Game Over (sin Editar)

VEINTITRÉS.

Oficialmente nuestro plan fue un fiasco, o, mejor dicho, una perdida de tiempo. Los Petrov no tenían a Cole en donde pensamos, Kyle dice que posiblemente lo trasladaron a un lugar lejos de su casa para que no los puedan relacionar, que aún no están descartados por completo. Todos nos sentimos realmente mal, teníamos nuestras esperanzas puestas en este plan, para que resulte que no sirvió de nada. Lo único que trajo esa noche fue peleas y problemas, nada bueno salió de ahí. Porque no, Clarisse no me ha dirigido la palabra aún, y por lo que veo Harry no se la ha dirigido a ella, porque las veo tensas entre ellas. 

Nathan ha estado hablando con Kyle en su estudio desde hace media hora, mientras que nosotras estamos todas en la sala, sumidas en un silencio sepulcral. Esto parece más un funeral que una reunión, aunque quizá sí termine siéndolo... ¡Fuera pensamiento deprimente! Así no funciona. Sacudo la cabeza, como tratando de espantar todos esos pensamientos negativos, lo cual hace que alguien en la estancia se ría de mi acción, levanto la cabeza en busca de la dueña de esa risa y me topo con una señora de unos cuarenta y tantos mirándonos con una sonrisa. 

Vaya, una sonrisa real al fin.

—Oh, lo siento —dice la señora limpiándose una lagrima de risa de la cara—, no quise ofenderte.

—No me ofendió, a veces hago cosas raras —le digo, intentando devolverle la sonrisa, pero en su lugar me sale una mueca. Mis ánimos no me permiten dar al menos una sonrisa falsa.

—¿Día difícil, niñas? —nos pregunta a todas, frunciendo el ceño, justo igual que Nathan. Y mi cerebro ató cabos, ella es la mamá de Nathan y Kyle, ¿cómo no me di cuenta antes? Si ya la había visto antes en el hospital cuando fuimos a ver a Nathan. Harry y Clarisse asienten a la pregunta de la mujer, la cual yo había olvidado por completo—. Bueno, en ese caso, ¿quien quiere un poco de chocolate caliente?

—Yo —decimos las tres en unísono, con un poco más de ánimo del que esperaba.

—En ese caso me pondré a ello.

La mujer desaparece y yo me quedo mirando a mi mejor amiga, notando como nuevamente su semblante cambiaba a uno más serio, más triste incluso. Harry, por su parte, se está conteniendo por ir a consolarla, y dudo que sea solo por lo que Clarisse me dijo anoche, Harry suele hablar de frente cuando algo le molesta y no es tan orgullosa como para no perdonarla si ella se lo pedía. Entonces, ¿qué les pasa? Estaba a punto de hablar cuando Harry se me adelanta.

—¿Quieres dejar tu maldito orgullo, Willson? —espeta Harry, mostrando su rabia.

—No, no lo haré, no tengo por qué hablar yo —le responde de mala gana Clarisse, lanzándome una fugaz mirada, una que no es muy amistosa que digamos.

¿Así que sí es por mí su pelea?

—A ver, a ver —digo yo metiéndome en la pequeña disputa—. ¿Por qué me miras así? ¿Ahora soy la culpable de todas tus desgracias?

—No te metas, Clark —me dice de mala gana Clarisse.

Relájate, Ana. Es tu mejor amiga, cuanta hasta diez.

Uno...

—Ella tiene todo el derecho de opinar, después de todo está incluida en eso —dice Harry.

Dos...

—Pues me vale mierda.

Tres...

—¡Por Dios, Clarisse! Es tu mejor amiga —dice Harry levantándose de su asiento.

Cuatro...

—¡Deja de gritarme! —grita de vuelta, levantándose también.

A la mierda el conteo.

Me levanto de mi asiento y me posiciono frente ambas chicas, las tomo a ambas fuertemente de las orejas y las miro, completamente molesta. Ya tengo suficientes problemas como para cargar con sus malditos dramas.

Escúchenme bien, par de locas —hablo, mi voz sale casi como un gruñido, en muestra de lo mucho que me estoy conteniendo para no darles una sonora golpiza—. Ya estoy harta de tus tonterías, Clarisse —digo mirándola iracunda, haciendo palidecer a mi mejor amiga—, no soy la culpable de que esos lunáticos me quieran usar para sus mierdas ilegales, ¿o crees que me encanta la idea de que se llevarán a mi amigo solo porque no quiero estar con su hijo? —ella evita mi mirada, avergonzada quizá.

»¡Mírame, Clarisse! Y dime, mirándome a los ojos que soy la culpable, a ver si te lo crees tú misma —ella me mira, sin ser capaz de decir nada. Me giro hacia mi prima, mostrándome igual de molesta—. Y tú, pelinegra del demonio. Deja de usarme de excusa para alejarte de Clarisse, ya deja de alejarte de la gente que te quiere, me tiene harta —ella me mira sorprendida porque haya hablado de eso, pues aunque nunca me lo ha comentado igual me doy cuenta de su actitud. Siempre hace lo mismo, cuando alguien intenta entrar ella los aleja y se aísla—. Ambas, deben madurar de una buena vez, no estamos para que ustedes sumen más estrés a esta situación, así que, o se comportan o dejan de estorbar con sus dramas, ¿entendido?

Ninguna dice nada, lo que me vuelve a sacar de quicio, no hay nada en el mundo que me moleste más que cuando la gente no responde.

—¿¡Entendido!? —digo esta vez en un grito, uno que las hace reaccionar.

—Sí —dicen ambas al unísono.

—Perfecto —y con eso las suelto, mientras ellas se soban las orejas.

Me vuelvo a sentar en mi asiento, sintiéndome más ligera por haber dejado salir un poco del estrés que he tenido desde anoche, el cual no creí que fuera tanto. Mientras, ellas hablan más bajo, o quizá a un tono normal, pero estoy tan absorta en mis pensamientos que no les doy mayor importancia. Ahora que quedamos igual que antes debemos pensar en qué haremos de ahora en adelante, debemos planear todo con suma cautela, no podemos darnos el lujo de equivocarnos, si eso pasa estaremos en problemas.

Aunque, pensándolo bien, ¿por qué creímos que lo tendrían en esa casa? Es absurdo, nadie lo dejaría en el mismo lugar donde vives, y menos si sabes que podrías ser el sospechoso número uno. Deben de haber planeado eso desde hace mucho, explorado y buscado miles de lugares hasta encontrar uno donde nadie pasaría, nadie buscaría y nadie escucharía nada... pero, ¿dónde? Mis pensamientos son interrumpidos abruptamente por mi teléfono. Era un mensaje de un número desconocido, mi corazón se acelera al leer el mensaje, dejándome atónita e incluso horrorizada con su contenido




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