❄️ Katerina❄️
Cuando vi que hizo el maldito mortal hacia atrás supe que había sido una pésima idea venir aquí. Estaba segura de lo que haría en unos segundos y sentí que mi cara comenzaba a ponerse roja. Porque todo se iba a ir a la mierda en un momentito y nada más.
El tipo anotó un gol y por ende, me dedicaría dicho gol solo para enervarme la paciencia, por lo tanto sus groupies me iban a odiar porque el chico dorado de la escuela estaba haciendo algo por mí. Si tan solo supieran cómo era él de verdad lo mandarían a la mierda de una vez. Es completamente insoportable.
Y si, cuando me señaló en medio del público, todo a nuestro alrededor se volvió loco mientras que yo más que nunca querría mimetizarme con el ambiente.
Tenía años que no venía a algún juego, ni siquiera por mi hermano. Esos momentos prefería dedicarlos a ensayar e Ivan lo comprendía por completo, pero sabía que no podía luchar en contra de esto y aquí estaba. Siendo enfocada por las cámaras del jumbotron.
—¿Quién es esa estúpida? —preguntó alguien a unos puestos del mío con un claro enojo y demasiado ridícula para su propio bien.
Quise morirme, si es que no me mataban antes porque creían que me estaba llevando su maldito premio.
El juego continuó y aunque entendía la mayoría de las cosas, esto no me generaba ninguna emoción. Para mí era violencia sin son ni ton, completamente así sentido. Y llámenlo sentido de gemelo, pero podía percibir cada vez que al imbécil de Iván le daban algún golpe. Eso había sido así desde niños y según él, también sentía muchas cosas de las que me sucedían a mi. Mis caídas sobre todo.
No todo fue malo, por primera vez en los casi cuatro años de escuela que tenía aquí vivía dicha emoción. Escuchar a todo mundo emocionado porque su equipo Estrella estaba ganando no era del todo malo, sentía una energía que recorría mi cuerpo de manera distinta y me entusiasmé en algunas jugadas. Pero si alguien me preguntaba, lo negaría hasta el final.
Vi como declaraban la victoria y agradecí que era hora de volver a casa. Tal vez podría robar un poco de tiempo en la arena. Practicar la rutina que tenía para mi próxima competencia, que ahora era una realidad porque si iría ya que pasé mi examen.
La gente comenzó a salir y yo me encaminé con toda la avalancha, salvo que un chico se detuvo frente a mí.
No era mucha la diferencia de edad, parecía un nuevo ingreso, cabello negro, de lentes y con aspecto de nerd tierno, pero buen cuerpo como de atleta. No entendía en lo absoluto qué hacía aquí mirándome.
—Soy compañero de equipo de su hermano y Wright, me dijeron que la llevara hasta los vestuarios y que no la dejara irse.
¿Mi hermano se había vuelto loco? —Eh, no lo creo.
—Dijeron que usted diría eso —un acento sureño se escuchó en su voz—. Por favor, no quiero que me manden a lavar los baños.
—¿Qué? No me digas que te hacen eso, porque te juro que se los haré pagar. Me parece un absurdo.
Lo seguí porque no podía permitir tal injusticia, ¿qué les pasaba? Por eso me caían muy mal los deportistas de ese tipo. Se creían los reyes del mundo y que podían humillar a alguien más pequeños.
Llegamos a lo que parecía una sala de estrategias. Ahí estaban los dos con una sonrisa. —Gracias Hudson, toma esto. Te lo mereces —y el maldito de Ivan le entregó un jodido billete de cincuenta—. Sabía que escuchar que te haríamos limpiar el baño la haría venir.
—Fue un placer, nos vemos, cap.
—Y yo creí en ti, pensé que era un chico desvalido.
La risa de Mason fue la que rompió el silencio. —Ay por Dios, ¿Desvalido? Mide como como dos metros y pesa noventa kilos de masa múscular. Qué ilusa.
—¿Por qué demonios tengo que escuchar a este imbécil? —pregunté mirando a mi hermano.
—Porque es familia y hoy saldremos los tres.
—Nada de eso, tengo que practicar mi rutina. Salir con ustedes no entra en los planes.
Ivan no escuchó razones. —Quiero pasar tiempo con mi hermanita menor.
—Menor mis nalgas, somos mellizos.
—Y nací diez segundos antes, lo que me hace el amyor y más sabio —solo pude poner los ojos en blanco, no lo soportaba—. Vamos, tenemos que comer algo delicioso.
—Pero primero bañense, apestan como a un basurero —ellos soltaron una carcajada y tarde me di cuenta de lo que harían—. No, no lo hagan.
Corrieron hacia mí y me dieron un abrazo apestoso mientras que yo los empujaba. —Mi hermanita querida y muy querida.
—Quítate imbécil. Y tú también Wright. No sé qué haces aquí.
—¿Y perderme la oportunidad de molestarte? Vivo por eso.
—Joder, ambos apestan. Aléjense, en serio.
Me abrazaron por más tiempo y aunque olían peor que un edificio de desechos tóxicos, no podía evitar sentir que se sintió bien. Porque me la pasaba la mayoría del tiempo sola y no tenía amigos. Y mi compañero de equipo ni siquiera contaba.
Se alejaron entre risas y me hicieron sentarme en una silla mientras los esperaba. Yo me puse a escuchar la música de mi repertorio y me imaginé la coreografía. Mañana tendría que salirme perfecto, ya nada me detenía de alcanzar una medalla. Tenía buenas expectativas de esa competencia.
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Editado: 13.08.2025