¿Cómo haces que alguien deje de ser tan bipolar?
Nathan a pesar de su confesión, sigue diciéndome Friki, tratándome como si no me hubiera confesado su bendito secreto. Y si sigue así voy a decirle a todos que es una puto gamer «¡Lenguaje!» me recrimino mentalmente. Clarisse, Cole y yo estamos sentados en una de las mesas del patio de la escuela comiendo nuestro almuerzo, el de ellos consiste en papas fritas, puré de papas y una hamburguesa; mientras que el mío eran papas fritas, pan, vegetales salteados y una soda.
—No entiendo como te movías así ayer —dice Cole señalando mi bandeja —a pesar de toda la comida chatarra que comes.
—Soy Anastasia Clark, para mí no hay nada imposible —digo con la boca llena de pan.
—Yo digo que fue suerte —dice Clarisse robando una papita de mi bandeja.
—¡Hey! —chillo y le robo una papa a ella, ambas comenzamos una guerrita de comida, o mejor dicho de papas fritas.
—Creo que su locura es contagiosa —dice alguien que no esperábamos.
—¿Qué haces aquí, West? —dice Cole muy molesto.
—Vine a hablar con Ana —explica Nathan.
—¿Después de como la trataste? Yo creo que no —dice esta vez Clarisse levantándose y encarando a Nathan.
—Chicos, chicos, calma —me apresuro a decir, antes de que Clarisse le de un puñetazo a Nathan en la cara—. ¿Qué quieres Nathan?
—Necesito hablar contigo —le hago señas para que hable—. A solas.
—¿Qué le vas a decir que no podamos oír nosotros? —reclama Cole.
—Tranquilos chicos, de esto me encargo yo —digo haciendo énfasis en «esto».
Nathan me lleva hasta los desiertos pasillos, y antes de hablar revisa como diez veces a que no haya nadie que pueda vernos u oírnos.
—¿Qué se le ofrece al señor? —digo molesta cruzada de brazos.
—Sólo quiero pedirte que no trates de hablar conmigo en público —dice ¿Es enserio lo que estoy oyendo?
Mi cara en estos momentos seguramente debe estar roja, porque cuando yo me molesto me pongo roja igual que Tinkerbell. Sin pensar en nada lo golpeo en su estúpida cara. Y no me arrepiento, ese idiota se lo merece, yo me callo su secreto, que incluso llegue a pensar en ayudarlo y él me sale con que no puedo hablarle en público ¿Esto es una mala broma?
—¿¡Y a qué viene eso!? —se queja mientras se soba la mejilla.
—¡Eres un idiota, Nathan West! —grito— ¡No puedo creer que me callé tu absurdo secreto!
En ese momento los pasillos comenzaron a llenarse más y más, pero no me importó, yo sólo gritaba y lo insultaba. Lo odiaba. En serio que sí lo odiaba. Alguien pone su mano en mi hombro y al ver quien era me calmé.
—Vámonos, Ana —dice Cole.
—¡Es por estas cosas que siempre serás una rara, Friki! —grita Nathan.
Al cuerno la calma.
Me devuelvo corriendo hasta él y lo golpeo una y otra vez. Nathan no se defiende, pero a mi no me importa, veo como todos nos miran expectantes, pero no me importa, sólo me importa golpearlo en su puta cara. Nathan se harta de no defenderse y me golpea en la cara, siento como me sale sangre, pero yo lo vuelvo a golpear, esta vez lo golpee tan fuerte que Nathan cayó al suelo.
—¿¡Qué está pasando aquí!? —grita el director Malcom—. Clark, West, a mi oficina. ¡Ahora!
Nathan y yo vamos a la oficina del director en absoluto silencio, mientras escucho los murmullos de todos, pero eso dejó de importarme desde hace mucho. Cuando llegamos a la oficina del director —un lugar dónde nunca antes había estado—, se sienta al otro lado de su escritorio y nosotros en las otras dos sillas frente a él.
—Ahora sí ¿Quieren hacerme el favor de explicarme que rayos sucedió allá? —pregunta el director Malcom muy molesto.
—La Friki esta me empezó a golpear sin motivo... —dice Nathan.
—Perdón que lo interrumpa, señor West —interrumpe el director Malcom—, pero la señorita Clark nunca ha sido conflictiva, si ella lo golpeó debe ser por algo. No digo que esté bien, pero sin motivo no debió ser esa paliza.
—El me ha estado diciendo Friki desde el primer día que llegó —digo molesta—, y este nuevo no tiene derecho de insultarme.
—Entiendo, señorita Clark, pero no es motivo suficiente para atacar así a un compañero —dice el director—. Ahora que escuché sus dos versiones, he decidido que estarán castigados por lo que queda de semana.
—¿¡Qué!? —se queja Nathan.
—Ya me oyó, y señorita Clark, si vuelve a ocurrir algo parecido será expulsada del equipo —me advierte el director.
—O sea que quedé en el equipo —digo entusiasmada.
—Pues claro que sí, ¿Qué esperaba? Es la mejor de la escuela —dice el director con una sonrisa.
—Y eso que no me ha visto a mí —murmura Nathan.
—¿Qué? —pregunta el director.
—Nada —se apresura a decir.
—Mañana después de la escuela, los quiero a ambos aquí, se van a encargar de ordenar el laboratorio y limpiar el gimnasio ¿Entendido?
—Sí, director —decimos ambos al unísono.
—Muy bien, ahora vayan a clases.
Ambos salimos de la oficina en absoluto silencio. Ahora que salí de la oficina del director puedo festejar todo lo que quiera el haber quedado en el equipo. Era algo medio lógico, pero aún así me alegraba mucho. Nathan me mira raro, pero a mí no me importa en lo absoluto.
—¡Quedé en el equipo! —grito mientras salto—. ¡Quedé en el...!
Dejó la frase sin terminar cuando me tropiezo, haciendo que quede muy cerca de Nathan, él se sonroja y siento el calor subir a mis mejillas. Me separo de él y bajo la cabeza avergonzada.
—Felicidades —dice.
—¿Qué?
—Felicidades por quedar en el equipo —dice mirándome y mis ojos no se despegan de sus hermosos ojos verdes.
—Gracias, me hubiera gustado que participaras.
—¿Por qué? —me cuestiona, me da risa que intente ocultar lo mucho que le gusta este mundo, un mundo en el que dejabamos de ser nosotros y nos volviamos otra persona, con otra vida, otras habilidades y otros retos. Tal vez en el mundo real seamos Frikis, nerds o raros, pero en el mundo de un gamer el mejor jugador era un Dios, un héroe. Es cómo si fuéramos a otra dimensión y siendo honesta prefiero estar en medio de esos dos mundos.