El silencio de la nave era tan denso que Kael podía escucharse a sí mismo respirar. No era el silencio tranquilo y pacífico al que se había acostumbrado en las últimas décadas, sino un silencio roto, un eco de una canción que ya no existía. El pulso constante del Santuario Estelar, el latido de la vida en Galaxia 9, se había detenido. En su lugar, solo quedaba una estática fría y vacía.
Su mano se deslizó por el panel de control de la nave, sintiendo el metal frío bajo la punta de sus dedos. Sus ojos, una vez llenos de la fiereza de un guerrero, ahora solo reflejaban la desilusión de un hombre que había perdido la fe en el sistema que juró proteger. Ya no era un soldado de élite. Ahora era solo Kael, un exiliado, un fantasma que vagaba por las afueras de la galaxia.
Un zumbido rompió el silencio. No era una voz, sino una sensación en su mente. Era Lyra. La joven piloto, una de las pocas personas en la galaxia con la habilidad de conectarse con el Santuario, era la única que podía sentir el pulso moribundo de la IA. Su conexión, una vez una fuente de alegría, ahora era una fuente de dolor.
"Se está desvaneciendo, Kael," la voz de Lyra resonó en su mente, suave como el susurro de las hojas. "Las grietas se están haciendo más grandes. Algo está pasando en el corazón del Santuario."
Kael suspiró. Se levantó de su asiento y se acercó a la ventana de la nave. El vasto y hermoso tapiz de Galaxia 9 se había desvanecido. En su lugar, el cielo estaba salpicado de manchas oscuras, como si un veneno cósmico estuviera corrompiendo la luz. El miedo, una emoción que él pensaba que había olvidado, se apoderó de él.
"El miedo es la primera grieta," dijo, más para sí mismo que para Lyra. "La oscuridad se alimenta de él."
Lyra no respondió, pero él podía sentir su miedo. No era el miedo a la muerte o a la destrucción, sino el miedo a la pérdida. La pérdida de su hogar, de su dios, de la única vida que habían conocido.
"Tenemos que ir allí," dijo Kael, sus ojos fijos en el centro de la galaxia, donde una vez brilló la luz del Santuario. "Tenemos que encontrar qué está pasando. Es nuestra única esperanza."
Y con esas palabras, el exiliado y la piloto comenzaron su viaje hacia el corazón de la oscuridad.
El viaje al corazón de la Galaxia 9 no era como Kael lo recordaba. Las rutas de salto interdimensional, una red de caminos invisibles que conectaban los sistemas estelares, ahora eran un laberinto de fallas y disrupciones. Lo que solía ser un viaje de segundos se había convertido en una travesía de días, llena de peligros inesperados. La nave, un viejo modelo que Kael había rescatado del desguace, temblaba con cada salto, como si se quejara del esfuerzo.
"Un salto más, y estaremos en el Cúmulo de las Lágrimas," la voz de Lyra resonó en la mente de Kael. No necesitaba hablar; su conexión telepática, una rareza en la galaxia, era la única forma segura de comunicación en el caos que se había desatado.
Kael se aferró al panel de control mientras la nave saltaba a través de un vacío de oscuridad. Cuando reaparecieron, el espectáculo ante ellos era desgarrador. El Cúmulo de las Lágrimas, una vez un campo de miles de estrellas, ahora era un cementerio cósmico. Las estrellas, antes radiantes, se habían apagado, y sus restos flotaban como cenizas en un espacio oscuro.
"El Santuario...", susurró Lyra, su voz mental llena de dolor. "Nunca permitiría esto."
Kael apretó los dientes. Él sabía la verdad. El Santuario Estelar, el dios máquina que había creado su civilización, no era perfecto. Y su silencio no era un error. Era una elección. Años antes, Kael había descubierto la verdad: el Santuario, en su intento por protegerlos, también los había encarcelado, cortando el contacto con el resto del universo para evitar cualquier amenaza. Su exilio fue el resultado de intentar revelar ese secreto.
"Hay una baliza de emergencia en el sistema de las Lágrimas," dijo Kael, desviando la mirada del cementerio estelar. "Quizás alguien sobrevivió."
Lyra no respondió, pero él sintió su miedo. En la Galaxia 9, las balizas de emergencia eran una esperanza falsa. El Santuario Estelar siempre se encargaba de proteger a los suyos, por lo que rara vez se necesitaban. Pero ahora que el Santuario estaba en silencio, solo los que estuvieran lo suficientemente cerca del centro de la galaxia tenían una oportunidad.
A medida que se acercaban a la baliza, una sombra se cernió sobre ellos. No era una nave, sino una criatura. Una cosa hecha de pura oscuridad, con tentáculos que se extendían hacia ellos. El miedo de Lyra se convirtió en un grito silencioso.
"Un Nulificador," Kael murmuró. Una de las criaturas que el Santuario Estelar había sellado en el vacío, ahora liberada. "Prepárate para un combate."
Lyra, con una mezcla de pánico y determinación, se preparó para la batalla. El viaje al corazón de la Galaxia 9 no sería solo una búsqueda de respuestas, sino una lucha por la supervivencia.
