Fuerza Génesis

Capítulo X

Un golpe en el estómago es todo lo que recibo como bienvenida en cuánto me materializo en la montaña corrompida. Al caer al suelo que es un pantano de azufre, las cintas metálicas me liberan dejándome múltiples cortes en los brazos. Toso, el aire no es aire sino veneno. Mis captoras desaparecen pero estoy a los pies de alguien más, al alzar mi rostro la identifico: es la mujer demonio que nos atacó a mi ángel y a mí en el callejón.

–¿En dónde está Kyliam?– pregunto.

No siento su presencia y me preocupo.

Ella extiende las comisuras de su boca.

–A mi señor no le gusta castigar a los nuestros, pero a él no podría considerarlo como uno, ¿O sí?

–¿En dónde está?– repito.

–No puedes acceder a él– se sonríe –Está donde merece. Tuvo la oportunidad de servirle a nuestro señor fielmente, acorde a su mitad maldita. Pero en lugar de eso eligió sabotear sus propósitos. Ahora y a pesar de ser un demonio completo, por sus pasadas decisiones tristemente tampoco podemos confiar. Tal vez ya no haya nada sagrado en él, pero eso no significa que no podamos explotarlo, exprimirle hasta lo último para comprobar si en realidad nada tiene aprovechable– ríe con malignidad –No te preocupes, mi señor está con él…– sus manos vuelven a invocar aquel látigo de luz que ya antes había usado –Y tú, estás conmigo.

Antes de que yo intente nada, aquel flagelo luminoso se enrosca en mi cuello, ahorcándome. El cuerpo entero de la mujer simula un parpadeo para acomodarse tras de mí y sujetarme con ahínco. Haciendo uso de mi fuerza sobrenatural concedida, me aferro a ella para obligarle a girar adelante, tumbándola. Cae, pero no consigo que su amarre ceda, por lo que empieza a faltarme el aire. Dependiendo de un cuerpo humano, aún con mi poder transferido no puedo continuar sin oxígeno, todo a mi alrededor da vueltas. Ella ríe. Yo extiendo mi mano hacia la nada y empujando el aire, saco de mi palma derecha una vara de luz plateada, hecha de energía pura. Sujetándola con tesón, golpeo para hundirla en el cuerpo de la demonio, pero ésta ha desaparecido. Ambos extremos del látigo se han asido del pantano, halándome hacia él, asfixiándome cada vez más. Empiezo a desesperarme, por lo que dejo la vara caer y con mis propios dedos intento desanudar lo que me aprisiona, sin éxito.

Una nube oscura se forma sobre mí y de ella se materializa la mujer, que flota ahora con rostro inexpresivo.

–¿Qué eres?– me pregunta –¿Sólo la heredera al génesis?... ¿O Tal vez?... – entorna sus ojos –¿Una reencarnación?, ¿Eres la diosa reencarnada?

–¿Cuáles son tus deseos?– hago un tremendo esfuerzo para hablar.

Ella ladea su cabeza.

–¿Qué ganarás?... – me remuevo en mi sitio –¿Qué ganarás cuando fusionen los reinos en uno sólo?, ¿Tus deseos se cumplirán?

–Mis deseos son las de servir a mi señor, así que sí, se cumplirán.

–Pero eso no es del todo cierto… Tú anhelas algo más.

Manipulando la realidad, transformo el ambiente en una visión puesto que leído el corazón de la mujer así que me aprovecho de eso, le muestro un falso futuro en el que ella se une en carne con la figura masculina que Gousbed representa. Siento como el amarre se hace más flojo.

–Lo deseas– digo.

–¡¡Cállate!!– se lleva las manos a los oídos.

–Lo deseas pero él sólo te utiliza, ¿No te gustaría sentirte correspondida?

Es bien sabido que los demonios sienten envidia de la humanidad, sus almas tienen la misericordia de los dioses y no dependen de poseer los cuerpos de alguien o algo más. En base a ello, le muestro un escenario en el que ella y el hombre Gousbed son humanos.

–¿Te dijo que el génesis puede modificar la naturaleza de cualquier ser?– le pregunto.

Ella baja sus manos, abstraída por la visión.

–Dime…– insisto –¿Te gustaría cambiar? … ¿Cambiar con él, sentirte correspondida y deseada como su mujer?

Su derecha se levanta para tocar las imágenes que nos rodean como una nube, totalmente concentrada en ello. Es mi oportunidad así que muevo mis dedos, la vara de luz que reposaba en el suelo corre sobre éste para dar un giro a la distancia justa en donde debe elevarse, y como una espada, se clava en la espalda de la mujer, penetrándole hasta el corazón.

Con un gemido de dolor, pierde fuerza todo lo que manipula, el látigo me suelta y ya puedo respirar. A kilómetros, escucho un grito, Gousbed ha sentido la muerte de su súbdita.

Tal como lo viví en la vieja era, una niebla negra apareció frente a mí, llenando mis oídos con el sonido de alas agitadas, cuando se volvió corpóreo, el gran demonio se encontró con el cadáver de la fémina. Un Gousbed fuerte, sí, pero no tanto como la última vez. ¿Por qué?

–¡¿QUÉ HAS HECHO?!– brama.

Haciendo de sus ojos una masa oscura, llena de forma violenta mi mente con imágenes de Kyliam, en él me lo revela torturado, sufriendo de dolor. Dominado por la ira ante la muerte que sufre, deja de atormentarme para gritar con malcriadez.

–¡¡REVÍVELA!!– me ordena –¡¡DEVUÉLVEMELA!!

–¿Dónde está Kyliam?

–¡¡MUERTO!!– grita con la intensidad de un ciclón.




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