Fuimos Canciones 1

Capítulo 20

20

Pasaron las semanas como agua. Y llegó el día en que por fin me enseñaría a conducir, había tenido que suplicarle hasta que terminó cediendo, lo recuerdo tan bien.

♪♪♪

—¿Por qué no? —pregunté mientras él se frotaba las sienes—. Venga será divertido.
—Seguro, será divertidísimo verte caer de una moto —soltó con ironía mientras seguí negando con su cabeza—. No sabes ni montar bicicleta, Amara.
—No hay escusa, Alex —sabía que si quería convencerlo debía llevarlo al límite—. Hay doy opciones, me enseñas tú o busco alguien que me enseñe. Estoy casi segura de que si se lo pido a Iván aceptaría…
—Tú ganas —dijo de mala gana, admitiendo que me había salido con la mía—. Te enseño a montar.

♪♪♪

Vale, no le suplique, más bien fue una pequeña motivación. Nos encontramos frente a la casa de sus padres, donde me prestaría su bellísima moto para enseñarme a conducir.

Su padre se encontraba en un viaje de negocios y su madre estaba trabajando desde su recámara, así que, según Alex, no habría problemas y con que su calle era mucho más segura para aprender por el poco tránsito que tenía.

Entre al garaje de la casa, dónde se encontraba la moto y fui directo a ella, agarre el casco y me lo coloque, dando una pequeña vuelta para demostrar que estaba lista.

—No, ahí no —informó Alex señalando hacia otro lado—. Esta es tu moto.

—¡¿Qué?! —solté al ver la pequeña moto eléctrica color rosa palo—. Me estás jodiendo, quiero aprender en esta.

—No pensaste de verdad que te prestaría mi moto para qué la destrozarás —abrí la boca sorprendida por sus palabras—. Apreció mucho mi moto como para dejarla en mano de alguien que no sabe dar pedales.

—¡Eres un imbécil! —me crucé de brazos empezando mi descontento.

—Me han dicho cosas peores, cariño —se encogió de hombros retirándome el casco que llevaba puesto—. Agradece que no te hago empezar por una bicicleta, créeme que lo medite mucho.

—Te odio —dije sin mirarlo.

—No, me amas —tomo mi mentón dejando un pequeño beso sobre mis labios—. Vamos, no estés enojada, pareces un Chihuahua rabioso con ese tamaño.

—Eres…

—El mejor novio del mundo —me interrumpió sin más—. Lo sé, cariño, soy perfecto.

—Serás creído.

—Mueve ese culo, Amara —me dio una palmada en una pompa y se dirigió a sacar la pequeña moto—. Mientras antes empecemos, antes podrás montar la grande.

Resignada dejé atrás la moto que quería manejar y me dirigí a la pequeña motito rosa. Alex me dio una pequeña introducción, sobre freno, acelerador, como colocar mis espejos y de que mi mirada siempre debía estar en la carretera.

—¿De qué tenías tú, una moto rosita? —pregunté ignorando todo lo que estaba diciendo.

—No has escuchado nada de lo que estoy explicando —dijo suspirando antes de responder mi curiosidad—. La compré para ti, para enseñarte a conducir justo después de que me lo pidieras.

—¿Me compraste una motito? —mi mirada se iluminó y rodeé la moto para lanzarme a sus brazos.

—Eso dije, pequeña —confirmó mientras me sostenía entre sus fuertes brazos—. Me importas más que mi moto y si no te dejo montar, no es por miedo a que la destroces, sino por miedo a que ella te aplaste a ti. Demuéstrame que eres capaz de mantenerte en esta motito y la próxima que montaras será la que dejamos en el garaje.

Dimos un par de vueltas juntos a la manzana, dónde él tuvo que enderezar el timón varias veces. Me ponía nerviosa que estuviera ahí detrás, con sus manos colocadas sobre las mías a cada rato para acomodar correctamente el timón.

Según don quejica no puedo ir por la calle en zigzag, sino recto, no saben lo insoportable que es tenerlo como profesor, es muy mandón, no calla.

—Por lo menos no nos hemos caído —solté muy orgullosa de mi logro.

—Claro, porque he tenido que enderezar el timón infinidades de veces y evitar que atropellaras a un pobre gato —no lo vi, el animalito se tiró delante de nosotros, por suerte y gracias al mandón está sano y salvo, sin un rasguño.

—No me gusta que esté ahí detrás observándolo todo y hablando cada dos por tres, me desconcentras —dije para que entendiera la situación—. ¡Quiero manejarla sola ahora!

—Ni lo pienses —soltó de pronto negando frenéticamente con la cabeza—. No, me niego…

—Puedes negarte todo lo que quieras, no te estaba pidiendo permiso —cruce los brazos por debajo de mis pechos.

Lo escuché quejarse por lo bajo y hacer el mismo gesto que yo al cruzarse de brazos. Me coloco nuevamente el casco, gire la llave en el conducto para encender la moto y cuando estaba lista para partir lo escuché decir.

—Procura no matarte —decidí ignorar su comentario y aceleré.
Aceleré demasiado, podría imaginar la cara que el pobre Alex debía tener, así que curiosa gire la cabeza para verlo.

—Frenaaa —grito y lo ignoré sonriendo.

Cuando volví mi vista al frente solo pude decir una palabra mierda porque ya me encontraba completamente metida con moto y todo dentro del jardín de uno de los vecinos de los padres de Alex.

Ni siquiera llegué a tocar el piso, solo estaba en el lugar equivocado. Parada con los pies en césped, las manos en los manubrios y apretando el freno aún, busque con la mirada a Alex, que venía corriendo hacia acá.

—No me he caído —dije automáticamente regalándole una sonrisita para calmarlo.

—Nooo —soltó una vez llegó a mi lado—. Solo has aparcado la moto en el jardín de la señora Rubí, que por cierto, ama locamente su jardín, el cual acabas de destruir.

Por primera vez desde que había terminado aquí observe detenidamente mi alrededor. Es un bonito jardín, bueno era porque tenía el arbusto en el que había quedado la goma delantera atascada, destruido y me había llevado por delante unos lirios que ahora estaban todos aplastados, sin contar que también había dañado un poco el césped por el frenazo.




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