Capítulo 15:
Lilith la demonio mujer.
Estamos todos sentados esperando a que Lilith se digne a contarnos sus planes, a Cassiel no le s hecho mucha gracia su presencia aquí.
Está más claro que el agua que a ninguno nos hace gracia está situación, ella es un demonio. ¡Joder, es Lilith! No deberíamos confíar en ella, pero nos ayudó a escapar. ¿Por qué lo haría? ¿Si después nos traicionaría? No tiene lógica alguna. ¿O hay algo que no podemos ver aún?
—Y bien —inquiero—. ¿Por qué nos has ayudado? —pregunté y la miré seriamente.
—Dígamos que no me conviene que el Infierno gané —responde con una gran sonrisa de suficiencia en su rostro.
—¿Y porque no te convendría? Eres un Demonio y tú quieres lo mismo que tu Lucifer —interviene Miguel cruzado de brazos.
—Realmente no le conviene a ningún demonio que el infierno gané —dice y toma una pausa—. ¿Qué pasaría si la humanidad estuviera toda a la merced de Lucifer? No habría diversión, ya no podríamos tentarlos a cometer pecados, no tendría gracia alguna —hace una mueca de disgusto.
—Haber si entendido bien —digo intentando comprender —. ¿No quieres que sea tan fácil tenerles a tu merced? —eleve una de mis cejas.
—¡Le has pillado! —me felicita—. No sería divertido tenerlas todas, es mejor tentarlas y ofrecerles a dar su alma a cambio —sonríe mostrando sus perfectos dientes blancos.
—¡Esto es ridículo! —se queja Cassiel, levantándose de su asiento.
—Nadie ha pedido tu emplumada opinión —le espeta en un tono seco Lilith.
Cassiel aprieta su mandíbula, si no detengo esto alguien será asesinado hoy.
—¡Tranquilos! —pedí—. Te daré una sola oportunidad, así que no lo arruines Lilith —advertí y le apunte con mi dedo a la mujer frente a mí.
Ella se puso a saltar de la alegría. ¿Piensan que la he cagado, no? Pero confíen en mí y verán que he hecho bien en confíar en ella.
Esperemos que si colega.
Gracias por la confianza.
(...)
—¡Quiero que se largue! —avisa y entra furioso Metatrón con su torso desnudo junto con una toalla alrededor de su cintura.
Desde que le conozco nunca le había visto así, le miré elevando mis cejas. ¿Qué habrás hecho ahora Lilith?
—¿De que hablas? —pregunté, lo sé; me estoy haciendo el tonto.
—¡No puedo darme una ducha en paz! —se queja—. Otra vez entró e intentó ducharse conmigo —su cara está roja de la rabia.
—Hablaré con ella —me levanté de mi asiento y me dirigí a la habitación de Lilith. Entiendo que como el demonio que , intenta tentar todo lo que se mueve. ¿Pero Metatrón? ¿En serio? Es el arcángel más serio, jamás caería de esta forma.
Una vez frente a la puerta toqué y de inmediato ella la abrió. Al verme comprendió de inmediato, porque me encontraba allí.
—¡Juro que no sabía que su emplumado trasero estaba en la ducha! —se defiende sin darme tiempo a decir algo, suelto un suspiro cargado de frustración.
—Lilith debes dejar de hacerlo —ordene, me crucé de brazos y le miré seriamente.
Ella soltó un suspiro —No puedo resistirme, es que tienen esos cuerpazos tan tentadore —su sonrisa se ensancha.
—Entiendo, pero no puedes seguir acosando a Metatrón —negué con la cabeza—. Él acaba de pedirme que te eche de aquí, así que sino cambias me veré en la obligación de hacerlo —advierto.
—Intentaré que su emplumado y sexy cuerpo no me tiente más —acepta resignada.
—Así me gusta —le regalé una sonrisa y salí de la habitación.
Solo a estado dos días aquí y ya ha hecho colmar la paciencia de todos en este lugar.
Se la ha pasado acosando a Metatrón y este no me ha dejado tranquilo con sus quejas. Cassiel ha dejado en claro cuánto desprecia a Lilith y ¿Miguel?... Bueno Miguel es Miguel. Él no le da importancia a nada últimamente.
(...)
He estado entrenando con la espada, no lo hago mal. Los entrenamientos con Miguel acabaron, dígamos que he logrado mi próposito como guerrero o eso me dijeron.
Ahora solo debo saber empuñar la espada, presiento que la batalla está más cerca aún.
Más ahora que Lilith los ha traicionado. ¿Creen que no debí confiar en ella? Tal vez ha sido una pésima idea y nos traicionará a nosotros al final.
Es un demonio y los demonios son mentirosos. Son los maestros del engaño. ¿Por qué me pasan estás cosas a mí? ¡¿Por qué?!
—¡Gabriel! —escuche la voz de Miguel a mis espaldas.