Reproduci en mi mente, los flashes de lo que había sucedido. El individuo que impidió mi siesta, aún descansaba solo que ahora en la cama, que yo horas antes usé, tuvo que hacer acto de presencia la bondad. La espalda me dolía, porque aún que me costó, pude aún reunir el sueño que quedaba. Me reincorpore con el cuerpo doliente, por dormir en una posición no muy cómoda. Le di una vistada al desconocido, la sangre que traía, ya no había rastros de ella, lo cual me pareció inadecuado. Pero lo dejé pasar, tenía otras cosas más importantes por las cuales preocuparme; como buscar donde vivir. Amarre los cordones de mis tenis que estaban sueltos, preparándome para ir por mis pertenencias. Solté mi cabellos peinándolo con los dedos, o al menos es lo que traté de hacer. Pero era una batalla pérdida. Muchas personas decían que mi cabello con rizos rubio era muy precioso, y no es que mintieran, pero era muy difícil de peinar y más cuando recién me levantaba. Deje esos pensamientos de mi cabello al lado, centrándome en salir de la casa abandonada. Cerré el ciper de mi chamarra negra. Estaba lista, suspire, tendría un largo día.
La madera se movió, según el movimiento que hacía con mis pasos. Estaba por abrir lo que quedaba de puerta, cuando el quejido proveniente del intruso, hiso que me detuviera. No me gusto, para nada ver como su cara estaba surcada por el dolor, siguió soltando quejidos, hasta que decidí que debía ayudarle, importándome poco que fuera un desconocido. Demore unos segundos en acercarme a él, me acuclille a la altura del colchón, respiraba entrecortadamente, la frente estaba llena por gotas de sudor y mantenía sus ojos cerrados, su cabellera negra le caía en la frente. Vestía un pantalón marrón, sucio, y una simple camiseta que también estaba manchada de suciedad.
— ¿Quién eres? — Cuestione para mi misma.
El abrió los ojos, asustándome, eso provoco que mi trasero se profanará un buen golpe en la tierra que estaba como piso.
— Baltazar — Pronuncio con dificultad. Sus ojos celestes me miraron con plena incertidumbre, antes de cerrarlos nuevamente.
Aun en el suelo, me quede quieta viendo como Baltazar, intentaba pararse, con las pupilas medio abiertas, pero cada intento era en balde, se miraba débil. Me mantengo en mi lugar, sin saber que hacer, yo no conocía nada de medicina y el en verdad se veía muy mal. Así que, recapacitando, me puse de pie, con una idea en mente, llevarlo a la clínica mas cercana. . Mis manos se movieron instantáneamente hasta estar al alcance de tomarle de los hombros. Baltazar dio un respingo, alejándose.
Fruncí el ceño.
— Oye, no te voy hacer nada, solo quiero llevarte a un hospital. — Hable calmada.
El negó, rápidamente.
— No, no, no...un hospital no. Yo...yo no puedo ir ahí, me descubrirían. — Dijo, susurrando lo último.
No supe que pensar, ante eso, así que solo supuse que estaba delirando.
— Pero es que te vez muy mal, puede pasarte algo más grave. — Inquirí tratando de convencerle.
El no respondió, solo se mantuvo cabizbajo.
Suspire, con exasperación. Estaba en un dilema, si lo dejaba así, lo peor que pasaría, era que podía morir, y no es que yo fuera doctora, pero se notaba a simple vista, lo mal que estaba. Debía ayudarle, algo en mi me decía que era lo mejor que podía hacer.
— Baltazar, así te llamas ¿verdad? — Asintió —. ¿Podrías decirme donde vive tu familia?, ellos sabrían que hacer contigo.
Dejarlo con algún familiar, era lo correcto. Baltazar, sopeso lo que había dicho, con la vista puesta en la ventana. Analice su perfil, con curiosidad. Nariz recta, piel blanca, con pecas en sus mejillas. Y su pelo azabache, todo muy normal. Sin embargo, había cierta aura, que lo hacía ver diferente, a las personas de este mundo, no sé si eran sus ojos celestes, un celeste tan bello, que nunca en mi aburrida vida he podido ver. Hasta ahora. Es decir, mis iris también son celestes, pero es un celeste apagado, que a veces no parece que fuesen celestes. Deje de verle, cuando también note que él lo hacía.
— Gaelania... — Murmuro dejando de verme.
— ¿Dijiste Gaelania? — repetí con asombro. — ¿Eres de ahí?
No obtuve respuesta de su parte. Estaba absorto en sus pensamientos, contuve un grito de admiración. ¿A caso Gaelania en verdad existía? ¿Baltazar provenía de ese mundo? No me cabía más duda, que si ese mundo, si existía, y Baltazar venia de ese lugar. Mi mente trabajo recordando, lo que hace unas horas leí en ese libro. << Un cuento de hadas >> Y yo quería ir a ese mundo, todos los cuentos de hadas eran maravillosos. Llenos de felicidad, debía ir como sea a Gaelania.
El planeta tierra era habitado por millones de personas, pero de esos millones solo dos personas eran los que me apreciaban, no tenía nada que perder, al irme. Nada. Tal vez si mis padres aun vivieran habría una posibilidad de querer estar aquí. Pero ellos se fueron hace más de diez años, para no volver. No puedo decir el número de ocasiones que he querido desaparecer, y aparecer en otro sitio donde nadie me conozca, comenzar desde cero, sin críticas, solo siendo yo. Divague, varios minutos antes de apreciar que Baltazar, dejaba la casa. Automáticamente le seguí. Sus pisadas eran lentas, cuando me pare a su lado, se detuvo viéndome con una ceja alzada.
Trague grueso, la decisión estaba tomada.
— Yo...yo quiero ir a Gaelania. — Baltazar se mostró indiferente al escuchar mis palabras. — Por favor, llévame a Gaelania, por favor, por favor.
— ¿Cómo sabes que pertenezco a Gaelania? — pregunto evaluándome.