¿fuiste tú?

Capitulo 11

Capítulo 11

 

Una vez más había despertado solo, después de una noche infernal, llena de un silencio doloroso y angustiante.

… Siempre has sido el héroe.

Su voz suena en mi cabeza diciendo esa frase, de alguna manera me estaba confesando algo, su lado de la cama está frío, lo que significa que tiene tiempo de haber salido huyendo de mí.

Quedarse encerrado en una habitación de un hotel en medio de una fabulosa bahía era deprimente, llenando mi cabeza de entusiasmo me obligo a salir de la cama.

Una veloz ducha y ropa cómoda me terminan de empujar afuera del cuarto para ir al restaurante del hotel a desayunar.

— Hola de nuevo… 

¿Otra vez ella?  Por qué razón me la vuelvo a topar, acaso el hotel era una maldita caja de fósforo.

— Buenos días, señorita.

— Buenos días ¿Buscas a tu novia?

No tengo claro que me asombra más el que ella la haya visto o que la llame novia, suena tan raro.

— Está afuera — me señala.

Alcanzo a ver como Christian la arrastra hacia la playa — Si me disculpas.

A pesar de que no logro escuchar nada de lo que están hablando, puedo deducir que es algo acalorado, sobre todo con la ferocidad que ella expresa. De un momento a otro la veo llorar y salir corriendo desesperada. Mi alma queda colgada de un hilo y salgo a correr tras de ella.

Corro, corro y corro, creo que solo una vez más había corrido con tanta agonía, al verla salir despavorida la desesperación me consumió de inmediato, el sol arde en mi piel, el olor a sal llenan mis fosas nasales. 

La sigo a través de la playa, mis pasos persiguen los de ella, que cada vez se aleja más del hotel, no sé muy bien a donde se dirige, sospecho que ella tampoco lo sabe.

Su cabello rojo iluminado por los rayos de sol me indican que la meta está cerca — ¡Lilian! — ¿Por qué no se detiene? — ¡Lilian! 

Pero no frena, al escuchar mi voz afina más sus pasos, ella nos ha traído a la parte fuerte de la playa, un lugar solitario y lleno de piedras gigantes.  La veo subir unas rocas torpemente.

— ¿Qué haces? ¡Te puedes lastimar! — por una fracción de segundo me voltea a mirar y el dolor en sus ojos me hiela la sangre — ¡Dios! 

Reanuda su avance, detiene sus pasos al final del camino de rocas, sus ojos perdidos solo miran el agua — Nena… — le digo mientras me voy acercando a ella lentamente.

—   ¡No te acerques! — la intensidad de su grito hace que me detenga — ¿No puedes ver que estoy desvaneciéndome?

No encuentro palabras para persuadirla, como un tonto la observo, me da miedo acercarme y pueda resbalar.

El cielo azul con el resplandeciente sol arriba de nosotros no hacen justicia a la intensidad del momento, lluvia, rayos y un cielo oscuro serian el escenario ideal para semejante situación.

Sus pies se acercan más a la orilla, mira el agua embelesada, el miedo me atrapa, estamos a una altura considerable, mi Lilian me mira por un instante y sonríe, una sonrisa llena de tristeza.

— No sé nadar — antes de poder entender sus palabras salta.

— ¡No! — dejo de pensar, mi vida se detiene, no hay nada más importante que ella para mí — ¡Maldita sea! 

Reacciono como un tonto a los segundos y salto al agua, caigo al agua fría y enseguida busco la superficie, no la veo por ningún lado — ¡Lilian! — me sumerjo en el agua, nado tratando de verla, de encontrar el rojo de sus cabellos.

— No, porque has hecho esto — digo al salir nuevamente a la superficie, desesperado agarro un poco de oxígeno.

Cuando creo lo peor veo una mata de pelo rojo, nado hasta el fondo y la tomo del brazo, la saco del agua, la volteo, con mi mano temblando empiezo abrirle la mandíbula.

— Vamos, que solo estás dormida ¡Vamos!.. Ya fuera de mí le doy una cacheta para que reaccione. 

Sus ojos se abren débilmente y yo respiro con ella, comienzo a nadar y la saco del agua lo más rápido, ya afuera del mar, la acuesto sobre la arena, le hago masajes en su pecho para que expulse toda el agua. 

— Vamos nena…  Bótalo — y así lo hace, empieza a toser y a botar toda el agua que trago — Tranquila, respira, respira conmigo.

Cuando se ha recuperado, la tomo en brazos para llevarla lo más lejos del mar, teniendo el cuidado pertinente para no ser vistos en el hotel.

Ya en la habitación, lleno la bañera de agua caliente y la meto ahí, ella no dice nada, absolutamente nada, nada más se deja llevar. 

Con sumo cuidado le quito toda su ropa y le echo agua en todo el cuerpo.

— Arriba — después de un rato la saco y la envuelvo en una toalla — Espérame un minuto.

Lo más veloz que puedo me quito mi propia ropa mojada y me pongo una bata de baño, no puedo evitar que una lágrima se me escape al verla así, quieta, muy quieta esperándome.

— Ven… — la tomo en mis brazos y la arropo con una niña pequeña.



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En el texto hay: pasado, romance, amor

Editado: 19.09.2022

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