El día había transcurrido tranquilo, pasé la tarde en la playa, volvimos a cenar todos juntos, bueno todos menos Alex que había desaparecido desde hace tres horas, a dónde solo él lo sabe.
Pase horas sentadas en el muelle en una videollamada.
—Vamos a ir con el papucho de Alex —dijo una Sue muy emocionada— No lo puedo creer
—Tengo que ponerme celoso o algo —esta vez fue Josuan quien habló.
—No creo, a él le van más las ojiverdes —comento mi amiga sonriendo.
—Eres imposible Sue —respondí— Solo me dan dos habitaciones y pensé que Sue y yo podemos compartir una y tú puedes quedarte la otra —explique para Josuan— Espero que no sea un problema para ti vacacional con nosotras.
—Lo dices en broma —dijo— pensé que nunca me invitarían.
—Tengo una duda —dijo de pronto mi amiga— Esto es un viaje de pareja.
—Pero que dices Susana —agregué intentando no pensar en el imbécil buenorro— La única posible pareja en ese viaje son ustedes —aclare—. Lo único que yo haría con ese idiota sería lanzarle un zapato.
Tomamos varias fotos con filtros graciosos mientras Josuan pedía que le agregaran un filtro masculino y no más pelucas. Estos momentos eran mi curita al corazón, mi manera de evadir lo que cargaba desde hace años.
Nos despedimos, pero no sin antes Sue recordarme que mañana teníamos la reunión con los del salón para organizar la graduación.
Tome mis zapatos y me encamine a la casa, más concretamente hacia la cocina a por agua y luego a la cama.
Hasta que un ruido llamo mi atención. Estaban tratando de abrir la puerta, mire a mi alrededor y pille lo primero que vi.
Una olla vas a defenderte de unos ladrones con una olla.
Calla conciencia, déjame concentrarme.
Camine con la olla en la mano y me escondí frente a la nevera en posición de ataque lista para golpear a quien estuviera detrás de esa puerta.
Cuando sentí el cerrojo ceder, me lance con todas mis fuerzas contra la puerta abierta.
—¿Que haces loca? —en otra posición la escena hubiera sido chistosa, me encontraba con la olla a la altura de mi cabeza y con él sujetándola para que no cumpliera su cometido—. Me pensabas golpear con una olla —dijo arrastrando las palabras.
—¿Estás borracho? —negó con la cabeza a la vez que dejó caer el peso sobre la olla que sujetaba y casi se va de boca al piso— Pero no te caigas —dije ayudándolo a recuperar el equilibrio.
—¿Por qué me querías golpear? —pregunto como si no fuera obvio.
—No quería golpearte — expliqué— Solo que pensaba que eras un ladrón.
—Has visto alguna vez un ladrón sexy —dijo mirándose a sí mismo.
—Eh —fue lo único que pude decir.
—Te estás sonrojando Marita —dios ayúdame por favor.
—¿Marita? — pregunté
—Marita se sonroja porque piensa que soy un ladrón sexy —soltó una sonrisa baja— ¿Qué quiere que le robe este ladrón? ¿Otro beso? O quizás...
—Detente —exigí sintiendo como se me calentaban las mejillas de nuevo— Que no recuerdas todo lo que dijiste la otra noche ¿Me quieres volver loca?
—Sería un precio justo para estar a mano, no crees.
—¿Qué dices ahora?
—Creo que sería justo que te volvieras loca de la misma forma que me estás volviendo a mí —camino dos pasos acercándose a mí.
—Estás delirando definitivamente.
—No te gustaría que estuviéramos locos de la misma manera el uno por el otro. Poder tocarte sin sentirme culpable, sentir ese olor a fresa que desprende tu cabello, tu perfume de niña pija, poder arrancarte la ropa y no solo imaginarlo porque es una puta tortura —como que de repente hace mucha calor.
Ni siquiera me di cuenta de que había retrocedido hasta llegar al mesón y como si de una pluma movida por el viento se tratara, Alex me coloco encima del mesón y se hizo espacio entre mis piernas.
—Me importa una mierda si voy a sentirme culpable por lo que vamos a provocar, pero todo mi cuerpo está pidiendo a gritos que lo haga —cada vez estaba más cerca— te pediría perdón, pero sé que quieres lo mismo.
Y estampó sus labios sobre los míos, invadió mi boca con su lengua, sus manos se acentuaron en mis caderas y gemí en su boca provocando que me pegará más a él, rodeé su cuerpo con mis piernas y lleve una de mis manos a su cabello y la otra a desabrochar los botones de su camisa hasta qué...
Puummmm...
Dimos un brinco y separamos nuestras bocas para mirar como la olla que antes sostenía ahora estaba en el suelo.
—¿Quién está ahí?
Nos miramos y enseguida nos separamos, baje del mesón y por algún motivo sentí la necesidad de recoger al delator que se encontraba en el suelo (alias la olla)
—¿Qué hacen los dos aquí a esta hora? —dijo un muy serio padre mío en el marco de la puerta mirándonos a ambos.
No necesitaba un espejo para saber que debía, parecer un desastre y mi acompañante otro desastre, pero un desastre muy caliente.
—¿Y bien? —siguió preguntando mi padre en busca de respuesta verbal porque si se guiaba por las visuales a alguien hoy le iban a cortar sus partes.
—A tu preciada hija le pareció chistoso agredirme con una olla.
—¿Mara? —espero mi padre una explicación más exacta.
Pero yo todavía estaba procesando mi existencia, mi sistema operativo todavía estaba arrancando, mi lengua seguía desconectada de mi cerebro, no podía emitir palabras sin quedarme como disco rallado y al parecer Alex sí se dio cuenta de mi pequeño problema porque él fue quien siguió explicando.
—Puedes creer que pensó que era un ladrón cuando entré —señalo la otra puerta de la cocina por dónde había entrado antes.
— Te pido perdón en nombre de mi hija por el malentendido.
—No se preocupe, ella ya se disculpó.
Mi padre lo miro extrañado como si le pareciera extraña la idea de yo disculpándome y no es para menos cuando sabe que siempre pretendo tener la razón en todo.
—Vamos cariño —ofreció mi padre y por primera vez desde que había aparecido me moví— Necesitas ayuda para subir las escaleras Alex —por lo menos si se había percatado que estaba borracho.