Furia en el Olimpo

Capítulo veinte

Al día siguiente

 

 

—No sabéis cuánto me alegro por vosotros, chicos. Algo intuí cuando saliste hecha una exhalación de esa taberna, niña. Esa cara de cabreo me dio una pista.

Lamia frunció el ceño porque no sabía a qué se refería y Einar sonrió.

—¿De qué taberna hablas, tío?

—Fue el mismo día que te uniste a nosotros, Vance. Tendrías que haberle visto la cara cuando vio a aquella tabernera sentada encima de Abdiel. Estaba que se la comían los demonios

Einar rio en voz alta al ver la cara de sorpresa de Lamia y cómo enrojecía.

—Pero claro, este no se enteró de nada. Estaba con la mano metida en el escote de esa mujer y cuando…

Abdiel carraspeó y negó al ver la cara de mosqueo de Lamia y Einar al darse cuenta de que estaba metiendo la pata, cogió la taza de café que tenía delante y le dio un buen trago.

—¿Más café, chicos?

Dijo la camarera de la cafetería en la que estaban los cinco desayunando.

—No, gracias —negó Mac mirándole el escote que dejaba ver un poco más de lo normal.

Ella le guiñó un ojo y volvió detrás de la barra.

—¿Era esa tabernera de la que hablas parecida a esta camarera? —preguntó Vance.

—No, esa llevaba más ropa —dijo Lamia entre dientes y Abdiel sonrió al sentir los celos de ella.

Recordaba esa escena con toda claridad. No entendió en ese momento el porqué de la reacción de ella, pero ahora sí y le hizo sonreír levemente, ya que eso le hizo saber que Lamia sentía algo por él desde hace siglos.

—Madre…

—Del amor…

—Hermoso…

Dijeron Einar, Vance y Mac mirando en dirección a la puerta.

Abdiel y Lamia se giraron para mirar en esa dirección y vieron a tres mujeres que acababan de entrar por la puerta.

—Me pido la morena de pelo largo —anunció Vance—. Me acabo de enamorar, tíos.

—Pues menos mal, porque a mí me gusta la castaña de media melena.

—Y a mí la rubia de pelo corto —susurró Mac.

Lamia y Abdiel se quedaron ojipláticos al escucharlos. ¿Qué demonios estaba pasando ahí para que esos tres actuaran de esa manera?

—Chicos, ¿estáis bien?

Los tres asintieron sin mirarla y se fijaron en cómo ellas miraban a su alrededor, hablaban entre sí y se decidían por una mesa que había delante de ellos.

—Joder, qué bien le sienta el cuero a la morena —admitió Vance—. Tengo ganas de montarla en mi Rach, que ponga esas preciosas manos en mi cintura y que se sujete a mí con fuerza mientras me la llevo a dar una vuelta.

La morena le guiñó un ojo y Vance se irguió. Él le sonrió y ella miró a sus dos amigas, se inclinó sobre la mesa y les susurró algo.

—¿Cuero? ¿Tú has visto qué culo le hace el pantalón vaquero que lleva a la mía? —dijo Einar—. Joder, si hubiéramos estado en mi época ahora mismo tendría a esa preciosidad entre mis piernas.

—No me hables de piernas, que las de la rubia me acaban de dejar alucinado. Esa faldita corta le queda… —susurró mordiéndose el labio inferior.

Los tres no apartaron la mirada de esa mesa en ningún momento y cuando Lamia se fijó en cómo esas tres chicas susurraban entre ellas, los miraban y sonreían, se dio cuenta de que, tal vez, alguno de sus amigos tendría diversión tarde o temprano.

—¡Ey, tíos! Dejad de mirarlas y centraos que tenemos cosas que discutir.

Los tres miraron a Abdiel con el ceño fruncido y al verle la cara se dieron cuenta de que tenía toda la razón, ya que inclinó la cabeza hacia Lamia en señal de que se tenía que hablar sobre lo que le había pasado.

—Creo que tendríamos que hacerle una visita a los Karan, ¿no creéis? Porque hay algo que Afrodita no nos contó o se le olvidó.

—Sobre mí, ¿verdad?

Abdiel la miró y asintió.

—Tenemos que averiguar cómo es posible que estés viva, cielo. Recuerda que Afrodita dijo que eras totalmente humana, excepto por la fuerza y velocidad, las cuales conservarías de cuando fuiste vampira. Pero no dijo nada de que serías capaz de volver de la muerte, ni inmortal, como fue el caso de estos tres —señaló a sus compañeros y ellos asintieron dándole la razón.

—Es cierto, niña —afirmó Einar—. Todos sabemos que los humanos no… «resucitan» —dijo haciendo el signo de las comillas con sus manos.

—Perdonad.

—Los tres miraron hacia la persona que los había interrumpido y cuando vieron que era una de las chicas, miraron a Vance, el cual estaba con cara de flipe al ver a la mujer que le gustaba ahí en pie delante de ellos.

—Tal vez me toméis por loca, pero, este papel estaba encima de la mesa y… bueno, quiero decir, que antes no estaba pero ahora sí y… ¿Quién de vosotros es Vance?




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