No me atrevía a abrir los ojos. Tenía frío y mis extremidades no pesaban en absoluto. Parecía como si estuviese flotando en un espacio sin gravedad.
Reuní el valor y el coraje suficientes como para echar un vistazo a mi alrededor, y durante unos segundos creía que no lo había logrado, pero me equivocaba. Estaba oscuro y no tenía conocimiento del espacio, pues ni siquiera mis pies tocaban una superficie sólida.
¿Dónde estaba? ¿Por qué me sentía tan confusa y perdida? Y, sobre todo, ¿por qué estaba flotando? ¿Estaba soñando?
Una luz pequeñita y de color azul brillante se me cruzó por delante con elegancia, sin prisa, y, al momento, empezaron a llegar muchas más, como si fuera una gran lluvia azul. Se juntaron entre ellas formando primero una gran bola azul y después, para mi sorpresa, una figura humana. No tenía rostro ni piel, solo era eso: una figura repleta de puntitos azules.
No estaba asustada, solo asombrada, y mi curiosidad por saber qué era aquello hizo que mi mano avanzara hacia ese ser. Este hizo lo mismo al mismo tiempo y, con cautela, nuestros dedos índices se rozaron, lo que provocó una pequeña descarga que me hizo retirar mi mano enseguida; en cambio, a ese ser no parecía haberle afectado el contacto.
―¿Quién eres? O… ¿Qué eres?
Mi voz sonaba hueca en aquel espacio vacío. El ente no respondía.
―¿Esto… es un sueño?
Inclinó la cabeza hacia un lado, como si no entendiera.
―¿Estoy… muerta?
La figura estiró un brazo hacia delante, colocando su mano a pocos centímetros de distancia sobre mi pecho.
―Debes volver para acabar lo que empezamos.
Su voz femenina resonó en mi interior como una fuerza sobrenatural, rabiosa y llena de energía, y una descarga eléctrica recorrió mi pecho al mismo tiempo que ella se convertía en millones de gotitas azules, como si de polvo se tratara.