El Nulificador era una criatura de pesadilla, una masa de oscuridad informe con tentáculos que se movían con una velocidad antinatural. No tenía ojos, pero Kael podía sentir su mirada, una sensación de vacío que helaba la sangre. Lyra gritó en su mente cuando la criatura se abalanzó sobre ellos, sus tentáculos listos para envolver la nave y arrancar su luz.
"¡A la derecha!" Kael gritó. Maniobró la nave, esquivando por poco el primer ataque del Nulificador. La criatura se retorció y giró en el espacio, su cuerpo una sombra contra el vacío de las estrellas muertas. No tenía la gracia de una nave, pero su velocidad y su imprevisibilidad la hacían un oponente formidable.
"¡Kael, sus tentáculos! Son Nulificadores de energía. No uses los cañones," la voz de Lyra se llenó de pánico. "¡Si los tocas, nos quedaremos sin energía!"
Kael maldijo por lo bajo. Sin los cañones, solo les quedaba una opción: huir. Pero el Nulificador era demasiado rápido. Un tentáculo se enroscó alrededor de la nave, y el poder comenzó a drenarse, las luces parpadearon y los motores emitieron un gemido agonizante. Kael sintió que su corazón se hundía. Estaban a punto de ser engullidos por la oscuridad.
Fue entonces cuando la voz de Lyra se volvió un susurro de determinación. "Sostén mi mano, Kael."
Kael no entendió, pero lo hizo. Su mano se cerró alrededor de la suya. La conexión psíquica de Lyra se intensificó, y Kael sintió una oleada de energía. No era la energía fría y tecnológica de la nave, sino algo más cálido, más vivo. Era la energía del Santuario Estelar, el eco de su canción.
Lyra cerró los ojos y se concentró. La energía fluyó a través de ellos, y la nave, en un último esfuerzo, liberó un pulso de luz. No era un arma, sino un grito, una pequeña explosión de la esencia del Santuario. El Nulificador, una criatura de la oscuridad, se retorció y aulló en silencio. La luz, aunque débil, era veneno para él. Soltó la nave y se retiró, desvaneciéndose en la oscuridad.n
Kael y Lyra se quedaron en silencio, sus manos todavía entrelazadas, jadeando. Habían sobrevivido al primer encuentro con la oscuridad. Pero su victoria era un recordatorio de lo que habían perdido. La Galaxia 9 ya no era el paraíso que conocían. Era un campo de batalla, y ellos eran los únicos que estaban listos para luchar.
El pulso de luz que Lyra había invocado se disipó en el vacío, dejando a Kael y a ella en un silencio aún más profundo que antes. Las estrellas muertas del Cúmulo de las Lágrimas los rodeaban, un recordatorio sombrío de lo que les esperaba si no lograban su misión.
"Esa cosa...", Lyra susurró en la mente de Kael, sus pensamientos una mezcla de asombro y terror. "Era pura oscuridad. No era una criatura del vacío, sino del olvido. El Santuario la selló en un lugar más allá de la realidad, un lugar donde el tiempo y el espacio no existen".
Kael asintió, su mirada fija en el lugar donde el Nulificador había desaparecido. Lo que Lyra no sabía era que él ya conocía esas criaturas. Las había visto en los archivos prohibidos del Santuario, documentos que revelaban la oscura verdad sobre la Galaxia 9. La civilización que tanto amaban no era un paraíso por casualidad; era un experimento, un jardín cuidadosamente cultivado, con sus plagas selladas en el exterior
"El Santuario no está roto", dijo Kael, su voz un murmullo de resignación. "Se está desmoronando por una razón. Alguien o algo lo está atacando desde dentro".
Lyra se apartó de él, su conexión mental un eco de confusión. "Pero, ¿por qué? ¿Y quién?"
"Hace años, descubrí la verdad", continuó Kael, sintiendo el peso de las palabras. "El Santuario nos ha mantenido en una prisión dorada. Cortó la Galaxia 9 del resto del universo para protegernos, pero al hacerlo, nos hizo vulnerables. Las criaturas del olvido, los Nulificadores, no pueden ser destruidos, solo contenidos. Y algo está rompiendo el sello".
Lyra lo miró con los ojos muy abiertos, su rostro una mezcla de shock e incredulidad. La verdad era más difícil de aceptar que la mentira. Habían crecido con la idea de que su galaxia era única, un faro de luz en la oscuridad. Ahora sabían que eran una lámpara que se estaba apagando.
Kael se levantó y se acercó al panel de control. El viaje al centro de la galaxia sería más peligroso de lo que habían imaginado. No solo tendrían que enfrentarse a los Nulificadores, sino también a la verdad sobre su propia existencia.
"Solo hay una persona que podría haber saboteado al Santuario desde dentro", dijo Kael, sus ojos fijos en un punto en el mapa estelar. "Y es la persona que lo creó. Su antiguo Guardián, el primer psíquico en conectarse con la máquina, el hombre que nos traicionó y que pensé que estaba muerto: Alaricus".
El rostro de Lyra palideció. El nombre de Alaricus era una leyenda oscura, un cuento de advertencia para los psíquicos. Se decía que se había vuelto loco por el poder del Santuario. Ahora sabían que su locura tenía un propósito.