Furia

Capítulo 10.

Mi primer impulso había sido el salir corriendo hacia él, como un imán que atraía al acero, con fuerza e inevitable. Mis piernas acalambraban entumecidas, quejándose de más ejercicio extra, el calor resbalaba por mis poros en gotas de sudor, un calor que no era por el esfuerzo físico, era un calor que emergía de dentro, de lo más profundo de mis huesos. Dakota se había girado por completo en mi dirección dispuesto a acogerme entre sus enormes brazos y de hecho se encontraba avanzando en mi dirección cuando noté mi gesto arrugarse al sentir la neblina rojiza de la rabia adormecer cualquier pensamiento coherente, el monstruo daba dentelladas y me consumía por dentro, sentí fiebre y como una fuerza que no sabía que poseía impulsaba mis músculos volviéndolos de piedra.
Cuando llegué a su altura, el segundo impulso no fue otro que lanzarme a golpearle como si me tratara de una profesional de la lucha libre. Puse en práctica los movimientos y la potencia aprendida en las últimas semanas, Dakota totalmente desconcertado cayó al suelo conmigo encima como si fuera una autentica fiera salvaje.
- ¡Bella! – exclamó tratando de parar mis puños que no hacían más que esquivarle y en un momento hilarante no pude más que pensar que me había vuelto extremadamente rápida y escurridiza, de hecho, me vitoreé al ver cuán bien le encajaba los puños en el mentón. - ¡Bella, detente! – su voz ronca no conseguía disuadir aquel sentimiento en llamas que me escocía en el pecho.
Me había abandonado, me había dejado aquí tirada como si fuera un chicle y pretendía volver como un puto héroe al que debía besar el suelo que pisa.
- Eres una mierda, ¡eres una puta basura! – siseaba entre dientes, la bestia no hacía más que alabarme y ronroneaba con cada impacto que conseguía alcanzar ya fuera a puro golpe o arañazos.
- ¡¿Bella, que crees que haces?! – los gritos a mi alrededor comenzaron a envolverme y no fue que entre Zak y Ángel que consiguieron quitarme de encima, Dakota se incorporó con Mafi observando sus heridas. Orgullosa vi cómo le había partido el labio y le había puesto el ojo izquierdo del color de los arándanos, el cuello de su camiseta se había dado de sí con el forcejeo y de su nariz también goteaba sangre. Me revolví entre los brazos de aquellos quienes me sujetaban tratando de llegar de nuevo hasta él, pero fue en vano pues me tenían bien cogida.
Dakota se sacudió de encima a Mafi con un gruñido y se puso en pie, me observó con los ojos más oscuros que había visto en mi vida, pero ni aquello me aplacó, mi cuerpo tiritaba adrenalina y le enseñaba los dientes como un auténtico animal. Las respiraciones de ambos eran igual de trabajosas y a mí me rascaba la garganta por el frío y la rapidez con la que entraba el aire en mis pulmones.
- Esperaba una bienvenida más calurosa. – Se atrevió a abrir la boca y yo me retorcí tratando de llegar a él y volver a partírsela.
- Entonces eso es porque no te he calentado bien todavía, ¡suéltame!
- ¡Bella! – gritó Mafi tratando de hacerme entrar en razón, desvié brevemente mi vista hacia ella y encontrarla con el semblante horrorizado - ¡Tienes que calmarte!
- Estoy harta de calmarme y de tragar, ¡nos abandonó en el peor momento! – la rebatí en un gruñido - ¿a nadie le importa ese hecho?
- Ha vuelto… - empezó a decir ella cuando el propio Dakota la cortó:
- He vuelto tal y como prometí, he vuelto a por ti y …
- ¿Por mí? – estallé a reír cual loca – Yo no necesito un puto príncipe azul que me salve de nada ni nadie, necesitaba que hubieras estado aquí y no que hubieras salido huyendo como un perro apaleado con el rabo entre las piernas. ¡Dilo! – le grité - ¡Di la verdad! – le encaré y traté de volver a sacudirme a Zak de encima – Te cagaste y huiste.
- ¿Qué hui…? – su voz bajo varios tonos y su mandíbula se encajó al mismo tiempo que sus puños se cerraron.
No fue ni siquiera cuando se irguió tratando de intimidarme, ni cuando avanzó dos pasos hacia mí que volví en sí. Fueron unos aplausos y unas risas las que me sacaron de aquel torbellino de ira. Al volver mi mirada en la dirección de precedencia pude notar la tensión en todos y cada uno de nosotros, hubo un momento en el que ya no sentí aquella llama que me consumía y sí que sentí un frío calarme hasta los huesos.
No era miedo, pero si impresión lo que sentí cuando descubrí que habíamos tenido un espectador silencioso, Salvador me miraba como si me tratara de una rara reliquia y se relamía los labios como si estuviera contenido un hambre voraz.
- Ya dije que me gustabas, pero chica, eres una autentica caja de sorpresas.
Dakota se interpuso entre ambos con su enorme cuerpo y tan sólo pude ver su ancha espalda cubriendo mi campo de visión.
- ¿Qué te parece, Roderic? – mi cuerpo se tensó al comprender que el líder había presenciado toda la escena también – Tú que creías que sería yo quien acabaría con vuestro campamento… Y resulta que tenéis al lobo entre las ovejas.




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