Juntos el joven herrero y la mercenaria caminaron por horas hasta que cielo se había tornado rojizo por el atardecer, llegando a un pequeño bosque que hacía más oscura la poca luz que de filtraba entre los árboles arriba de sus cabezas. Caminando era el joven quien guiaba a la pelirroja por la ruta que debían seguir mediante un mapa que el enmascarado le había proporcionado. Sin embargo debido a la cada vez más ausente claridad se le hacía más difícil al joven herrero ver el mapa, sintiéndose nervioso de equivocarse. A su lado la pelirroja le sigue en apacible silencio, habían hablado un poco durante el trayecto pero solo lo necesario, generando un ambiente algo incómodo entre ambos. La pelirroja dándose cuenta de esto intenta cambiar el ambiente para calmarlo.
—Oye, ¿Cómo era que dijiste que te llamabas? — Pregunta Aria.
—Mi nombre… Soy Jack Albino—Responde de manera educada pero un poco nervioso el joven.
—Bonito nombre—Dijo Aria intentando halagarlo.
El joven sonríe sintiéndose halagado, encontrando ánimos para seguir leyendo el mapa con algo más de calma. Ante esta respuesta positiva del joven la pelirroja vuelve a su silencio, observándolo y examina sus gestos en busca de alguna señal de desánimo. En parte esto de debe a cierta empatía, así como él también ella había pasado por una situación similar, arrancada de su vida y metida en Merces pero a la vez sentía envidia al saber que la posición de ambos era también diferente, siendo ella aún más condenada que él.
— ¿Y tu nombre completo? —Preguntó curioso el joven—. Solo me dijiste tu nombre.
—Yo me llamo Aria Aberfeld—Respondió Aria.
—Bonito apellido.
—Gracias…
Ese momento hizo sentirse extraña a la pelirroja, trató de ignorarlo como si nada pero dentro suyo sintió un poco de alegría. El halago y el hablar de manera normal con alguien que no fuera de otro asunto sobre matar le sentó como un aire fresco que no se esperaba.
— ¿Qué eres? ¿Una mujer soldado o caballero?—Preguntó curioso Jack al ver la indumentaria de Aria.
— ¿Yo? Pues...
Para la pelirroja ser parte de Merces no era algo digno de presumir pero aquella pregunta le hizo darse cuenta de algo, el jóven que la acompaña no sabe mucho de Merces.
—Solo soy una humilde granjera—Respondió Aria.
— ¿Granjera?
—Sí, o eso era antes.
El joven herrero había tenido amigos del campo fuera del pueblo. A su mente vinieron los recuerdos de las mujeres de los ranchos, variaban en tamaños pero tenía cierta referencia: Anchas, grandes, toscas. Todo eso quedaba eclipsado por lo que tenía frente suyo, la pelirroja excedía todo eso. Verla envuelta en una armadura y casco le hacía verse imponente ante él, más al sentir como cada pisada de ella hace vibrar el suelo cerca suyo. Alzar la mirada al hablarle y verla a ella, con un rostro inexpresivo con esos grandes ojos amarillos mirándolo desde arriba le hizo sentir insignificante.
—«Por Gavidia... ¿Que le dieron de comer de pequeña?» Piensa el joven herrero.
A la vista podían ver que mucho más delante de ellos acaba el bosque y empieza una extensa llanura. El viento corría haciendo sonar las copas de los árboles y el único ruido además de ese era el que hacia la pelirroja al caminar, ya fuese tocando el suelo o pulverizando ramas caídas de los árboles.
—Oye que espada más peculiar llevas, digo, conozco el modelo pero el suyo es peculiarmente más largo—Comenta Jack buscando un tema de conversación. Como herrero y persona curiosa que era el no podía evitar fijarse en aquella arma que la pelirroja cargaba con una mano y apoyada en su hombro.
— ¿Esto? Es algo que mande hacer según mis medidas. Tengo varias de repuesto—Respondió Aria.
—Entiendo… ¿Y ese casco suyo que lleva? —Pregunta curioso Jack.
— ¿No habías visto un casco o qué? —Respondió Aria confundida.
—No no, a lo que me refiero es que nunca había visto un modelo de casco como el suyo. Generalmente aquí se fabrican de pieza entera que recubre hasta el cuello pero el suyo es diferente, solo protege media cara y la nariz, además de esa peculiar forma como de anteojos—Responde Jack.
—Ah, esto. Pues lo conseguí hace unos años. Es bastante útil y resistente—Responde Aria dándose golpecitos en el casco.
