Futuro CarmesÍ

Capítulo 5. Viejos amigos:

Esta vez no hubo una plática filosófica en nuestro viaje, simplemente quería disfrutar la tranquilidad del momento. Cuando Probo me preguntó si quería escuchar un poco de música, pedí que pusiera a uno de mis compositores favoritos. Como detective clásico de los 60's que soy, debe de gustarme el swim, y para el swing, está el gran rey Benny Goodman. Empezó sonando su obra más conocida: "Sing, Sing, Sing". Esas trompetas hacían que mi alma bailara, y los tambores movían como por arte de magia mi pie, que no paraba de seguir el ritmo de la música. Por alguna extraña razón estaba feliz, seguramente se debía al interrogotario que había realizado algunas cuadras atrás; había conseguido muy buenas respuestas y sentía que pronto encontraría al responsable del asesinato, sólo me faltaba una parte crucial, mi mano derecha. 

Román fue mi subordinado semanas después de su llegada a la comisaría, era un joven con mucho talento que había escalado rápidamente de posición en la policía. Tenía una gran intuición, sabía muy bien dónde buscar pistas y podía ver cosas que los demás no. ¿Los calcetines del cuerpo eran impares? Román lo notaba y anotaba, ¿el cadaver estaba lleno de tatuajes y uno estaba incompleto? Román lo veía y seguía esa pista, ¿el cadaver parecía tener una higiene impecable pero tenía una uña rota? Román se obsesionaba con eso y miles de veces esas pequeñas obsevaciones ayudaron a la policía a encontrar al asesino; el único problema de Román, era que se desenvolvía mejor con los muertos. El se especializaba en criminología forense pero su interacción social era un asco, por eso se me asignó como pupilo. Trabajamos juntos durante años y resolvímos infinidad de casos, entre ellos los que me llevaron a la gloria. Lamentablemente, llegado el día en que ya no eramos funcionales nos separamos. Él se quedó en el área de papelería de seguirdad social y yo decidí renunciar e intentar trabajar por mi cuenta. Obviamente no me ha ido muy bien desde entonces.

Faltaban pocas calles para llegar a mi antiguo empleo, honestamente estoy un poco nervioso y ansioso por ver a mi viejo amigo. La última vez no quedamos en buenos términos, y temo que me odie por las cosas que le dije; pero realmente necesito su ayuda para este caso.

Los semáforos iban pasando, los edificios poco a poco iban siendo conocidos para mi (me sorprende que se mantengan tantas cosas desde la última vez que estube aquí), y le auto iba desacelerando paulatinamente. 

-Hemos llegado señor Sanders-.

-Muchas gracias Probo -el cinturón de desabrocha de mi sintura y la puerta se abre- ¿Te irás o nos esperarás?-.

-Tengo órdenes de guiarlos a su siguiente destino, estaré esperando aquí-.

-Entiendo, prometo no tardar -salgo del auto-. 

-No debería de preocuparse por mi señor Sanders -cierra la puerta-.

Tiene razón, lo estoy tratando como a un humano. Estar en esta ciudad está afectando a mi mente.       

Probo me dejó justo en la entrada de mi antiguo empleo; este había cambiado mucho. Ahora tiene más pisos que antes, la decoración es (como todo en este lugar) futurista y unas grandes letras que dicen "Seguridad Social" decoran la entrada. El interior me sorprendió aún más; está lleno de Precursores que van de un lado a otro y apenas hay gente esperando a que los reciban. Cuando trabajaba aquí, la fachada era vieja ya que el gobierno no nos daba suficiente presupuesto para el edificio; como resultado teníamos puertas que no cerraban, goteras, pisos rotos, computadoras tan anticuadas que era mejor llevar todo con lápiz y papel, y personal insuficiente. Siempre teníamos personas esperando para hacer una denuncia ya sea por robo, secuestro, peleas callejeras, estafas y asesinatos. 

Al entrar y reconocer un poco el entorno, un hombre de tez negra se acercó por mi espalda. Tocó mi hombro y pronunció unas palabras.

-¿Sanders?-.

Su voz es gruesa y profunda, pero al mismo tiempo tranquilizadora. Yo la conocía. 

-¿Capitán? -volteo a verlo-.

Así es, era mi antiguo jefe.

-¡Sanders! Ja, ja ,ja -abre su brazos para darme un abrazo de bienvenida-.

-Siempre tan enérgico como siempre capitán -me costaba respirar a causa de la gran masa que me tenía envuelto-.

El capitán Steven fue mi jefe durante todos los años que trabajé en la comisaría. Es un hombre admirable, con un sentido de la justicia envidiable junto con varios logros que traía desde su antigua carrera de bombero. Mide casi dos metros, con un cuerpo musculoso y atlético que no ha perdido a pesar del tiempo. Yo entré a trabajar a la edad de 24 años, el capitán tenía 40; actualmente debe de tener unos 66.

-Es un gusto volver a verlo capitán -deja de abrazarme-.

-Ja, ja, ja. Por favor Sanders ya no tienes que llamarme así-.

-suelto una pequeña risa- Supongo que tiene razón Steven-.

-¡Te vez muy bien chico! La vida te ha tratado muy bien-.

-¿Tan bien finjo?-.

-Ja, ja, ja, ja. Veo que no has perdido tu sarcasmo-.

-Me ayuda a sobrevivir, pero usted sí que se ve bien-.

No mentía, parecía que el tiempo no afectaba al capitán.

-Gracias gracias, me mantengo en forma, nunca se sabe cúando nos llamarán para entrar en acción y limpiar su desastre-.

-¿Ahora quién es el sarcástico? -muestro una ligera sonrisa-.

-Tampoco has perdido tu negatividad ja, ja, ja,ja-.

-¿Aún conservo el apodo?-

-¡Por supuesto! Nadie ha olvidado al gran ogro-.

-Todavía quiero matar al que me puso ese nombre-.

-Entonces me quieres matar a mi -enseña sus enormes dientes blancos en forma de sonrisa-.

-Mmm, de repente se me quitaron las ganas ja, ja-.

El capitán era el único ser humano que lograba hacerme reír, tiene un carísma único.

-Sí, buenos tiempos. Pero creo que es hora de pasar al tema principal Sanders-.

El ambiente cambió un poco, se sentía más pesado.

-Cierto -aclaro mi garganta- ¿Sabe a qué vine?-.

-Claro que sí, aún mantengo un poco de autoridad en este lugar; pero mejor acompáñame a mi despacho, aquí hay muchas orejas -empieza a dirijires a unas escaleras al fondo del edificio-.




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