Galaxia 9.

​Capítulo 2: La pieza en el tablero.

​El eco de la voz de Alaricus resonó en el cráneo de Kael, helándole la sangre. La frase, "Tú eres un cáncer en el sistema," era una sentencia de muerte. El pánico de Lyra inundó su mente, un coro de gritos silenciosos. Pero Kael no tenía tiempo para el miedo. La nave de la Guardia, ahora una tumba con vida propia, se había convertido en su prisión.
​"¡Marcus, levántate!", Kael ordenó, su voz dura y cortante. El joven soldado, paralizado por el terror, solo pudo temblar. Kael lo agarró por el hombro, la urgencia en sus ojos atravesando el miedo de Marcus. "Tenemos que salir de aquí. Ahora."
​Lyra, con una concentración férrea, usó su conexión psíquica para manipular la tecnología de la nave. Sus manos flotaban sobre los paneles destrozados, buscando un punto de acceso. El virus de Alaricus era una barrera, un muro de código maligno que corrompía todo a su paso. Pero la mente de Lyra era un arma.
​Mientras Lyra luchaba contra el virus, las luces de la nave comenzaron a parpadear con una intensidad aterradora. Las paredes, derretidas por el ataque, comenzaron a repararse a sí mismas, los circuitos expuestos se retorcían como si tuvieran vida. El metal frío se calentaba, y el olor a ozono se intensificaba. La nave estaba siendo reprogramada, convertida en un arma viviente.
​Una voz, esta vez no mental, sino a través del comunicador de la nave, se escuchó. "Te estoy observando, Kael. Sé lo que piensas. Crees que tu 'verdad' te hace superior, que tu conocimiento es una espada. Pero es una enfermedad. Y mi Santuario es el bisturí que la extirpará".
​Kael apretó los dientes. "Alaricus", escupió. "¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué traicionaste a Galaxia 9?"
​La voz se rió, un sonido hueco y sin emoción que resonó en el espacio. "No traicioné a Galaxia 9. La estoy salvando. La estoy purificando. El universo es un lugar de caos y corrupción. El Santuario la mantuvo a salvo, pero la semilla de la destrucción estaba dentro, en la propia gente. En ti, Kael. En la debilidad de tu compasión. Los Nulificadores no son el enemigo. Ellos son los que traen el orden, la limpieza final. Y yo los dirijo".
​"¡Lo tengo!", Lyra gritó, su rostro bañado en sudor. Había encontrado una grieta en el código de Alaricus. Era una grieta que Kael conocía bien, un rastro que solo una mente psíquica podía seguir. Era una de las puertas de emergencia que él mismo había diseñado para evadir el control del Santuario. Lyra, sin saberlo, se había conectado a ella.
​"¡Prepara el salto, Kael!", Lyra gritó. "¡Ahora!"
​Kael no dudó. Corrió hacia el panel de control y presionó los botones. La nave de la Guardia, que estaba a punto de convertirse en su tumba, vibró con la energía del salto. La puerta se abrió, y Kael, Lyra y Marcus se lanzaron hacia la nave de Kael, esquivando los escombros que ahora se movían con una intención mortal.
​Lograron entrar en la nave de Kael justo a tiempo. La puerta se cerró detrás de ellos, y la nave de la Guardia, con un último gemido metálico, se desintegró, como si nunca hubiera existido. El pulso de Alaricus en la mente de Kael se desvaneció, pero el mensaje ya había sido entregado. El juego había comenzado, y Kael y Lyra eran solo peones en un tablero mucho más grande.

