Capítulo 6:
Estoy caminando de un lado ha otro sin parar, Miguel aún no ha regresado. ¡Ya ha pasado una hora! ¿¡Y si lo mataron!? ¿¡Y si se lo llevaron!? ¡Demonios! No debí dejarlo solo. ¡Soy un completo imbécil! Nunca hago bien las cosas, soy un cobarde de mierda.
—Gabriel, él está bien —habla al fin, Juan.
—¿Y si le hicieron daño? —estoy asustado hasta la mierda, pero que eso joder. ¡Estoy que pierdo la puta cabeza por tanto nervio!
—Estamos hablando de Miguel, el arcángel más poderoso —afirma con tanta seguridad, que le envidio.
—Aún así. ¡Era Astaroth! ¡Joder! —me exalté—, ¿Lo comprendes? ¡No era cualquier demonio! ¡Estamos hablando del jodido tesorero de los infiernos! ¡Ese tipo es tan peligroso como Lucifer! —exclame con los nervios a flor de piel. Demonios.
—¡Tranquilízate! Miguel estará bien —trata de que me calme, pero no está funcionando una mierda.
Escuché como la puerta era abierta y veo ante mí a un Miguel con un aspecto deplorable. ¡Joder! ¡Le han sacado la mierda!
—¡Miguel! —gritó alarmado Juan.
El susodicho cae al suelo con un sonido sordo. Corrí hacia él, lo han herido y es mi culpa. Maldición. ¿Acaso debía arriesgarse de esta manera? ¿No podía sólo huir? Mierda. Estoy pensando como un puto cobarde y no debería ser así. Debo ser valiente, soy jodido ángel.
—Gabriel, ayúdame a llevarlo a su habitación. Tengo que curar sus heridas cuanto antes sea posible —me pide Juan, pero me toma unos segundos procesar su petición.
Los dos tomamos a Miguel y a toda prisa lo llevamos a su habitación, lo acomodamos en su cama.
—Bien Gabriel, ve a descansar. Yo me encargaré desde ahor —me ordenó.
—Pero... —soy interrumpido.
—¡Nada de peros! ¡Hazme caso! —me mira seriamente.
—¡Está bien! Pero si necesitas algo solo debes pedirlo y vendré —terminé aceptando de mala gana.
Salgo de la habitación y me dirigí a la mía. ¡Todo esto es una mierda!
Esto está pasando por mi culpa. ¡Todo es mi culpa! Paso mis manos por mi rostro, quiero llorar. Si supiera luchar, Miguel no estaría así. ¡Soy un jodido cobarde! ¡Soy un inútil!
¡Deja de pensar eso! Debes ser fuerte, Miguel te necesita listo. ¡Y deja de ser un maldito llorón!
Aunque odio admitirlo, él tiene razón. Mi maldita consciencia tiene la puta razón. Haré todo lo que este a mi alcancé para aprender a luchar, no dejaré a Miguel solo nunca más. Seré el guerrero fuerte que necesita, no pienso defraudarle nunca más.
(...)
Han pasado tres día del encuentro con Astharot, Miguel aún no ha despertado. Según Juan es normal, dice que pronto despertará. Ya que sus heridas han sido lo bastante graves, quizá hubiera muerto sin las atenciones de Juan.
Y claro está que sus heridas han demorado demasiado en curarse, mientras espero su recuperación he estado aprendiendo a luchar. También Juan ha mencionado que si Miguel hubiese muerto, para Dios iba a ser difícil traerle de vuelta o en el peor de lo casos volver a crearle.
Así que Miguel me necesita, la humanidad también, tal vez estoy aceptando mi realidad y aceptando que soy un ángel. ¡Estoy aceptando mi misión!
Sé que no lo creéran, pero Juan: ¡sabe artes marciales! ¡Sí, un cura sabe artes marciales!
Yo tamopoco podía creerlo al principio, este Cura —Miguel me matará si sabe que le he vuelto a decir así— me ha estado ayudando, me ha enseñado lo que sabe.
¿Saben? He aprendido... algo.
Vale, ¡soy un maldito desastre! Pero si quiero volverme un guerrero fuerte, debo poner todo de mí. Y eso significa aceptar las palizas por parte de Juan. Lo sé, apesto.
—Gabriel —alguien dice a mis espaldas y pensamientos son interrumpidos porsu voz. ¡Esa voz!
—¡Miguel! —giro hacia él y frunzo mi ceño levemente al verle—. ¿Estás bien? ¡Deberías estar descansando! —le regaño al recordar que sus heridas no han sábado por completo aún.
—¿Te he preocupado, cierto? —su sonrisa se ensancha y yo no puedo evitar negar con mi cabeza. ¿Le divierte mi preocupación por él? Imbécil—. No te preocupes, ya me encuentro bien —vuelve a sonreír e intenta que no me cabree con él por ser un imprudente de mierda.
—¡No te lo tomes de esta manera! ¡Menudo susto me has dado! ¡No lo vuelvas a hacer! —lo apuntó con mi dedo índice, indignado por ser tan idiota.
—Lo siento, no quise preocuparos —se disculpa y rasca su nuca.
—¿No deberías estar descansando Miguel? —aparece Juan y veo sus intenciones de regañar al arcángel frente a mí.