Gabriel [saga Angels 1]

Iremos al infierno.

Capítulo 12:

 

Iremos al infierno.

 

En este momento en el Infierno...

 

[Lucifer]

 

Siento que golpean la puerta de mi habitación. ¿Quién se atreve a interrumpir mis retorcidos sueños?

 

—Mi Lord —escuche a Astaroth, ruedo mis ojos con fastidio—. Rafael a regresado —avisa.

 

Me levanté de mi preciada cama y abrí la puerta. Astaroth me observa con cautela, sabe que odio que interrumpan mi momento de relajación.

 

—¿Dónde está? —pregunté  manera seca y frunci mi ceño.

 

—Aquí —dice Rafael y le veo aparecer.

 

Pero lo que capta mi atención fue lo que traía en sus manos. ¡Joder! Mi sonrisa se ensancha y no hago nada por ocultarlo.

 

—La has conseguido —hay emoción en mi voz y me acerco a él.

 

—Era parte de mi trabajo —canturrea encogiéndose de hombros y me extiende la espada.

 

¡Es mía! ¡Al fin es mía!

 

—Corran la voz, hoy habrá un festín. ¡La Espada Celestial es nuestra! —vocífere con suma alegría.

 

La batalla ya era mía y nadie podía cambiar ese hecho. Gabriel has perdido y no puedes cambiarlo.

 

Horas antes...

[Gabriel]

 

Tengo que llegar a la espada, él no puede obtenerla. Rafael me mira con una expresión de diversión pura. ¿Cómo demonios supo que se encontraba aquí la espada? ¿Acaso alguien nos ha traicionado aparte de él?


—No está aquí —masculle e intentando ganar algo de tiempo.

—¡Oh vamos! —ríe—. No deberías decir mentiras, eso podría llevarte al Infierno —se mofa de mí, maldito.

—No miento —respondo con seguridad—. La espada no se encuentra aquí —mentí.

Su sonrisa se hizo mas grande aún. ¿Qué era lo que lo divertía tanto?

—¿Sabes? —comienza a decir—. He oído por ahí, ya sabes. Se comenta que tú eres el guardián de dicha espada —me regala una sonrisa ladeada.

—No deberías confíar en esos rumores —respondo reacio—. Porque eso son, rumores y nunca son ciertos —sonreí con suficiencia.

—Mis fuentes son confiables, Gabriel —se sienta en una silla.

¿Hay más traidores? Esto tiene que ser una broma de mal gusto, verdad. ¿Es que acaso ya no se puede confíar en alguien? Demonios.

Le miro con mi ceño fruncido, está jugando con mi mente. Quiere hacerme dudar y así obtener lo que más desea. ¡La jodida espada celestial! Pero lamento decepcionarte Rafael, no la obtendrás.

—Háztelo fácil, entrégame la espada y todos saldrán vivos de aquí —hace un gesto con su mano, que logra que el cabreo se haga presente.

—Ya te lo dije, no está aquí —volví a repetir lo anteriormente dicho.

Soltó un bufido, me miró severamente y se levantó de su asiento. Se acercó a mí a paso decidido, me agarro fuertemente de mi chaqueta y me estrelló con fuerza contra la pared.

—Estoy comenzando a perder la paciencia, ¿sabes? Y no es bueno que la pierda, así que ayúdame y entrega la espada —su rostro estaba muy cerca del mío, intentaba intímidarme. ¡Y joder! ¡Estaba apunto de lograrlo!

Le desafíe con la mirada y no solté ni una sola palabra. Mi gesto le molestó, porque de inmediato sacó de un bolsillo una daga. ¡Genial! ¡Gabriel eres todo un genio! ¡Próvocale más! ¡De seguro sales con vida! ¡Menudo capullo!

Acercó la daga a mi rostro y me hizo un pequeño corte en una mejilla. Sentí un ardor en la zona cortada. ¡Estoy muerto!

—¡Suéltale Rafael! —le ordenó Metatrón, quien se encontraba detrás de él con una daga en su garganta.

—¡Metatrón! —finge emoción en su voz—. También has venido, esto es como una reunión familiar —se burla—. Sólo falta nuestro padre y sería perfecto —suelta con bastante veneno, será cabron.

¿Acaso no tiene miedo a morir? Hay dos arcángeles y un ángel dentro de esta habitación.

Rafael lo sopesa un momento y aleja la daga de mí. Retiro lo dicho. ¡Temé a morir!

Derepente Rafael suelta una gran carcajada. ¿Y este psicópata de que se ríe? ¿Qué es tan gracioso?

—¿Pensáis que tenéis ventaja? ¡No he venido solo! ¡Qué imbéciles sóis! —niega divertido.

Y dicho eso aparacen unos cuantos demonios, dispuestos a matarnos. ¿No podría irnos mejor? ¡Por favor!




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