Fugitivo Corazón

Prólogo

Me observo en el espejo por quinta vez sin poder creer que estoy en la prueba de mi vestido de novia. En dos días me casaré con el amor de mi vida, el hombre con el que he estado desde la universidad. Nos conocimos cuando yo tenía diecinueve años, él era el chico popular y yo la rarita de la clase, al principio lo odiaba, no quería ni verlo, pero luego de un lamentable y vergonzoso suceso descubrí lo maravilloso que era. 

Hoy, después de cuatro largos años de relación, me pidió que me casara con él y le dije que sí. Sonrío observando a mi madre que no deja de mirarme con una gran ilusión en su rostro. 

—Te vez hermosa mi amor —sonrío con los ojos encharcados en lágrimas. 

—¿Lo crees? —asiente. 

—Claro que sí, mi amor, eres la mujer más hermosa del mundo, cuando Ulises te vea se enamorará de ti de nuevo —rio negando, ella es una mujer maravillosa, solo somos ella y mi hermano mayor, por casualidades de la vida es el mejor amigo de Ulises. 

—Desearía que mi padre estuviera aquí —digo con mucha nostalgia. 

—Todos, mi amor, él deseaba verte de blanco entregándote al hombre de tu vida. —no decimos nada más, después de al final escoger el vestido llegamos a casa. Arrugo mi entrecejo cuando veo a Tomás, mi exnovio en la puerta de mi casa. 

—¿Qué hace ese muchacho aquí?—dice mi madre mirándolo con mala cara, jamás lo quiso y con justa razón, me golpeaba y muchas cosas más. 

—No lo sé, pero tengo que decirle que se vaya, si Ulises o Marco lo ven aquí enfurecerán —ella asiente. 

—Ten cuidado, estaré pendiente desde la ventana —asiento besando su mejilla y acercándome al que no deja de mirarme con lujuria como siempre solía hacerlo en la secundaria. 

—¿Qué haces aquí, Thomas? —suspira agachando la mirada para mirar el piso. 

—Natalia me contó que te vas a casar —bufo rodando los ojos, la hermana de Ulises como siempre, es una pesada que me odia.

—Sí, me voy a casar, con un hombre que me ama y siempre me ha dado mi lugar —ríe negando.

—Eso es lo que crees, pero no es así, él y su supuesta mejor amiga siempre se han revolcado, eres una tonta que cree que te es fiel —niego. 

—Eso no es verdad, no te creo —se acerca a mí y me toma de mis mejillas haciendo que me asuste, siempre le temí.

—Él no te ama como yo, no te cases y regresa conmigo bonita —niego en el momento en que pone sus asquerosos labios sobre mí, con rapidez me alejo de él golpeando su mejilla. 

—¡Nunca en tu vida me vuelvas a tocar!, aléjate de mí Tomás, lo nuestro se acabó hace años, déjame en paz.

No espero más y corro dentro de la casa a lanzarme a los brazos de mi madre, él me lastimó mucho, tuve que tomar terapias porque el daño que me hizo fue grande, gracias a Ulises pude superarlo y por eso lo amo tanto. 

Después de eso comimos junto con mi hermano que tuvo un día muy largo en su trabajo, él era abogado al igual que Ulises, eran socios en un pequeño bufete que colocaron en el centro. Estamos terminando de lavar la loza cuando el estrepitoso sonido de la puerta siendo golpeada con fuerza hace que nos miremos mi madre y yo. 

—¿Quién puede ser? —levanto los hombros porque no tengo la menor idea.

—Yo me encargaré, tú termina aquí —digo caminando hasta la puerta para abrirla y encontrarme con el rostro furioso y el olor a alcohol de Ulises. 

—Mi amor, ¿qué sucede?, ¿por qué estabas tomando? —ríe pasando por mi lado, golpeando mi hombro. 

—Eres una cínica, no sé cómo me pude enamorar de una mujer, sucia y descarada como tú —cierro la puerta y lo encaro para que me explique por qué me habla de esa manera. 

—¿Por qué me dices eso?, ¿qué está pasando contigo? 

—¡Tú, eso me pasa!, ¿hace cuando?, ¿desde hace cuanto tiempo me ves la cara?

Niego sin entender de que está hablando, parece un loco, su pelo está todo desordenado igual que su ropa y el olor a alcohol me deja claro que no está en sus cinco sentidos. 

—No sé de qué hablas, por favor, cálmate, vamos a mi habitación para que descanses, no estás bien. 

—¡No, no voy a ir contigo a ninguna parte!, no debí creerte, no debí cambiar por ti, tú y todas son iguales —me acerco acariciar su rostro, pero él no me lo permite —. ¡No me toques con esas sucias manos!, Maldita mentirosa. 

Sollozo con fuerza llevando las manos a mi boca, no tengo idea de que está pasando, no sé por qué me está hablando así. Todo estaba bien, mañana nos veríamos y le diría que estaba embarazada, pero ahora todo cambio, no lo reconozco, no sé quién este hombre. 

—¿Qué es lo que está pasando aquí? —dice mi madre acercándose a nosotros. 

—Que su hija es una sinvergüenza, me vio la cara todo este tiempo y estoy seguro de que ustedes lo sabían todo y me vieron la cara. 

—No sé qué está pasando contigo, Ulises, pero lo mejor es que te vayas de nuestra casa, estás borracho —él ríe asintiendo en dirección de mi madre. 

—Claro que me voy, pero para nunca volver, no voy a casarme con una mujerzuela como su hija.

—¡Cuidado con lo que dices, no voy a dejar que le faltes el respeto de esa manera y menos en mi casa!




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