Mac los miró y al ver ninguna reacción por parte de ellos supo que los había dejado anonadados. Se fijó en Lamia, en su rostro enrojecido, y eso logró que él mismo se sintiera incómodo.
«Bien hecho, hombre. Podrías haberte quitado el tema de encima si te hubieras inventado otro trabajo».
—Vaya —dijo Vance—. ¿Así que te pagan por tirarte tías? No veas cómo te envidio, macho. Ya me gustaría a mí estar en tu lugar porque llevo una temporadita de secano bastante importante —se levantó, se dirigió a la cocina y segundos después salió con otro botellín de cerveza.
—Y dime, ¿es cierto eso de que los que actúan en esas pelis tienen que tener un buen cipote o no los cogen?
Mac suspiró porque no tenía ningunas ganas de hablar del tema. Negó y miró a Lamia con un ruego en los ojos pidiéndole ayuda.
—Pues yo me he dedicado a estudiar idiomas y de paso me he sacado la carrera de empresariales. Trabajo en Parker and Parker como secretaria de dirección, y la verdad es que me encanta. —guiñó un ojo a Mac y él le devolvió el guiño al mismo tiempo que le decía «gracias» silenciosamente.
—¿Y tú, Abdiel? —preguntó Vance y él se encogió de hombros.
—Cirujano —dijo como si nada—. Estudié medicina general y luego me especialicé en cirugía cardiovascular.
—Vaya —soltó Vance—, y yo con un mísero taller de motos. Vosotros sí que habéis sabido aprovechar el tiempo, chicos.
—Esto… —susurró Mac y todos lo miraron—. Yo también estudié medicina general, pero como no quería dejar mi tierra y en el pueblo donde vivo no había plazas libres pues… pues acabé haciendo lo que hago.
—¿Y en qué te especializaste? —preguntó Abdiel.
—Ginecología —soltó, y ahí sí que fue cuando todo el mundo acabó riéndose a carcajadas.
Y ahí Mac sí que sonrió, porque si lo pensaba la cosa tenía gracia. Un ginecólogo sin trabajo que acababa siendo actor porno.
—Joder, tío —dijo Vance—. Tú sí qué sabes entonces hacer tu trabajo, ¿eh? No se te debe resistir ninguna.
Mac se encogió de hombros y suspiró.
—La verdad es que el trabajo no está mal, pero estoy cansado y, sinceramente, de lo que realmente tengo ganas es de abrir una consulta privada, pero donde resido no puedo ya que la clínica que hay allí tiene consultas de todo tipo. Así que me he planteado dejar Escocia, mudarme y abrirla en esta ciudad. Tengo muchos ahorros y creo que sería un gran cambio para mí.
—¿Estarías dispuesto a dejar tu tierra? Amas Escocia, Mac. ¿Estás seguro?
Él afirmó.
—La tierra de uno se lleva aquí, cielo —afirmó tocándose el corazón—. Escocia siempre será mi hogar, pero si tengo que empezar de cero, ¿qué mejor sitio que en el lugar donde viven mis amigos? Así os tendría cerca —aseguró, y Lamia al escuchar esas palabras corrió a abrazarlo.
—No te imaginas cuánto te he echado de menos.
Dos carraspeos a su espalda hicieron que se girara, y al ver las caras serias de Vance y Einar sonrió.
—A vosotros también os he echado de menos, chicos, lo sabéis. No me seáis celosones, venga.
—No estamos celosos, nena, pero ya que lo dices —anunció Einar—, creo que voy a hacer lo mismo que aquí nuestro amigo y me trasladaré también a esta ciudad. Además, con lo que se nos viene encima tendría el negocio totalmente desatendido. Mi socio puede llevarlo él solo una temporada, sí, pero no a largo plazo, y hay ciertos temas de los que la decisión me corresponde solo a mí. Así que… me da que compraré una planta en algún edificio de empresas y trasladaré la central a Chicago, dejando la de Nueva York como una segunda sucursal. Dime, pequeña, ¿te gustaría ser la secretaria de dirección de este atractivo, e impresionante hombre? —dijo poniéndose en pie enseñando el traje de firma que llevaba puesto y que se adaptaba como un guante a su gigante cuerpo.
—Ya veo que no necesitas abuela, macho. Menudas ínfulas.
Einar miró a Vance y le guiñó un ojo.
Lamia sonrió y asintió.
—Ya la tienes, amigo. Avisa con tiempo para que presente mi dimisión y estaré a tu servicio en cuanto me digas que me presente al curro.
—Pues bien —dijo Abdiel levantándose—. ¿Tenéis alojamiento? Porque como veréis este apartamento solo consta de dos habitaciones y somos cinco.
—No hay problema, Lamia y tú en una habitación, Vance y yo en otra y Mac se puede quedar en el sofá.
—¡Oye! ¿Y por qué tengo que quedarme yo en el sofá?
—Pues porque saldrás ganando —dijo Lamia—. Es un sofá cama de plaza y media y lo tendrás para ti solito. Y aquí el gigantón y Vance se tendrán que conformar con compartir una cama y no acabar uno de los dos en el suelo.
Mac se puso a reír y asintió.
—Pues me lo quedo.
—Venga, chicos, pongámonos a trabajar que el tiempo apremia y tenemos que ir a ver a esos Karan. ¿Alguna idea de dónde pueden estar? —preguntó Vance ya que le daba completamente igual donde tuviera que dormir. Muchas veces había dormido en el suelo y no le importaba el tener que compartir colchón con su viejo amigo.