Había pasado una semana desde la última vez que vi a Alex, solo respondía los mensajes y alguna que otra llamada, lo sentía extraño y lejos como si intentará poner un océano por medio entre nosotros.
Si le invitaba para quedar siempre tenía una excusa para no asistir. Si le proponía ir a su departamento, no estaría ahí. Si le preguntaba a Josuan por él, la única información que recibía era que seguía vivo.
No sabía qué pasaba con él, porque se comportaba de esa manera. La última vez que nos vimos todo había estado bien entre nosotros. No habíamos tenido nuestra primera discusión, pero se la estaba ganando a pulso.
Siguieron pasando los días, ya ni siquiera contestaba las llamadas, solo un puto mensaje Estoy ocupado todo se resumía a estar ocupado, ni siquiera un pequeña.
Harta de la situación, decidí investigar sobre la próxima carrera. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma.
Preguntarle directamente a Josuan sería inútil, teniendo en cuanta que Alex al parecer no me quería ver y que mucho menos le gustaba que fuera sola a esos lugares.
Sabía que Esteban había seguido corriendo en esos lugares, así que no me fue difícil sacarle información, pero me puso una condición, debería ir con él. Eso no era buena idea, pero tampoco tenía otra opción.
El sábado en la noche, luego de fundirme en unos pantalones y un top, me dirigí a la famosa ruta 55 dónde todo comenzó. Lo primero que busque entre la multitud fue Alex, que se encontraba junto a Tatiana, la hermana de Iván.
—Me encantaría saber por qué tu noviecito no te trajo esta noche —sabía que Esteban me estaba provocando al ver a Alex acompañado—. Hoy es una noche especial, cada corredor deberá correr con su chica o su acompañante.
Eso llamo demasiado mi atención, lo miré y luego a Alex. ¿Por qué si hoy podían correr con sus parejas no me había traído? ¿Por qué no había llamado para acompañarlo? ¿Por qué estaba con Tatiana?
Decidida a no taladrarme más la cabeza por ese gilipollas y pagarle con la misma moneda, saque mi móvil y escribí un mensaje rápidamente.
Me: Te extraño, mi jardinero particular.
¿Dónde estás?
Lo observé como saco su móvil del bolsillo de su pantalón y tras leer el mensaje lo volvió a guardar sin más. No dispuesta a torturarme más, me giré hacia Esteban que me miraba divertido.
—¿Con quién corres esta noche? —pregunte sin pensar mucho en lo que podía provocar—. Quiero correr contigo.
—¿Por qué crees que te puse como condición venir conmigo? —miró divertido y con malicia hacia Alex—. Será todo un honor sacar de sus casillas a tu noviecito, me debe una.
Sin darle más vueltas, jugué en su terreno, al puro estilo Hanse. Luego de que Esteban me indicará cuando debía acercarme para la primera vuelta, tome uno de sus cascos y fui en busca de Josuan y Sue.
Tras encontrarlo divirtiéndose y bailando como locos, me acerque a ellos. Sue me llamo loca cuando le conté que correría con Esteban, Josuan me dijo que Alex no se lo tomaría muy bien.
—Me importa una mierda como se lo tomé —solté empezando a comportarme como una víbora—. Tu amigo es un idiota que lleva sin contestarme las llamadas semanas y ahora ni siquiera los mensajes. No sé qué mierda pasa con él, pero para estar aquí con Tatiana, justo hoy que se corre en pareja, no parece estar muy ocupado.
—Mara, Alex no está muy receptivo en estos días —trato de justificar su amigo, pero a mí ya me valía una mierda las explicaciones—. Se le está viniendo todo junto y no sabe cómo manejar la situación sin que le explote en la cara.
—¿Qué situación Josuan? ¿Por qué no habla conmigo? —pregunté aun sabiendo que él no me daría las respuestas—. ¿Qué pasa con Alex?
Silencio fue lo que obtuve, ¡perfecto! Les pedí que no dijeran nada sobre que estaba aquí, quería ser yo solita quien le diera la sorpresa. Me coloqué el casco y salí disparada hacia él.
Me vio a la distancia como iba a su encuentro, sin despegar la mirada el uno del otro, me detuve una vez estuve frente a él.
—Hola, Hanse —saludé retirando el casco, dejándolo descolocado.
Podía ver la guerra que me estaban dando sus preciosos ojos, no esperaba verme aquí, se levantó de su moto y dejando a una Tatiana de lado, preguntó con un tono que nunca le había escuchado.
—¿Qué mierda haces tú aquí? —su mirada en otro momento quizás me hubiera asustado, pero justo ahora me daba rabia—. ¿Quién te dio permiso para venir? ¿Quién carajo te dijo que estaría aquí?
No iba a permitir que me hablara así delante del caniche que tenía en su moto. Su última pregunta me dolió un poco, no quería que estuviera dónde él se encontrará.
—Permite recordarte, que este es un lugar abierto a todo público, que no tengo dueño, ni cinco años, como para tener que pedir permiso —trate de que mi voz no me delatará—. También permítame aclararle, que usted no es el ombligo del mundo, que venir aquí no significa que venga por ti o detrás de ti, no eres el único corredor, Alexander.
Su cara lo delató, no se esperaba eso y mucho menos la última parte. Me agarró del brazo y me apartó del grupo en el que se encontraba. Una vez estuvimos solos, nos retamos unos segundos con la mirada. Hasta que decidió hablar.
—Lo voy a preguntar una sola vez, Amara —joder porque estaba tan guapo con su chaqueta de cuero negro—. ¿Qué haces aquí?
—Lo mismo que tú.
—Lo mismo que yo no, porque yo corro, tú ni siquiera podrías con una de esas motos —su comentario me hizo enojar horrores.
—Correr con otro, como tú —mire sus ojos de forma coqueta y sonreí.
—¿Con quién vas a correr? —se estaba enojando a niveles imposibles de aplacar luego—. Te prohíbo que te montes en la moto de cualquiera.
—No es cualquiera, es Esteban —uff si las miradas matarán ahora misma, yo no estaría aquí.
—Ni se te ocurra poner un solo pies en esa moto, Amara —órdenes a mí, lo lleva claro el tío.