Game Over (sin Editar)

CATORCE.

—¡Vamos, Ana, tú puedes! —grita Nathan quien está a unos cuantos metros de mí.

Pataleo con los pies y manos tratando de avanzar, pero termino hundiéndome. Nathan me toma de la cintura y me saca a la superficie, toso como una loca para tratar de botar toda el agua que entró a mi sistema y Nathan al ver esto se ríe de mí. Le saco el dedo corazón y él se ríe aún más. Llevamos una hora tratando de que yo nada solo tres metros y siento que hubiese sido toda una vida; Nathan está empeñado en que yo aprenda a nadar hoy mismo y siento que es una mala idea. No soy muy atlética, no me gusta mucho el ejercicio, no soy como él o los mellizos, yo sí soy una completa nerd.

—Intentémoslo otra vez —sentencia, pero ya no puedo más, quiero ir a mi tienda y dormir hasta mañana en la tarde.

—Nathan, ya no puedo más —digo mirándolo suplicante.

—Vamos, Ana. Sé que puedes, ya casi lo logras —insiste.

—Nathan, estoy exhausta. No soy una atleta, soy una friki y no me interesa romper el estereotipo de friki que todos creen que soy. Solo quiero disfrutar con ustedes, no cansarme hasta más no poder.

—Ana, no eres una atleta nata, pero eso no significa que no puedas nadar bien —me alienta el idiota—. Imagina que es un videojuego, y que debes llegar a la orilla para ganar. Algo simple

Sí, seguro. Y volar como Superman es cosa de niños.

Idiota.

Nathan me mira esperando que comience a nadar, pero yo no muevo ni un músculo.

—¡Si no te apresuras me comeré tu cena, Friki! —y con eso nado como un nadador profesional.

Nado como me indicó, nado con todas mis fuerzas. No pienso permitir que se coma mi comida, puedo ser muy holgazana pero mi comida es sagrada. A pesar de que me siento agotada por tanto nadar hago mi mayor esfuerzo, y en menos de lo que esperaba estoy a unos pocos metros de él, pero justo cuando encuentro mi ritmo mi pie se enreda con algo y me hunde al agua. Lucho por desenredar mi pie de lo que sea que lo atrapó, pero no hago nada más que gastar las pocas energías que tengo, para mi suerte Nathan me toma de la cintura y me hala con fuerza hacia arriba y mi pie se lleva consigo lo que sea que me atrapó y salimos a la superficie. Toso con fuerza ya que mientras forcejeaba en el agua tragué un poco de agua. Llevo mi mano hasta mi pie y tomo lo que sea que se enredó en mi pie: una red de pesca. ¿Qué clase de inconsciente deja una red de pescar en el fondo del lago? ¿Qué no saben que están contaminando?

—¡Estás bien! —me pregunta Nathan buscando alguna herida.

—Sí, estoy bien —digo.

Ahora que me doy cuenta estamos muy cerca, Nathan aún me tiene abrazada de la cintura y me pega contra su cuerpo. Nuestros rostros están bastante cercas, al punto que su respiración se mezcla con la mí, siento su aliento mentolado tan cerca...

—Ana, yo...

—¡Chicos! —grita Harry, y por el susto Nathan y yo nos separamos—. ¡Debemos ir al campamento, la cena está casi lista!

—¡Ya vamos! —respondo.

Harry desaparece por donde vino y Nathan y yo nadamos hasta la orilla, cuando llegamos allí busco mi toalla, pero no la veo por ningún lado. 

—Ana, ¿has visto mi toalla? —pregunta Nathan.

—No. Yo tampoco encuentro mi toalla... —y ya sé qué pasó—. Mis primos, como siempre, nos jugaron una mala broma.

—Definitivamente detesto a tu familia  —declara Nathan fastidiado.

—¡Eh! Que Harry y Anthony son muy buenos —defiendo a mis primos. La gran mayoría de mis primos son unos inservibles, pero Harry y Anthony son los únicos por los que me lanzaría a un precipicio sin pensarlo 2 veces, ellos me han cuidado, me han defendido y siempre me han apoyado en cada decisión que he tomado—. Puedes decir lo que quieras de Helena y sus lame botas, o de Alexander, Antonio y Sergio, pero ni se te ocurra decir nada de Harry y Anthony, ellos son diferentes.

—Yo no confío en nadie, ni siquiera en mi familia.

—¿Tampoco en mí? —pregunto y Nathan me mira de una manera extraña, es una expresión que nunca antes había visto.

—No, Ana. Tampoco en ti.

—Ya veo.

Busco entre los árboles mi toalla, ya que mis primos nos son muy astutos a la hora de esconder las cosas. La encuentro tirada en una rama de un árbol, por suerte para mi 1.70 no está muy alta. Salto para tomar mi toalla y cuando la tomo cae la toalla de Nathan también, camino hacia donde está Nathan y le lanzo su toalla a la cara.

—Ahí está tu toalla —digo irritada.

—Gracias.

Me cubro el cuerpo con la toalla y me encamino al campamento en total silencio, escucho como Nathan corre para luego situarse a mi lado. Creí que en todo este tiempo me había ganado la confianza de Nathan, que el haberme contado su tragedia con los Petrov significaba que me tenía confianza y aprecio, pero nuevamente caí ante el encanto del idiota Nathan West.

—Ana, no quise decir eso, mi intención no era...

—Tu intención era que no me ilusionara —lo corto—. Después de todo, ¿quién querría a una Friki como yo, que ni siquiera sabe nadar, a su lado?

—Ana, no eres una Friki, tú eres especial y...

Me paro en seco y él se calla.

—¡Deja de decir eso! Cada vez que dices cosas así mi corazón se acelera y siento que podría tener una mínima posibilidad de... no lo sé, de que puedas sentir algo por mí. Mi cerebro sabe que no es así, pero mi corazón no se pone de acuerdo con mi cerebro.

—Dime algo, Anastasia —nunca antes me había llamado por mi nombre completo, solo Ana o Friki, pero jamás Anastasia—, ¿no es Robert Petrov, el chico más lindo de tu escuela (hasta que llegué yo, claramente) quien está locamente enamorado de ti?

—Sí. Pero hasta él huyó de aquí, huyó de mí.

—¡Basta! —grita, lo hace tan fuerte que doy un brinco hacia atrás—. Deja de menospreciarte, Ana, ¿que no ves que muchas personas están locas por ti? Mindie, Robert y...

—¿Y? —presiono para que hable pero no dice nada—. ¿Lo ves? No hay nadie que me quiera como yo deseo que me quieran. Déjalo así, solo...




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