Furia en el Olimpo

Capítulo veintiuno

—¡¡¡Mierdaaa!!!

El grito de Lamia resonó por toda la habitación. Abdiel se encontraba con ella sujetando su mano y el hijo mayor de los Karan estaba sentado en una banqueta entre las piernas abiertas de ella.

—Venga, Lamia, en cuanto sientas otra contracción empuja con todas tus fuerzas —le dijo Riad. Ya estaba viendo la coronilla del bebé y sabía que faltaba poco.

—¿Estás seguro de que sabes lo que haces? No me creo que seas médico —gruño ella entre jadeos—. ¡No has querido ni ponerme la maldita epidural, joder! ¡Quiero a Mac aquí! ¡Él es ginecólogo!

Riad sonrió al escucharle y negó.

—Pues te aseguro que lo soy, es más, he traído al mundo más bebés que años tienes tú, te lo garantizo. Y Mac ha preferido esperar afuera con los demás. Es normal, Lamia. Entiendo que no quisiera estar viendo tu intimidad sabiendo que es uno de tus mejores amigos.

Lamia gruñó al sentir que le venía de nuevo otra contracción. Se soltó de la mano de Abdiel y le agarró del pelo con fuerza. Tiró de él y Abdiel gritó junto a ella al sentir que le iba a arrancar el cabello. Sujetó su mano para quitarla de allí y ella lo miró con esos ojos ámbar que demostraban que estaba muy cabreada.

—¡Te voy a cortar la polla, imbécil! ¡No me volverás a poner la mano encima en toda tu vida, jodeeer!

—Ya está la cabeza fuera. Falta poco. Venga, un empujón más con la próxima contracción y el bebé estará fuera.

—Nena…

—¡Que te calles! ¡No te imaginas lo que haría si pudiera!

 

Afuera de la habitación todos se miraban anonadados al escuchar los gritos e insultos que salían por la boca de Lamia.

—¿Eso es normal? —preguntó Vance.

Einar se encogió de hombros pero Mac asintió.

—Eso no es nada. Os aseguro que he escuchado barbaridades en algunos partos que he asistido, chicos.

Einar y Vance asintieron, pero siguieron sin entender porqué Lamia se ponía así. Vale que dolía, lo sabían, pero que se le soltara la lengua de esa manera…

—Chicos, viendo vuestras caras creo que no os ha quedado muy claro el tema. A ver, ¿cómo estaríais si tuviera que salir de vuestro cuerpo algo del tamaño de un melón, por la abertura del tamaño de un limón?

Sonrió al ver las caras de dolor que pusieron y se dio cuenta de que había conseguido lo que quería.

—¡Sácamelo yaaa! —escucharon que gritaba ella hasta que un repentino llanto llegó a sus oídos.

Todos sonrieron, gritaron al unísono al escuchar al bebé llorar y se empezaron a abrazar los unos a los otros.

—¡Somos tíos! —exclamó Einar lleno de felicidad.

—¿Estás llorando? —preguntó Vance al ver a Mac restregarse los ojos con fuerza.

—¿Yo? No seáis mamones, no estoy llorando —gimoteó y sus amigos sonrieron al ver que ese grandullón se había emocionado.

—¡No jodas, no es posible!

Los tres se callaron al escuchar el grito de Lamia y se tensaron porque no sabían a qué venían esas palabras.

Escucharon un nuevo e intenso grito por parte de ella y segundos después, otro lloro los dejó anonadados.

—¿Otro bebé? —preguntó Einar—. ¡La leche! Somos tíos por partida doble.

—Vamos, entremos, ya no se escucha nada.

Los tres asintieron y así como abrieron la puerta, la escena que tenían ante ellos los dejó maravillados.

Lamia estaba recostada en la cama con los ojos cerrados y Abdiel tenía en cada brazo a un bebé.

Los tres se acercaron poco a poco y Abdiel les sonrió.

—Largo. No he terminado de arreglar a la paciente —dijo Riad al ver a los tres entrar sin siquiera haber llamado, pero no le hicieron ni caso.

—¿Qué son?

—Dos niños —sonrió Abdiel girándose hacia sus amigos. Les acercó a los bebés y los tres sonrieron al verlos.

—No puede ser. ¡Viene otro! —exclamó Riad.

Lamia abrió los ojos de golpe al sentir una intensa contracción y se incorporó sobre sus codos.

Abdiel, al ver lo que estaba sucediendo, le dio un bebé a Vance y el otro a Einar. Se acercó a Lamia y sujetó su mano.

—Ya no puedo más, esto es demasiado —gimió ella y Abdiel se preocupó al ver que ya no le quedaban fuerzas.

—Venga, un poco más, Lamia. Este bebé necesita venir al mundo, tiene que conocer a sus hermanos.

—No sé cómo lo has hecho, pero tus pececitos no son normales, joder. ¡Me has dejado embarazada de trillizos, maldita sea! ¡La próxima vez los pares tú!

Los tres guerreros sonrieron al escucharla, pero perdieron la sonrisa de golpe al ver que ella no empujaba ni hacía nada para que el bebé saliera de su cuerpo.

Miraron al médico y al ver su cara de preocupación, Einar entregó el bebé a Mac y se acercó a la cama.

—Vaya, y yo que pensaba que eras valiente y una luchadora. No te imaginas como me estás decepcionando, nena, creía que eras más fuerte, pero me estás demostrando que estaba equivocado.




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