Capítulo V:
En algún lugar de la ciudad...
Mi cabeza duele como los mil demonios, mis párpados pesan y me cuesta lograr identificar el lugar donde me encuentro. Joder. ¿Qué jodidos ha pasado? No recuerdo una mierda y lo peor es que siento que mi cuerpo está amarrado. ¿En serio? ¡Esto tiene que ser una puñetera broma!
Una risa femenina me pone alerta y con ello los recuerdos de lo sucedido vienen a mi mente como imágenes. ¡No puede ser cierto!
— ¡Déjame ir! — exijo y siento como arrastró las palabras al hablar. ¿Me ha drogado? ¡Me drogo! Maldición.
Su risa vuelve a retumbar en el lugar — No puedo hacer eso cariño, te necesito para tener a Lucifer comiendo de mi palma — hay diversión pura en su voz, siento como se acerca a donde me encuentro —, Jamás creí que fueras tan idiota de no percibir quien era, pero fue punto a mi favor — comenta y os puedo jurar que sonríe de forma burlona.
Mis labios se fruncen y las ganas de matarla se incrementan. Entonces al fin logró abrir mis ojos y verla. La rabia comienza adueñarse de mí y si no fuera porque en estos momentos estoy amarrado ya habría hecho todo lo que mi mente se está imaginando. Porqué de verdad, siento unas inmensas ganas de tirarla por una ventana. Respiro con profundidad e intentó calmarme. Tranquilo Gabriel, no debes perder la calma.
Demuestra que está situación no puede superarte, demuestra quien eres y luego pateale el trasero a esa desgraciada. ¡Maldita perra! Ya parezco Gonzalo cuando se molesta y blasfema contra todo. Una sonrisa aparece en mi rostro y no es porque la situación lo amerite. Sino que mis pensamientos logran calmarme y comenzar a pensar con la mente en frío. Mi sonrisa parece desconcertarle, porque su ceño se frunce.
— ¿Qué es lo que tanto te divierte maldito emplumado? — espeta con demasiado desdén.
Ahora comprendo porque se había acercado a mí y también porque sus ojos destellan odio.
— ¿Cómo lograste quedarte? — pregunté evadiendo su pregunta anterior —, No fuiste enviado con el resto de los demonios al infierno, así que deduzco que algo hiciste para quedarte aquí — una sonrisa divertida aparece en mi rostro.
Comienza a reír de esa manera que comienza a repugnarme — No tuve que rogarle a nadie, si eso piensas. Sólo cobre favores que debían ser cobrados — canturrea y por mi parte sonrío.
— Brujas.
— ¡Has dado en el clavo! — suelta con ironía pura —, Pero no cualquier bruja — sonríe lobunamente.
Suelto un suspiro — Morgana — mascullo, desgraciada traidora.
Entonces la persona frente a mí comienza a contar como logró quedarse y no ser arrastrado al infierno cuando el sello fue usado.
Horas antes...
Revuelvo mi armario buscando la ropa apropiada para el concierto al que deberé asistir con Emma, podría llamarla y cancelar. Ya que no tengo cabeza para esto ahora y más después de la visita de Lucifer. Que debo admitir que no me ha hecho ni un poco de gracia y también tengo demasiadas ganas de ir en su búsqueda. Porque de esa forma podría obtener a Lilith de nuevo.
Iluso.
Quizá lo soy, estoy jodido. Porque aún sabiendo que quizás ella no regresé, mantengo la estúpida esperanza de recuperarla. La quiero de vuelta a mi lado, quiero protegerla de lo que sea. Aunque ella me diga que no lo necesita, que es la demonio más peligrosa en todo el asqueroso mundo. Que no es ninguna damisela en peligro y que soy un idiota por tratarla de esa manera. Que al contrario soy yo la damisela que necesita ser rescatado, lo oí tantas veces de sus labios que he comenzado a creerlo.
Suelto un suspiro ante la nostalgia de los recuerdos e intentó no volver a caer en ellos. Cierro los ojos un momento y veo en mi mente su rostro. Ese que en su momento me cautivó, ese que a otros daría miedo. Y no porque sea fea — no lo es — sino por la maldad que en sus ojos hubo alguna vez. Que fueron reemplazado por algo más, que no sabría describir.
Respiro con gran profundidad y me obligó a seguir buscando que ponerme. Por lo que al final optó por unos jeans negros y una camiseta del mismo color. Tomo mi cazadora, el móvil y las llaves. Luego salgo de mi habitación rumbo a la cocina donde se encuentran todos. Y cuando digo todos me refiero a: Miguel, Metatron y Cassiel.
Uriel no ha venido esta vez y agradezco que no esté todo mundo aquí metido. ¿A qué vinieron? Bueno según ellos a cuidar que Lucifer no de otra de sus visitas y seguir sus movimientos de cerca. Todos temen — mi padre más que nada — que intenté sacar a Rafael y déjenme deciros que no dudo que lo intente. Es quien lo ayudó anteriormente y sabe que puede confiar en ese malnacido. Odio pensar así de mi hermano, pero nos traicionó una vez. ¿Quién nos asegura que no lo volverá a hacer?