto como desee tener cólico menstrual —devolví.

Solo pude poner los ojos en blanco, con él no se podían esperar muchas cosas, era demasiado estúpido para su propio bien.

Pero realmente era inteligente, demasiado, saber que era disléxico y que estudiaba una carrera que básicamente dependía de su comprensión lectora lo hacía una persona brillante. Sin dejar de lado el hockey, que para eso necesitaría saber siempre cuál era su derecha e izquierda y era algo que los disléxicos muchas veces le costaba diferenciar.

Y yo lo había llamado en reiterada ocasiones Tonto, estúpido, pero nunca se sintió mal por ello, sino que siempre me devolvía cada puya. Eso me hacía una estúpida a mí, pero él no se quedaba atrás por andar molestándome con cada cosa.

La cuestión era que si me había ayudado con su explicación y la grabación de su historia. Al hacerlo de esa manera tan didáctica, pude entender más cosas de las que si yo hubiese estado leyendo el libro de texto. Me imagino que así se sentía un niño cuando sus padres le contaban cuentos para dormir.

Pero yo no era ninguna niña y no confiaba a ciegas en el idiota de Mason.

—¿Qué necesitas estudiar hoy?

—La Odisea. Pero para mí es una odisea tan solo entender todos esos nombres.

—Oh, mi historia de amor favorita —dijo en un tono de voz afeminado—. Odiseo es todo un romántico. El sueño de toda mujer.

—¿Prácticas todas las idioteces que dices? —mascullé.

—Me las repito una y otra vez frente al espejo —poner los ojos en blanco no era suficiente, las arcadas se acercaban más—. No entiendo cómo puedes ser tan amargada. Eres tan joven.

—Soy repelente contra estúpidos.

—¿Y por estúpidos te refieres a mí? —inquirió con falsa inocencia señalándose a sí mismo.

—Dios de los cielos, dame paciencia porque te juro que si me das fuerza lo mato.

Él soltó una carcajada y estaba cansada de tanta dulzura. —Veamos, por dónde empezamos.

Escribió el nombre de Troya en la pizarra.

—¿Y eso que tiene que ver con lo que estoy por ver?

—Todo tiene que ver. Espera un segundo. —se levantó del asiento y posó como si fuera un cuentista o uno de esos vendedores de baratijas—. Imagina un mundo donde los dioses caprichosos mueven los hilos del destino y los monstruos acechan en cada isla remota —dijo con voz profunda y misteriosa— Esta es la historia de Odiseo, el astuto rey de Ítaca, un héroe forjado en la sangre y la gloria de la gran Guerra de Troya. Quién luchó junto a Aquiles y otros grandes guerreros. Todo un tipazo, si me lo preguntas —bajó la voz un tono más—. Después de una década de asedio y la caída de la majestuosa ciudad, Odiseo solo tiene un deseo: volver a los brazos de su amada esposa, Penélope, y de su hijo, Telémaco, quienes lo esperan con anhelo en su hogar, Ítaca.

—Todos saben que eso es imposible, esa gente no era conocida por ser fiel.

—¿Pero quién te hizo tan cínica? Dios de los cielos.

—Ay, por favor. Termina de contar la historia

Lo vi poner los ojos en blanco y sabía que esto era lo más que podríamos avanzar como conocidos.

—Pero el camino a casa no es un viaje de regreso triunfal, sino una odisea de veinte años de pesadilla, un castigo divino por su arrogancia y por haber enfurecido a dioses poderosos como Poseidón, el Señor de los Mares.

—Poseidon suena como un coñazo. —dije.

—Lo es, de los dioses más despreciables de toda la mitología —contestó—. El pobre Odiseo tuvo que sortear un montón de pruebas para poder regresar a casa.

Así fue contándome de cómo Odiseo huyó del canto de sirenas, de cómo cegó a Ciclofeno y así como fue al final ayudado por Atenea para poder llegar de nuevo a Itaca.

—¿Y no me digas que cuando llegó a casa Penélope le fue infiel? —pregunté interesada.

—Nada más lejos de eso, una santa esa mujer. Lo esperó fielmente. Por esto te dije, es una historia hermosa.

Tendría que diferir. —Ay por favor. Era un egocéntrico. Le dieron su cachetada de realidad.

—No lo creo, siento que se merecía todo. Era un héroe.




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