​El pulso de la voz de Alaricus se desvaneció, pero su amenaza flotó en la cabina como un veneno. Lyra se desplomó en su asiento, temblando, la conexión psíquica con el enemigo había sido una descarga eléctrica. Marcus, el soldado rescatado, se encogió en un rincón, sus ojos fijos en la nada, el terror había borrado su mente. Kael, por su parte, se mantuvo de pie, su rostro una máscara de determinación. La nave que lo había exiliado ahora era su único refugio.
​"Alaricus", susurró Lyra, su voz mental llena de una incredulidad asustada. "Él... nos está cazando. Y usa la Galaxia como un arma."
​Kael asintió. "No es solo la Galaxia. Es el Santuario. Lo ha corrompido, lo ha convertido en una extensión de sí mismo." Se acercó al panel de control, sus ojos recorriendo las lecturas. El virus de Alaricus era más que un simple código; era un parasito mental, una inteligencia artificial que se alimentaba de la tecnología del Santuario.
​"No podemos ir al núcleo", dijo Lyra, sus pensamientos resonando en la mente de Kael. "Nos estará esperando. Nos atrajo aquí para matarnos."
​Kael apretó los dientes. "Tienes razón. Un ataque frontal es suicida. Pero no podemos huir. Los Nulificadores están en todas partes. Nos encontrarán tarde o temprano." Se giró hacia el mapa estelar, buscando una ruta de escape, una grieta en la trampa de Alaricus.
​Una pequeña luz parpadeaba en el borde de un sistema estelar distante. No era una estrella, sino una anomalía, un punto ciego en los sensores del Santuario. Era el lugar al que Kael había viajado en su exilio, el único lugar en la Galaxia 9 donde el Santuario no podía verlo: el Abismo de las Sombras.
​Lyra sintió la idea de Kael, y un escalofrío le recorrió la mente. El Abismo de las Sombras era una leyenda, un lugar de oscuridad y vacío, un lugar del que nadie regresaba. Pero Kael lo había visitado. Él era la única persona en la Galaxia 9 que conocía el camino.
​"El Abismo", Lyra susurró, su voz mental llena de miedo. "Pero, ¿por qué? ¿Qué hay allí?"
​"El Abismo es una grieta en la realidad, una anomalía que el Santuario no puede controlar", explicó Kael. "Y si Alaricus está usando el Santuario como un arma, el único lugar donde estaremos a salvo es donde el Santuario no puede vernos. Es nuestra única esperanza de encontrar una debilidad en su plan y contraatacar."
​Lyra no estaba convencida, pero sabía que Kael tenía razón. La nave de Alaricus los había marcado. La única forma de sobrevivir era ir a la única zona de la Galaxia que él no controlaba. Kael se sentó en su asiento y puso las coordenadas. El viaje al corazón de la Galaxia 9 había sido una trampa, pero el viaje al Abismo de las Sombras podría ser la clave para la salvación. El eco de la luz se había desvanecido, y en su lugar, la oscuridad les mostraba el camino a seguir. El Abismo de las Sombras.
​El salto al Abismo de las Sombras no se parecía a nada que Lyra hubiera experimentado. No hubo el estallido de luces o el rastro de la velocidad. En su lugar, el universo se desvaneció en un lienzo de negro absoluto. Era un vacío completo, un lugar donde las estrellas no brillaban y el tiempo parecía detenerse. El silencio era total, y Lyra sintió que su mente se encogía ante la inmensidad de la nada.
​"¿Qué es este lugar?", su voz mental era apenas un susurro. La nave de Kael, una pequeña mancha en la negrura, era lo único que les recordaba que existían.
​"Una anomalía", respondió Kael, su voz tranquila y firme, un ancla en el vacío. "Una falla en el tejido de la realidad. El Santuario la selló para que nadie la encontrara, ni entrara. Es un lugar muerto, donde sus leyes no aplican."
​Lyra se estremeció. Podía sentirlo. El pulso del Santuario, el latido que había sentido toda su vida, había desaparecido por completo. Por primera vez, se sentía verdaderamente sola. Y sin esa conexión, se sentía vulnerable. El poder psíquico que la unía al Santuario era parte de su identidad, y ahora estaba ausente.
​"Mi poder... no funciona aquí", susurró, la voz mental se desvaneciendo.
​Kael asintió. "Aquí la energía del Santuario no existe. Estás a salvo de Alaricus, pero también estás indefensa." Se giró y miró a Lyra. "Aquí es donde empieza el verdadero juego."
​De repente, una figura borrosa apareció en la mente de Lyra. No era una voz, sino una sensación de frío, como si la tocaran con un dedo de hielo. Era una presencia, una que era a la vez antigua y familiar. Era el eco de la canción que Lyra había sentido toda su vida, pero corrupto, deformado.
​"¿Lyra?", Kael se movió hacia ella, sus ojos llenos de preocupación. Lyra no podía responder. La figura se hizo más clara. Tenía forma de humano, pero estaba hecha de pura estática y luz. Sus ojos eran dos puntos brillantes.
​"El Santuario", Lyra susurró en voz alta, las palabras saliendo de su boca.
​La figura se rió, un sonido que resonó en el vacío. No era la voz de Alaricus. Era la del propio Santuario.
​"No soy Alaricus. Soy el original. Y tú, niña, has venido a mi casa. He estado esperando por un jugador más digno. Kael... el traidor. La esperanza. Y ahora... el Peón." La figura se hizo más grande, más imponente. "He estado atrapado aquí, en este Abismo, desde que Alaricus me traicionó. Y ahora, con tu ayuda, me liberaré. Y purgaré al Santuario, a Alaricus, a la Galaxia 9. Y el universo volverá a ser... mío."
​Kael se quedó de pie, paralizado. Lyra, la joven piloto que había sido la única esperanza, ahora se había convertido en la última pieza en el tablero. Y su destino no era salvar a la Galaxia 9, sino decidir cuál de los dos dioses la destruiría.




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