Hacía calor, una caravana de hombres deambulaba por las áridas arenas de la zona del Reino. El sol inclemente provocó que varios de los hombres anduvieran sin sus pecheras, otros estaban casi desnudos, tapados por ropa ligera. Presas del calor sudan como si fueran cerdos. Uno de ellos se encontraba encima del carruaje de la caravana con un pequeño catalejo, mirando a su alrededor atentamente solamente para detenerse a secar el sudor en su frente. Repitiendo este proceso una y otra vez con cierto nerviosismo.
—Como odio pasar por estos de sitios... ¿Me repiten porque nos adentramos en el corazón de esta tierra seca y no la rodeamos por los bosques?—Dijo uno de los hombres.
—Fue idea de Raúl—Respondió uno de los hombres sentado en la carruaje.
—Si...
Todos miraron a Raúl, era el sujeto montado en el carruaje con el catalejo. Este bajó su mirada atenta del aparato, no logrando evitar sentirse insultado pero disimula el no haber escuchado nada. La situación no era agradable para él tampoco, a diferencia de aquellos que lo acompañan él era solo un simple civil.
—Lo que transportamos es muy importante para mí y mi familia. Se me informó que debíamos desviarnos por esta ruta en caso de que hubiera algún espía pasando información–Dijo Raúl en un tono un poco altanero.
Los demás hombres más cercanos que lo escucharon suspiraron. Sabían bien que Raúl era familiar de aquel que los había contratado, no podían llevarle mucho la contraria y tampoco romperle los dientes cuando se ponía altanero. No les quedaba más opción que simplemente limitarse a las indirectas.
— ¿Y si no hay espía alguno? Sé que ha habido varias caravanas desaparecidas pero dudo que sean espías. Para mí es solo que no estaban tan bien cuidadas como nosotros—Mencionó el hombre que guiaba el caballo que tiraba del carruaje donde estaba Raúl en un tono bastante confiado—. Créame cuando le digo, Señor Raúl, que esta es la caravana más segura, hasta contamos con un caballero.
—Lo sé, pero aunque seamos el triple de hombres sería peligroso pasar cerca del bosque, podrían tomarnos por sorpresa fácilmente–Respondió Raúl—. Trampas, ataques sorpresa, constantes ataques y huida para cansarnos. Ni sabiendo que aquí no cargamos oro nos pueden matar solo por los putos caballos, sus armaduras y por mí... Y que paguen un rescate es lo último que quiero hacer sufrir a mi familia en estos momentos...
Raúl volteó un momento y miró de reojo unos breves instantes al caballero que venía atrás, sentado sobre su caballo y sosteniendo su arma firmemente. Viendo aquel hombre aun en armadura a pesar del calor le hacia sentirse un poco más seguro. El grupo era de un total de 25 hombres y tres carruajes con sus respectivos caballos; estos últimos bastante cansados de andar por estas áridas tierras. Su trabajo consistía en transportar unos importantes documentos, nadie excepto Raúl conocía exactamente su importancia pero se les exigió máxima protección a la agencia de caravanas. Todos sabían que llamaban mucho la atención, ya habían tenido pequeños contratiempos con algunos bandidos días antes pero sin ninguna baja hasta el momento.
— ¿No habría sido más fácil contratar efigies?–Dijo un hombre mientras se secaba el sudor—. Esta mierda que llevamos no es un cofre de oro o algo de valor bruto, es solo papel con sellos y firmas que harían llorar a un aldeano por lo costosa de la tinta, pero de igual forma es algo de lo que estos gatos con plumas y cara humana peluda podrían encargarse.
—Pues... Eso me pregunto, pero quizás sea po-
En ese momento el caballo que tiraba del carruaje relincho asustado, interrumpiendo al que llevaba las riendas en la delantera del grupo. Todas los demás carruajes se detuvieron en ese mismo instante por precaución. Raúl observa a su alrededor asustado pero no vio nada a los alrededores con su catalejo, los hombres que iban en caballos alrededor se fueron a ver el carruaje del frente, encontrando al hombre que tiraba de ella algo tenso.
— ¿Que mierda pasó?–Preguntó uno de los guardias al hombre que llevaba la rienda.
— ¡N-NO TENGO IDEA! Estaba hablando con ustedes desde aquí, pero no veo nada, no hay nada. El caballo se detuvo de manera abrupta sin que se lo ordenase—Respondió el hombre un poco agitado por el susto.
Todos miraron a su alrededor pero de nuevo no encontraron nada. Lo único que podían ver era el desierto a su alrededor y el sonido del viento moviendo la arena.
—... Sigamos adelante–Dijo Raúl–. No son bandidos... Pero puede ser cualquier cosa... Igualmente no he escuchado ninguna historia de alguna criatura en este tranquilo Reino, somos libres de aberraciones como las que viven en Ulfar.
—Ciertamente—Dijo el caballero rompiendo su silencio—. Las cosas que he visto en la frontera, animales salvajes y bandidos, nada se compara a esas aberraciones que están allí bien lejos de nosotros.
Todos hicieron caso y se pusieron en marcha. Avanzaron medio metro cuando, de repente, Raúl cayó de la carrosa al suelo, herido con una flecha al cuello mientras se agarraba con dolor y tirando sangre en las arenas.
— ¡Nos atacan!
Los hombres movieron sus miradas hacía todos lados pero no vieron nada. Uno de los hombres agarró a Raúl del suelo para tratar de ayudarlo, otro tomó el catalejo de Raúl para buscar señales de gente a la distancia. Tembloroso el hombre busca lo más mínimo que pudiera pero solo encontraba arena y hierba muerta.
— ¡MIERDA! ¿Ves algo? —Gritó aquel que arrastraba a Raúl por la arena a quien tenía el catalejo.
— ¡NA-NADA!
Varios de los hombres entraron a los carruajes, buscando equiparse sus protecciones, otros se colocaron en posición con arcos y ballestas en mano, otros con espada y escudo. Sin que se dieran cuenta, unas manos salieron de la arena debajo del carruaje que estaba al frente del grupo, el carruaje se levantó dos metros del suelo; hombres miraron con sorpresa, asombro y terror viendo una figura humana enorme cargando el carruaje por encima de sus cabezas. El sol fue eclipsado por el carruaje unos segundos y cuando se dieron cuenta aquella persona lanzó el carruaje hasta el grupo del medio. Un total de 7 hombres de los jinetes con sus caballos murieron en el impacto.
Editado: 12.09.2024