Como herrero el joven se sentía agusto hablando de piezas de armadura con la pelirroja, esta última hablando de manera más suelta por lo que el ambiente empezaba a sentirse más ameno. Consiente de ello la pelirroja estaba dispuesta seguir sacandole temas que el joven dominase para sacarle charla pero fue interrumpida. El dúo de detuvo en el momento en que una flecha fue clavada en la garganta de la pelirroja y esta se detuvo.
— ¡SEÑORITA ARIA! —Grito Jack.
—...
Antes de de hacer cualquier acción la pelirroja huele con su nariz para detectar cualquier presencia cercana, percatandose que solo podía sentir la presencia del jóven a su lado. Seguidamente otra flecha salió en otra dirección e impactó en el hombro del joven.
—¡Argh!
Sintiendo pasos alrededor y viendo al joven con una flecha clavada la pelirroja se pone en movimiento. Se quita el casco y se lo pone al joven.
—Cubrete que yo me encargo—Ordena Aria.
Habiéndole puesto el casco la pelirroja jala del otro hombro al joven herrero, dejándolo en el suelo. Para más protección ella se coloca piernas abiertas por encima del Jack, buscando ser el centro de atracción de los ataques. Una voz empieza a escucharse venir en una dirección.
—Vaya vaya parece que atrapé a dos sucias ratas por aquí—Dijo una mujer con voz rasposa.
Apenas pudo escuchar la voz la pelirroja supo donde estaba escondida la mujer. Esperó el primer movimiento a sabiendas que cambiaría de lugar luego del siguiente disparo. Pudo escuchar claramente el mecanismo de una ballesta disparar una flecha justo detrás de la pelirroja
—¡Muere!—Grita la mujer luego de lanzar el proyectil.
La pelirroja no se molestó en equivar por lo que la flecha le impacta de lleno. La flecha al impactar no se incrusta en su cráneo y rebota en otra dirección. Apenas sintió la flecha darle y con la ubicación de la mujer que les acecha la pelirroja se abalanza en su dirección.
—¡Ah!
Viéndose descubierta la mujer intenta sacar un cuchillo pero la pelirroja no le da oportunidad, la toma del cuello y la levanta del suelo, haciéndola soltar la ballesta y el cuchillo que tenía en sus manos. Antes de siquiera ofrecer resistencia la mujer siente como su cuello se rompe cual galleta. La pelirroja la suelta y se sacude las manos viendo a la mujer retorciéndose en el suelo, notando que esta es alguien de edad algo avanzada. Detrás de ella el joven herrero se levanta y ve toda la escena mientras aun aguantaba el dolor de la flecha. Ignora aquel sufrimiento de ver la sangre fría con la cual la anciana fue ejecutada como si no fuera nada.
—Hmp, era una anciana—Dijo Aria viendo detenidamente el cuerpo sin vida a sus pies—. Una vieja bandida seguramente.
Con la amenaza neutralizada la pelirroja se da vuelta y vuelve con el jóven herrero, dejando en el suelo a la anciana muerta. De una de las bolsas colgadas a su cintura saca una tira de carne, la parte por la mitad y le ofrece al joven herrero.
—Ten, va a curar tus heridas—Dijo Aria.
Apenas decir esas palabras la pelirroja se arranca la flecha del cuello y come la mitad de la tira de carne. Sangre le escurrió de su cuello bañando de rojo la cota de malla. Poco a poco la herida se fue cerrando hasta quedar una palpitante y roja cicatriz recién formada en la herida que aún palpitaba.
—¿Que es esa carne que comiste? Pregunta Jack sorprendido.
Frotándose un poco el cuello la pelirroja posa su mano en la flecha clavada en el hombro del jóven herrero.
—No hay tiempo que perder, come la carne y apenas la tragues te quito la flecha. El dolor solo durará unos momentos —Afirma Aria.
Con algo de miedo el joven herrero toma la carne en sus manos y la mete a su boca. Apenas ella vió que el jóven se la tragó le arrancó la flecha sin avisarle. El dolor fue tan repentino que el joven herrero se tira de espaldas y se apreta con sus manos en la herida.
— ¡ARGHHHHHHHHHHHH! —Gritaba Jack.
—Olvidé decir que dolería mucho ese «Momento»—Dijo Aria. «Tranquilo, no creo que vivas este tipo de vida lo suficiente para acostumbrarte» Piensa Aria sintiéndose un poco culpable por lo brusca que había sido.
Sabiendo que tomaría un rato que la carne terminara de curar bien las heridas del joven la pelirroja se sienta en el suelo junto a su lado.
