Desastre era poco para lo que había hecho. La cocina estaba llena de humo, lo único que me hacía conservar la calma era que todavía no la había incendiado. Trate de arreglar el desastre, pero era inútil, en cada intento me quemaba. Entonces vi entrar en el lugar a Alex como un ángel enviado a salvarme.
—Menos mal y apare…—dije pero me vi cortada por su expresión.
—Pero… ¿Qué mierdas te has montado aquí? —pregunto.
—¿La cena? —respondí
—¿Cena? Acaso sabes que eso que tienes arriba se llama extractor y que debes encenderlo para no llenar la cocina de humo básicamente.
—Al menos no queme nada —dije en mi defensa mientras él se acercaba— eso ya es un logro.
—Tienes razón, solo quemaste la carne —podía ver la burla en sus ojos— Y el intento de patatas quedo mejor.
—De verdad —no podía creer que algo me hubiera quedado bien.
—No, eres un completo desastre en esto.
—Y tu un imbécil —di la vuelta para marcharme de ahí, pero me detuvo.
—No te vayas, venga, te ayudo —lo vi acercarse a la nevera— Haremos espaguetis.
Mentiría si dijera que no estaba nerviosa mientras lo veía buscar los ingredientes para la pasta y lo que no entendía era ¿cómo algo tan simple como abrir una nevara podría verse sexy? Era preocupante pensar en el de esa manera cada que teníamos que compartir el mismo espacio.
—¿Sabías que para cocinar medianamente bien como mínimo debes tener cierto interés y dedicarle tiempo? —me quede en silencio esperando que agregara lo siguiente— Comencemos, señorita —preste atención a todas las instrucciones que dio— Una vez tenemos todos los ingredientes y una olla, el primer paso es preparar la salsa.
Una vez me mostró todos los ingredientes que necesitaríamos. Lo vi tomar un sartén y agregarle cebolla, según me había explicado, tenía que sofreírla hasta que estuviera dorada.
—¿Puedes ir picando los tomates en cuadritos? —pidió de una forma tan amable que me dejo descolocada por unos segundos.
Me dispuse a picar los tomates hasta que la cebolla estuvo lista y llego el momento de agregar mi pequeña obra maestra (los tomates picados por mi persona).
—¿Cariño, puedes alcanzarme la sal que está en encima de la isla? —me acababa de llamar cariño.
Fui por la sal y al entregársela no podía quedarme callada y aunque luego me arrepintiera igual pensaba preguntar.
—¿Cariño? ¿Me acabas de llamar cariño? —pregunté con la cara más rara que pude poner.
—No le des tanta importancia, podría llamar de esa manera hasta a un vagabundo —me miré de arriba a abajo y no estaba con mi mejor facha pero no parecía un vagabundo para nada—. No es nada especial.
—Ok, me acabas de llamar cariño y vagabunda en menos de cinco minutos —dije en modo pensativo—. Nunca nadie había sido tan romántico.
—Dejemos la ironía para luego y continuemos.
Alguien se había puesto de mal humor. Era gracioso verlo con el ceño fruncido, siempre lo veía serio, pero no hasta ese punto.
—¿Se puede saber de qué te ríes? —se me escapo otra risita.
—De nada — formulé intentando aguantar la risa que me provocaba su cara.
—¿Puede dejar de ser tan infantil? —vale eso si me había ofendido un poquito.
—Oh por dios, como puedo ser tan infantil estando delante de Sr. Maduro —dije haciendo una reverencia a modo de burla— Prefiero ser infantil que andar con tu cara de culo las 24 horas del día.
Se hizo el silencio en la cocina hasta que vi la salsa volar directo a mi cara. Me queda pensativa con la boca abierta, procesando lo acaba de pasar.
—Acaso no me habías insinuado que fuera más infantil —dijo con una sonrisa que pensaba borrarle—. Aquí tienes mi demostración.
—Cierto, te insinué que fueras más infantil, no más imbécil —dije retirando un poco de salsa de mi rostro mientras maquinaba mi venganza.
Mire la salsa en mi mano derecha mientras pensaba lo divertido que sería esto.
—¿Qué pasa la niña de papá no aguanta una brom…—y de pronto silencio lo vi tragar en seco mientras deslizaba mi lengua por mi dedo índice.
—Mm delicioso, ¿quieres probar? —dije acercando mi dedo a su boca mientras lo veía procesando a toda velocidad lo que estaba haciendo.
Y de repente, como quien no quiere la cosa, tome a toda la velocidad el cucharón que estaba dentro del sartén y se lo atine en parte de su boca y cuello. Luego de dejarlo todo ensalzado estalle en risa.
—Tu cara, es que no tengo palabras para describirla —se me salían las lágrimas de tanto reír.
—¿Quieres jugar Mara? Juguemos —mierda, esto iba a acabar mal.
—No —dije retrocediendo.
—No te lo crees ni tú.
Y así fue como de un momento a otro empezaron a volar espaguetis, tomates y salsa por toda la cocina inundada por nuestra risa. Tenía espaguetis hasta en el pelo y salsa en las tetas, no quería ni imaginarme a donde le habría llegado a Alex.
—Banderita blanca —alce mis manos en señal de paz.
—¿Qué pasa la niña ya está cansada? —dijo burlándose.
—Nunca imagine lo agotador que podría ser lanzar espaguetis —lo vi rodear la isla y detenerse justo en frente de mí.
—Supongo que nos hemos quedado sin cena —comento mirando a su alrededor.
—Si te da hambre siempre puedes lamer alguna parte de tu cuerpo —dije haciendo una demostración con su mano y lamiendo el exceso de salsa.
—Cómo vuelvas hacer algo parecido a eso, no respondo —me quede pensativa con mi dedo ya en dirección a mi boca, probando un poco más de esa delicia.
—¿Dónde aprendiste a cocin…—lo próximo que captaron mis ojos fue a Alex lanzárseme encima.
Y de un momento a otro tenía la lengua del heredero de los McCasthy invadiendo mi boca. Fue una fusión de emociones lo que recorrieron mi cuerpo y cuando mi cerebro había captado lo que estaba pasado correspondí el beso.
Mi lengua jugueteó dentro de su boca un rato hasta que él se separó bruscamente y se fue dejándome sola y con las piernas temblando.