Fuerza Génesis

Capítulo XI

Despierto y me incorporo. Mientras lo hago, veo mi propio cuerpo, estoy fuera de él. Mi espíritu se levanta, se mueve, y camina sin poder levantar mi organismo humano, que está tirado en el suelo sobre un charco de sangre. Estoy muerta, con mi conciencia atrapada en una dimensión que escapa del mundo terrenal. Hace un minuto, antes de morir, se me ocurrió que permitiendo el sacrificio los ángeles vendrían por mí para llevarme al paraíso de las almas, desde donde los dioses me serían más accesibles… Pero no. Estoy completamente aislada ¿Habré perdido? Siendo así, la humanidad ha perdido conmigo. Kyliam se ha sacrificado en vano.

Un relámpago cruza brevemente sobre mí, iluminando mi cielo personal con una luz diferente a cualquiera que haya visto. Oscuridad. Todo a mi rededor se ha ido. Una segunda aparición del relámpago me hace compañía y se queda conmigo, dejando nacer de él un rayo plateado, forma múltiples arcos separados entre sí y reconozco lo que es: Signos de reestructuración del árbol de la vida. Sus círculos perfectos se entrelazan a través de miles de líneas, flechas que se mueven para salir en uno y entrar en otro con ritmo suave pero sin detenerse. Dentro de cada círculo de luz aparecen una serie de símbolos, un alfabeto que sólo puede ser interpretado por dioses y seres celestiales. Por mis conocimientos readquiridos debería poder leerlos pero no es así, algo me bloquea. El alfabeto entero resplandece un instante antes de desaparecer, dejándome a solas en un espacio de luz vacío. Miro mis manos. No estoy hecha de materia si no de espíritu, conservo mi forma pero no así mis ropas. Mi piel que ya no es piel está manchada de sangre y mi espalda lleva un pequeño par de alas. Sus plumas vírgenes parecen fulgor.

–¿Samantha?

Es la misma voz que antes me hubo abrumado, sólo que ésta vez la escucho más cordial, con mis oídos, al dejar atrás mi cuerpo también se han ido mis limitaciones.

–Sí– respondo –¿Eres Gabhy?

–He escuchado tus pedidos.

–¿Por qué no puedo verte?– camino en la nada.

–Tu naturaleza te lo impide.

–¿Qué soy en este momento exactamente? Estoy muerta, lo sé. Pero de poseer un espíritu humano, me habrían llevado a otro lugar. No sé en donde estoy.

–Eres humana, pero de gran poder espiritual. Y además llevas sobre ti el sacrificio de medio ángel. Éste ser te concedió su energía para un propósito, uno que no cumpliste.

–Yo no…

–Debes ejecutarlo. Completar tu misión. Sólo así le será otorgado el reposo a tu espíritu. Sin embargo y si estás dispuesta a aceptarlo, podemos evaluar tu naturaleza para descubrir qué y quién eres. Por tu poder espiritual propio, podemos señalarte como una sacerdotisa. Una que entregó su vida en batalla y cuyo acto podría purgar sus pecados. No obstante, te has declarado a ti misma como un ser divino al dirigirte a mí, y yo he hecho lo que me has pedido: Buscar la verdad. Descubrí la antigua existencia de una diosa que fue desterrada de entre nosotros. ¿Crees ser ella?

–En una vida pasada, sí, lo fui.

–El padre de todos los dioses lamenta la pena de una hija perdida.

Sus palabras me confunden, ¿El padre de todos los dioses?, ¿Quién es este ser?, ¿Por qué no está entre mis conocimientos readquiridos?

–Anhela someterte a una prueba– ha proseguido –Un examen que demuestre que eres Agatha, quizás atrapada en una naturaleza que no podemos reconocer. ¿Estás dispuesta?

Permanezco en silencio. Aceptarlo significa la posibilidad de volver a los cielos. Me parece improbable, pues el árbol no me absolvería tan fácilmente… Pero si sucediera, ¿Qué pasaría con Kyliam.

–La energía espiritual que te envuelve te mantiene en el aquí y el ahora como un ser de luz– me explica –No es una condición perpetua  y te acompañará sólo mientras puedas hacer uso del poder angelical que te fue cedido. Una vez que lleves a cabo tu misión y éste se extinga en ti, morirás permanentemente. Pero si para entonces aceptas la prueba, tendrás la oportunidad de volver. Si demuestras ser quién dices. Yo te concederé un breve lapso de vida humana durante el cual nos harás saber tu elección. Por motivos que son de conocimiento prohibido para ti, no podemos intervenir en el curso natural de la historia y por tanto no tomaremos parte en tu batalla contra Gousbed.

–¡Pero dijiste que no estaba sola!– le reclamo, atrevida. Mirando hacia cualquier dirección ya que no puedo verlo.

–Porque te observamos– aclara –Y revelé a tu mente lo que debías hacer para llegar a tu destino, hacer frente a él. Más allá de eso me es imposible interceder.

–¿Y ahora qué?

–El príncipe no morirá. Pero tienes el poder para rescatar el génesis. Tráelo aquí.

–¿Para entregarlo a quién?

–A su portador.

–¿Lo conoces?

–Sólo el génesis puede elegirlo.

–El génesis está contaminado.

–¿Crees que eres su portador?

–En la vieja era lo fui.

–Si eres quién dices, podrás purificarlo.

–Y custodiarlo– advierto –Lo siento. Pero no lo entregaré a los dioses. No sin la fe de que estará en las manos correctas. No tengo mis recuerdos, Gabhy, pero mis sentidos de alguna manera saben lo que deben hacer. Siendo Agatha tuve una sabiduría que no así el resto de ustedes, ni siquiera tú. Porque correspondía sólo al portador. Y tal como en un momento decidí reiniciar la vida para salvar la tierra, podría ahora tomar otras decisiones para salvar al génesis. Si debo morir, lo haré responsablemente, sin dejar a la deriva esas almas humanas que una vez protegí.




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