—¿Has visto a Katerina?
Terminé de atar mis deportivas para enfocarme en Ivan que me veía preocupado y casi al borde un colapso nervioso. Su cabello estaba desordenado como si hubiera pasado sus manos repetidas veces en el mismo..
—No, desde que salió a su entrenamiento en la mañana.
—Sí, yo mismo la llevé. Pero no la he visto desde esa hora y no contesta el teléfono. Me tiene preocupado porque ella no desaparece así. No está en la arena, no está en su habitación tampoco.
Iván podía ser una persona muy fiestera, pero su hermana era su mundo y sabía que su preocupación no era un juego. Yo mismo sentía los estragos de la angustia. No me gustaría verla mal.
Necesitábamos hallarla de inmediato.
—Cálmate. Vamos a dividirnos y buscarla bien. Llamáremos a todos los del equipo. Debe estar en algún lugar.
—¿Y si le sucedió algo malo?
Negué. —No vamos a llenarnos de pensamientos negativos que no trae nada bueno. Estoy seguro que está bien.
No parecía muy convencido, pero asintió.
—¿Llamaste a su compañero?
—Sí, pero me dijo que luego de la práctica no la vio más.
Así fue como capitán le escribí un mensaje general a todos en el grupo de mensajería que teníamos y cada uno tomó su auto para comenzar la tarea de buscarla en cada uno de los sitios que ella podría estar.
Yo me fui a su edificio y la busqué por los alrededores, pero nadie parecía saber dónde estaba ella. Incluso había gente que no reconocían su foto, por lo que sabía, Katerina no tenía amigos. No buscaba relacionarse con nadie y siempre estaba sola, enfocada en su deporte.
Maldita sea mi vida. Justo tenía que comportarse así la más ermitaña. Cuando la encontrásemos le pondría un rastreador.
Me comuniqué constantemente con Ivan, pero Katerina no aparecía por ninguna parte. Fui a la biblioteca esperando verla en algunas de las sillas, pero pese a que revisé de arriba abajo el edificio, no había rastros de ella.
—¿Dónde estás, Kitten? —me pregunté una y otra vez a mí mismo.
Pensé en los cientos de lugares, pero no conocía sus intereses. La chica podría estar ahorita en un hotel con algún tipo y nosotros interrumpiéndola. Aunque ese pensamiento para mí estaba mal. Muy, pero muy mal.
Aunque, no lo creo, ella no era de ese tipo de chica y todos sabiendo que era hermana de Ivan, ningún chico de la universidad se acercaría así como si nada. Lo mataría antes de siquiera poder acercarse a un metro.
O yo, sí íbamos al caso.
La cuestión era que tampoco me la quería imaginar en eso, era la hermana de mi mejor amigo, crecí junto a ella. Sería demasiado incómodo ver esa imagen.
No seguí pensando en ello porque estaba seguro que me enfurecería. Continué en mi búsqueda porque de verdad comenzaba a preocuparme.
¿Y si de verdad le había ocurrido algo?
No, no podía ni imaginarlo. Tenía que estar bien. Debía estarlo.
Me fui a la arena Volkov. Ivan me dijo que iría a casa de sus padres a una hora de distancia a ver si ella estaba ahí. Yo saludé al vigilante y decidí recorrer este lugar de principio a fin. Porque un presentimiento se hizo fuerte en mi corazón. Algo me decía que estaba en su lugar favorito en el mundo. Ella vivía por el hielo.
Empecé por las pistas, pero no estaba en ninguna. Recorrí las gradas y más. Incluso entré a los baños, menos al de mujeres y le pedí ayuda a una de las chicas de limpieza que lo hicieron por mí.
Y no había rastros de Katerina.
Sentía que el miedo estaba abrazando mi estómago. Esto no era normal en ella, realmente no. ¿Qué habría pasado? En la mañana había estado animada pese a que estaba resacosa, pero ahora no sabíamos nada. Todo podría haber cambiado en unas horas.
—¿Katerina? —llamé, pero no hubo respuestas.
El nombre de Ivan apareció en la pantalla de mi teléfono. —¿La hallaste? —pregunté.
—No está en casa, papá ya llamó a la policía. Estoy cagado como nunca. No sé dónde podría estar.
No podía imaginar estar en sus zapatos. Era su hermana gemela, su otra mitad.
Sin embargo, el miedo que sentía me estaba atenazando por completo el pecho. Me costaba respirar. ¿Dónde estaba?
—La hallaremos, te lo prometo —le juré. La encontraría así tuviera que recorrer Pensilvania de centimetro a centimetro.
Corté la llamada y de momento un recuerdo lejano llegó a mí. Uno que fue demasiado fuerte y que me desestabilizó. El dolor, la añoranza y el miedo al futuro estaba en ese flashback.
Mierda.
Caminé hasta los cuartos de mantenimiento y aunque ya los había revisado, hubo un lugar que pasé por alto. Uno que tenía todo el sentido del mundo después de tanto tiempo. En medio de los casilleros, había un pequeño refugio, uno que solo pocos conocíamos. Esos éramos Ivan, Katerina y yo.
Me metí en el espacio y ahí, agazapada y abrazada a sus rodillas estaba una figura solitaria.
Katerina.
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Editado: 13.08.2025