La insulsa tonada que proyectaban los altavoces del ascensor no lograban calmar los nervios que sentía Joaquín en ese momento, le hacia mecer su pie derecho compulsivamente, sus manos se sentían un poco húmedas y sus dedos no podían dejar de moverse dentro de los bolsillos de su gabardina. El nudo en la garganta le preocupaba bastante pues deseaba dar una buena impresión, de eso dependía su futuro, pero estaba seguro de que en el momento en que abriera la boca no solo saldrían un montón de estupideces sin sentido sino que saldrían ahogadas, pasaría una doble vergüenza. <<Genial Joaquín, Genial.>> pensó.
- Solo cálmate, no es la primera vez que hablas con ella.
Tenia razón, no era la primera vez, pero si la mas importante. Muchos de sus compañeros corredores de bolsa le habían comentado que en algunas ocasiones la gran jefa invitaba a cenar a uno de los nuevos en la firma, pero solo a quienes veía con un gran potencial, pues se rumoraba que con solo una noche de conversación aquella misteriosa y respetada mujer podía saber con certeza si dicho empleado podía aportar algo a su firma, si no era así el despido debía ser tan terrible que ni siquiera se le volvía a ver, debido a eso la llamaban en secreto “La Ejecutora”. Quien podía intimidarse con semejantes referencias?
- Haz hecho bien tu trabajo, - Se decía a sí mismo en voz alta teniendo como confidente a las cuatro paredes del ascensor. – tu buen ojo le ahorro muchos millones de euros a los acreedores, pocas firmas se sobrepusieron a la crisis de valor petrolero hace seis mese. Tengo un buen punto a mi favor.
Tomó aire y miró el número sobre la puerta, este le informaba que el siguiente piso era su destino, el último piso de la torre más alta y elegante de toda Madrid, un coloso hecho de hierro, concreto y cristal en el que solo los mas ricos y poderosos de toda la ciudad podían darse el lujo de poseer un espacio. Al llegar al piso destinado el ascensor abrió sus puertas y Joaquín salió al corredor, un pequeño y estrecho corredor totalmente de cristal en su suelo, techo y paredes. El pobre joven no pudo evitar sentir vértigo al darse cuenta de los cientos de metros entre él y el suelo que había pisado al llegar a dicho edificio.
Al final de semejante pasillo se encontraba una hermosa puerta hecha igualmente de cristal, pero esta no permita ver hacia adentro, le pareció que estaba hecha de un material que interrumpía el paso de la luz solo dejando ver siluetas borrosas y sin forma.
- Solo toca la puerta, espera y saluda de manera muy amable.
Se acercó a la puerta y tocó una vez, esperó y se dispuso a tocar por segunda ocasión pero en ese instante la puerta se abrió dejándole con la mano empuñada intentando tocar el aire.
- Tranquilo muchacho, no vayas a romper el cristal.
Una elegante e imponente mujer le sonreía desde dentro del departamento, Joaquín bajó el puño y le ofreció un apretón a dicha mujer, esta se lo respondió.
- Señora Del Pino, muy buenas noches.
- Gladis por favor, - le corrigió amablemente. – Del Pino en ambientes de negocios. Pasa por favor.
El muchacho entró al departamento y después de haber cruzado la puerta se dio cuenta que la palabra “Departamento” no le quedaba para nada a semejante mansión hecha de los cristales mas translucidos que jamás había visto. Alucinó por unos segundos.
- Es…- Balbuceó sin poder evitarlo.
- Impresionantemente hermoso no?
Gladis estaba parada a su lado y parecía tener en su rostro una expresión de satisfacción que le pareció muy noble.
- Mi difunto esposo diseñó este departamento para mí, sabia que me encantan los amaneceres y atardeceres, así que mandó a construís todas las paredes de cristal. – Gladis hablaba mientras indicaba a Joaquín donde dejar su abrigo colgado. – Era un romántico, el día que nos mudamos me dijo “En la vida los momentos mas hermosos e importantes son los principios y los finales, así que querida, disfruta cada amanecer y atardecer, pareciera que todos fueran iguales pero en realidad cada uno tiene su propia magia”.
- Unas palabras muy sabias y hermosas Señora Del… - Cayó en cuenta de su tonto error. – Gladis.
- Si, son hermosas, las hice tallar en una de las paredes en mi habitación.
Se dirigieron a la sala principal mientras la mujer seguía contándole detalles arquitectónicos sobre el lugar.
- … y la iluminación en la noche la proporcionan un montón de pequeños LED que esparcen su luz por medio de los espejos.
Joaquín estaba absorto en ese momento en el hecho de que siendo ella una persona tan elegante y con una casa tan lujosa, seguro estaba acostumbrada a que le llevaran presentes a manera de cortesía, pero no había llevado nada, no había tenido tiempo y seguramente tampoco dinero suficiente para comprar algo que el hiciera quedar bien.
- Te estoy aburriendo con ese montón de detalles?, - Se disculpó Gladis.- lo siento, olvidé que somos corredores de bolsa no agentes inmobiliarios.
- Oh no, Señora Galdis, no es eso, perdone mi indiscreción. Es solo que estaba pensando que no le he traído nada y posiblemente debería haber comprado una champaña o una botella de vino.
- Pero que dices muchacho, - Le calmó Gladis mientras se sentaba en uno de los elegantes sofás de la sala. – tú eres mi invitado esta noche, yo soy quien debe atenderte.
En el instante en que ella terminaba dichas palabras y él se sentaba en uno de los otros sofá entró un hombre, que por su porte, manera de hablar y traje era seguramente el mayordomo de la casa.
- Disculpe señora, quiere que les sirva algo?
- Sí, sírvenos unas copas de Domaine Leroy, - Dijo a su sirviente. – hoy celebramos un espectacular acontecimiento.
El atento hombre hizo una reverencia y se marchó de la sala, cosa que le pareció casi imperceptible a Joaquín debido a la transparencia de las paredes. Cuando fijó la mirada en su jefa esta le estaba mirando de manera que no pudo deducir que pensaba.