—«Me siento oxidado... ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me preocupé por alguien a mi alrededor?» Piensa Aria mientras observaba al joven. «No importa, mejor espero a que sane y seguimos nuestro camino»
Al mismo tiempo lejos a varios kilómetros de aquel lugar un dúo de personas caminaba por la pradera. Uno de ellos equipado con un escudo y lanza, el otro solo llevaba un saco contra su pecho. El que portaba las armas tenía el escudo enganchado en su brazo y con la mano libre que sobresalía del escudo sostenía un mapa. Eran otro dúo de mercenario y heredero de la libertad mandados por el enmascarado. Estaban siguiendo las indicaciones para llegar al lugar acordado.
—Parece que mucho más adelante esta la primera parada. Creo que solo nos queda unos minutos para ver las luces del poblado cuando ya caiga la noche—Dijo el mercenario.
—Entiendo…—Responde el joven en un tono algo apagado.
— ¿Qué pasa? No pongas esa cara larga, cuando todo esto termine ambos seremos ricos, ¡Tú serás más rico de lo que serias en toda tu vida! —Exclamo en un tono de soberbia el mercenario.
—No es eso yo…
—¿Hmp?
El mercenario sintió algo, unos pasos acercándose a ellos. Sosteniendo sus armas se da la vuelta y grita.
—¡¿Quien eres tú?!—Pregunta el mercenario en guardia.
Antes de poder detallar a quienes tenía en frente una luz brillante cegó a ambos, como si el mundo a su alrededor por unos muy breves instantes se volviera totalmente blanco y perdiendo la visión.
—¡Argh!
Apretando con fuerza sus ojos entre cerrados ante el dolor provocado el mercenario intenta ver pero le es imposible. Las lágrimas y el ardor solo le permiten ver unas figuras difusas frente a él.
— ¡ARGHHHHHHHHHHHHHH! ¡MALDITO BASTRADO O BASTARDOS O QUIÉNES SEAN!—Gritó el mercenario cubriéndose con su escudo y moviendo su lanza de lado a lado buscando distancia entre sus atacantes.
El acompañante cegado no pudo hacer otra cosa sino caerse ante la conmoción. Asustado intento levantarse para huir pero siente algo extraño, su cuello y pecho se habían empapado de algo líquido. Sin poder abrir los ojos el heredero de la libertad no se da cuenta hasta que ya es tarde, su cuello había sido cortado y se desangra en el suelo hasta morir.
—¡No me provoquen!—Amenaza el mercenario.
Asustado el mercenario no hacía más que retroceder y mover su arma de lado a lado, no pudiendo siquiera ver a sus atacantes con los ojos rojos y llorosos ante la dolorosa luz. En un intento de protegerse con su escudo logra ver algo de claridad, viendo así el cuerpo de su acompañante sin vida en el suelo. Sin apenas tiempo de procesar lo que estaba viendo recibe una fuerte patada en la espalda, causando que suelte sus arma y quede indefenso en el suelo.
—¡Argh!
La luz se apaga y se nota que el mundo ya estaba cubierto por la oscuridad de la noche. Sin piedad una figura robusta enmascarada se acerca y decapita de un tajo al mercenario. La cabeza sale rodando unos metros lejos y la tierra tiembla del impacto. Los atacantes resultaron ser solo dos personas, dos individuos encapuchados con una tela tan blanca como una hoja de papel. Uno es varias cabezas más grande que el otro en comparación, más ancho y fornido, mientras que la otra tenía una figura más delgada, pequeña en comparación además de femenina, con una pechera que marcaba unos pechos ligeramente puntiagudos.
—Aquí esta—Dijo la mujer enmascarada encontrando el saco cerca del cuerpo del heredero de la libertad desangrado.
—Sí, amor—Responde el grandulon enmascarado.
El grandulón alzo un martillo tan grueso como él mismo y golpeo el saco hasta hundirlo en la tierra. La enmascarada se acerca y levanto el saco del suelo, abriéndolo y dejando caer trozos de metal.
—Hmph, no es este. —Dijo el grandulón enmascarado.
—Una pena. Habría sido un golpe de suerte pero también un tanto decepcionante, ¿No crees lo mismo? —Respondió la mujer enmascarada.
—La noche es joven amor y aún no llegan algunos al sitio, sigamos adelante.
Lejos de allí en el bosque la pelirroja y el joven herrero habían pasado un rato desde su encuentro con la anciana. Sus heridas ya se habían sanado y limpiado la sangre por encima para no llamar la atención. El joven herrero se encontraba sorprendido de su rápida curación mientras se miraba el agujero dejado en la ropa donde recibió la flecha.
—¿Ya te sientes mejor? —Preguntó Aria a Jack.
Ya recuperado también el joven herrero se puso de pie. Intentando probar su brazo aun sentía cierta molestia al moverlo pero era mucho menos al dolor que sentía con la flecha ahí metida y cuando la pelirroja se la quitó.
Editado: 22.04.2025